domingo, 19 de noviembre de 2006

ZAPATERÓLOGOS

El tango de Zapatero

POR M. MARTÍN FERRAND

EL amor español por lo excéntrico y marginal llega tan lejos que incluso tenemos zapaterólogos, expertos en el estudio y análisis de José Luis Rodríguez Zapatero sus pompas, muchas, y sus obras, pocas. Son profesionales que, con base en el miniaturismo, resultan capaces de valorar el peso político de un estornudo. O de una mueca. No es fácil asomarse al interior de un personaje que, por ejemplo, cuando se entrevista a solas con Jacques Chirac -en el marco de una cumbre hispano francesa- la reunión dura un cuarto de hora, la mitad si se descuentan las traducciones, o que, donde se suponía un acuerdo para la lucha contra ETA, sale una propuesta para Oriente Medio.

Los zapaterólogos deben basar sus estudios en símbolos cercanos al líder. En su propia sustancia no es posible. Así se entiende que una de sus ministras estrella, después de una larga y frustrada campaña para llegar a la dirección de la Organización Mundial de la Salud, concentre sus fuerzas en el desprestigio de las hamburguesas gigantes. Por cierto y al margen: ¿la masa corporal de Elena Salgado le permitiría desfilar en la Pasarela Cibeles? Afortunadamente para ella no hay tallas mínimas para la masa gris de los ministros y puede continuar instalada en el serrallo con el que el líder luce su engañoso pregón paritario.

Al margen del mal llamado «proceso de paz» y de los destrozos constitucionales, no se observan signos de actividad y/o inteligencia en el Gobierno y eso complica el trabajo de los más abnegados zapaterólogos. Al presidente, por el momento, le funciona el truco y parece que, incluso, se desgasta menos que su oposición. La eficacia de su máquina propagandística le presenta como un héroe por el mero hecho de que se levanta de la cama -supongo- cuando suena el despertador; pero «cuando estén secas la pilas / de todos los timbres / que vos apretás...», como bien dejó sentado Enrique Santos Discépolo, «verás que todo es mentira / verás que nada es amor...».

Coinciden los zapaterólogos en reseñar el razonable desprecio que la vieja guardia socialista siente por el joven presidente y, algo que va más lejos, coinciden también en valorar el escepticismo y la sorpresa que sus más jóvenes colaboradores comentan en privado para explicar, es un decir, el desarrollo político de la legislatura y las peripecias, aparentemente astutas y palpablemente irresponsables, con las que el secretario general del PSOE va diluyendo la identidad de un partido histórico que, entre sus muchos defectos, siempre cultivó la virtud del españolismo. Trabajo tienen por delante los zapaterólogos; pero, como enseña la sabiduría popular, a un hombre -o una mujer- al que le cuadra, verso a verso, la letra de «Yira, yira» -«Cuando la suerte qu´es grela...»- le corresponde un entorno de otarios que han de ponerse a ladrar.

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Zapatero I el Innovador

POR IGNACIO CAMACHO

SABIDO es que Felipe González va por ahí diciendo a quien le quiere oír que el peor defecto de Zapatero es que «se cree que ha inventado la política». El diagnóstico es cierto sólo a medias: el presidente tiene una indubitada tendencia al más alegre adanismo, pero es dudoso que ésta resulte la peor lacra de un gobernante que tiene dividida a la opinión pública entre quienes sostienen que es un peligroso resentido y quienes prefieren creer que se trata de un incompetente elevado a la enésima potencia del principio de Peter. Es evidente, en todo caso, que está encantado consigo mismo y siente propensión a compartir con el orbe universal sus frecuentes descubrimientos del Mediterráneo.

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viernes, 17 de noviembre de 2006

Semblanza de José Luis Rodríguez Zapatero

Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud; he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz.
Flaubert.

El "buenismo" del gobierno de España

Ser bueno es fácil; lo difícil es ser justo.
Víctor Hugo

No hay nada nuevo bajo el Sol

Lo único nuevo en el mundo, es la historia que ignoras
Harry Truman


La diferencia entre una democraci y una "democracia popular", es la misma que hay entre una camisa y una camisa de fuerza
Ronald Reagan