A veces, el correo nos trae sorpresas agradables… aunque sean
pequeñitas…
Ayer, me llegó un sobre un tanto misterioso, sin nombre en el
remite, pero sí se veía que procedía del Reino Unido. Y al abrirlo, contenía
una especie de factura o nota remisoria y un cheque, de 4,24 euros, con el
membrete de Amazon…
Por supuesto, deduje inmediatamente que se debía al abono de
la venta de un ejemplar de mi libro Marina y Floro, que ya se estaba vendiendo
en las librerías, en formato impreso, desde hace dos años y va por la segunda
edición. Pero en el mundo ya no se usan prácticamente cheques, porque todo se
hace por ingreso o cobro directo en la cuenta correspondiente, así que el hecho
de ver un cheque producto del trabajo propio, siempre es emocionante, por más
que la cantidad sea tan mínima que, si se quiere ingresar en una cuenta, las
comisiones valdrán más que el mismo cheque.
Habrá que enmarcarlo, como esos comerciantes que pegan en el
mostrador la primera moneda que consiguen en la venta…
Y unos datos curiosos: La venta parece que se hizo en abril,
luego se factura el 12 de septiembre y llega en octubre… Pobre el autor que
esté esperando sus ingresos para comprar mercado… Claro que a los autores a los
que les lleguen cheques con muchos ceros a la derecha… vale, pero en este, lo
que pone es que todo con ceros a la izquierda de la pírrica cantidad… Cientos
de miles, Zero. Decenas de miles, Zero… etc.
Me viene a la mente el cuento de aquel escritor novel que,
cuando vio su libro por primera vez en un escaparate de la librería, pasaba
todos los días a preguntar si se había vendido alguno, siempre son respuestas
negativas… hasta que un día, le dieron la gran noticia de que se había vendido…
¡Un ejemplar!
A los pocos días, se encontró en la calle con un amigo, que
le dijo: - He leído tu libro.
Y el autor le contestó: ¡Ah! ¿Fuiste tú?...