¡Pobre Newton!
Esto, lo escribí hace un año, pero creo que sigue siendo de actualidad, (desafortunadamente), así que lo vuelvo a poner aquí, para constancia y archivo.
Algunas reflexiones de actualidad...
Este hombre,
que dedicó su vida a reflexionar sobre las cosas que le rodeaban, hasta
descubrir unos fenómenos naturales, que son fundamentales en nuestras
vidas, y redactar una serie de leyes físicas que, llevan demostrándose
300 años y aplicamos todos los días, desde las cosas más sencillas, a
los viajes espaciales, está presente en toda actividad humana, pero…
Aunque, normalmente se enseñan sus leyes en las escuelas de todo el
mundo, en cuanto se toca un poco el tema de la física y la mecánica;
parece que hay unos… o muchos que, oyeron la enumeración de esas leyes,
pero no escucharon ni entendieron que, aunque no se den cuenta, su
aplicación es universal e inevitable.
No sé si esos personajes,
obnubilados por lo que ellos creían su personal revolución universal, no
entendieron nada de las leyes de Newton, o no les dieron importancia,
pero… como son universales e ineludibles, las consecuencias de esas
leyes, les dan en los morros, cada vez que abren la boca.
Así, la tercera ley de Newton, dice en síntesis: Toda acción, crea una reacción de igual fuerza, pero en sentido contrario.
Han aterrizado en España unos personajillos que, posando de sabios y
volviendo a inventar la historia a su acomodo, nos tienen estragados con
un discurso viejísimo, pero que ellos presentan como si se les acabara
de ocurrir, mezclando hábilmente los sentimientos más primarios, con una
serie de circunstancias medio ciertas, con unas soluciones ya caducas, y
que han demostrado su ineficacia, en muchos lugares y desde hace cien
años. Pero… para darles un toque juvenil y revolucionario, lo adornan
todo con expresiones radicales. Incluso, algunos de estos personajillos,
han conseguido encaramarse en algunas alcaldías, y elevan sus
defecaciones verbales a bandos municipales, pretendiendo volver todo del
revés.
Pero entonces, la tercera ley de Newton, que no entiende de
ideologías ni de lugares ni tiempos, se aplica inexorable y, produciendo
la reacción de igual fuerza y signo contrario, les da un capón a los
pendejos revolucionarios de bolsillo:
Dice una de estas marionetas
de alcalde que: No quiere ver la bandera nacional, y… Nunca se habían
visto en España, tantas banderas nacionales, ondeando por toda parte, y
hasta sirviendo de capa a los ciudadanos.
Otro, dice que no se
siente español… Y nunca se habían visto las redes sociales, con más
mensajes, expresando el orgullo de ser español. Con la diferencia de
que, muchos se expresan en un lenguaje procaz, con una ortografía
lamentable, que a muchos españoles nos produce vergüenza. Probablemente,
porque como la reacción producida es “igual”, también es igual el nivel
cultural de los que les contestan a los descerebrados, ya que la
mayoría de españoles, con una cierta cultura, no se molestan en
contestar a estos payasos… “No hay mayor desprecio que el no aprecio”…
Sale otro “cerebro”, despotricando de la Religión Católica y de la
Semana Santa, e inmediatamente se llenan las iglesias y las calles de
asistentes que, no se sabe bien si eran creyentes de toda la vida, o se
les ha despertado su fe, al verla atacada por estos secuaces.
Posando de “pacifistas”, algunos de estos especímenes, hacen
declaraciones, o pretenden emitir órdenes contra el Ejército.
Prohibiendo que sus miembros participen en las procesiones o
celebraciones de toda índole. Pero lo que consiguen es, que los miembros
de la Legión, y otros cuerpos, desfilen, con gran asistencia de público
enarbolando banderas y dando gritos de Viva España que, les deben
sentar como patadas en salva sea la parte, a los reacios a esos cuerpos.
Algún idiota de nacimiento, se le ha ocurrido proponer que, la frase
que se llegó a poner como norma en alguna época del franquismo: “Arriba
España”, sea delito. Lo que sin duda, va a conseguir que se ponga de
moda y se considere algo “moderno”, por los que no vivieron la época de
su imposición obligatoria.
Y lo malo es que, como en todo río
revuelto, algunos pescadores pretenden sacar ganancia, y, he visto a
algunos disfrazados de falangistas, con su escudo del yugo y las
flechas, mezclados con los legionarios que habían pretendido evitar que
desfilaran. Se supone que el Ejército, es nuestro Ejército, de España y
de todos los españoles. Y no tiene por qué, tener un color o símbolo
partidista de ninguna tendencia o ideología.
Y, como siempre hacemos
en España, nos pasamos en un movimiento pendular que, (algún día
tendrán que reconocérnoslo como un invento español, y que todos los
relojes nos paguen regalías), produce el efecto, para mí incomprensible y
hasta obsceno, de que se publiquen en esa redes, retratos de Franco y
gracejos de que, si volviera se solucionaría todo.
Mi biografía,
incluye un padre defendiendo Madrid contra Franco, encarcelado después y
en libertad condicional perpetua, teniendo que presentarse ante la
policía semanalmente. Fui rechazado en la Escuela Oficial de Periodismo,
por ser “hijo de rojo”, y me fui de España, cuando conseguí que me
contrataran en un periódico extranjero. Me llevé a mis padres, en cuanto
pude y, ninguno volvimos, mientras existió el “Régimen”. Así que,
ninguna añoranza puedo tener de Franco, ni de la madre que le parió…
Pero, como los nuevos analfabestias, no se han enterado de las leyes de
Newton. No se dan cuenta de que, pretendiendo crear leyes para cambiar
los nombres de las calles, o viendo símbolos franquistas en cada
esquina, lo que hacen es, despertar la reacción contraria, y haciendo
que, otros ignorantes como ellos, crean que, si atacan el franquismo,
debe ser porque este era lo mejor…
Y, lógicamente, también ocurre al
contrario: Se publican páginas y páginas, intentando ridiculizar a los
nuevos “genios”, y sacando a la luz sus vergüenzas, que también tienen
muchas, con increíbles casos de corrupción y nepotismo, cuando apenas
llevan meses en los cargos, pero… vuelve la tercera ley de Newton, y se
despiertan un montón de vegetes, añorando los tiempos en que eran
jóvenes y participaban en batallas o batallitas, reales o inventadas, y
los aclaman fervientemente, como a los centuriones victoriosos en Roma.
Supongo, y espero que, en España haya una gran cantidad de ciudadanos
cultos, ecuánimes y ponderados que, en silencio están viendo pasar esa
especie de desfile circense. Pero que a la hora de la verdad, sean
capaces de poner las cosas en su sitio. Fomentando el que pasemos página
del pasado, y sin olvidar, para no repetir los errores terribles, que
se cometieron de parte y parte, en todo el siglo pasado, nos pongamos a
trabajar en un futuro, en armonía, escuchando con atención las ideas de
todas las tendencias, y organizando nuestro país, de forma que tengan
cabida todas las opiniones, pero sin imposiciones totalitarias. Porque,
de eso hemos tenido suficiente, de esas dos Españas, que decía Machado.
Enrique Gutiérrez y Simón
Madrid, 26 de marzo de 2016
domingo, 26 de marzo de 2017
lunes, 6 de marzo de 2017
Los test de inteligencia
Los test de inteligencia
"Después de todo, ¿qué es la inteligencia?" Aquí
está la definición más inteligente que he visto
Cuando estaba en el ejército, nos hicieron una prueba de
aptitud, a todos los soldados, y saqué 160 puntos.
El promedio fue de 100.
(No significaba nada - al día siguiente todavía era un
soldado raso - guardia de cocina)
Toda mi vida he sacado notas como esta, y siempre me dieron
una idea de que yo era realmente muy inteligente. Y me imagino que otras
personas también pensaban de mí lo mismo.
Pero, la realidad es
que, estas notas significan sólo que soy muy bueno para responder a un tipo
específico de preguntas académicas, considerada relevante por las personas que
hacen estas pruebas de inteligencia, y probablemente tienen una habilidad
intelectual como la mía.
Por ejemplo: Conozco a un mecánico que nunca podría pasar una
prueba de estas, que no conseguiría sacar ni 80 puntos. Así que siempre me he
considerado mucho más inteligente que él.
Pero cuando algo le pasa a mi coche y necesito a alguien para
darme un diagnóstico de forma rápida, siempre acudo a él. Mira el coche e
investiga la situación mientras que hace sus pronunciamientos sabios y profundos
como si fueran oráculos divinos.
Al final, siempre repara mi coche.
Así que imagínense si estas pruebas de inteligencia fueran
preparadas por mi mecánico.
O por un carpintero o un agricultor, o cualquier otro que no sea
un académico.
En cualquiera de estas pruebas, seguramente demostraría mi
total ignorancia y estupidez. De hecho, ni siquiera sería considerado un
ignorante, sino un estúpido.
En un mundo en el que no pudiera valerme de mi formación
académica o mi talento con las palabras y tuviera que hacer algún trabajo con
las manos aunque nada complicado me sentiría muy mal.
Mi inteligencia, por lo tanto, no es un absoluto, sino algo
impuesto como tal por una pequeña porción de la sociedad en la que vivo.
Recordemos a mi mecánico de nuevo. A quien le encantaba
contar chistes.
Una vez levantó la cabeza por encima del capó del coche y me dijo:
"Doctor, un sordomudo entró en una ferretería para
comprar unos clavos. Puso dos dedos sobre el mostrador como si estuviera
sosteniendo un clavo invisible y con la otra mano cerrada, imitaba un martillo.
El empleado trajo entonces un martillo. Él movió la cabeza de un lado a otro de
forma negativa y señaló los dedos en el mostrador. Esta vez el empleado trajo
varios clavos, eligió el tamaño que quería y se fue.
El siguiente cliente era un hombre ciego. Que quería comprar
un par de tijeras. ¿Cómo cree que lo hizo? "
Levanté la mano como "cortando el aire" con dos
dedos como tijeras.
"¡No tiene ni idea! Simplemente abrió su boca y usó su
voz para pedir lo que quería"
Mientras mi mecánico reía, dijo: "Estoy haciendo este
truco con todos los clientes"
"¿Y muchos cayeron?", Pregunté.
"Claro. Yo estaba seguro de que iba a funcionar".
"¿Ah, sí? ¿Por qué? "
"Debido a que usted tiene una gran cantidad de estudios
médicos, y otros, sabía que no sería muy inteligente"
Y algo dentro de mí dijo que tenía alguna razón.
miércoles, 1 de marzo de 2017
Hermano Alberto
Hermano Alberto
Alegría y optimismo personificados
El texto que sigue, lo escribí para el Boletín de ACOA, en
agosto de 2014, admirado por la entereza y alegría que respiraba el Hno.
Alberto, de La Salle, a pesar de que ya tenía un cáncer, desde hacía tiempo,
pero que él llevaba como si eso fuera un catarro pasajero.
Hoy, me llaman para decirme que ha fallecido, lo cual, por
esperado no es menos triste y aplastante, enfrentados a ese destino fatal, que
representa la muerte, misteriosa e inevitable, pero siempre dolorosa para los
que quedamos aquí.
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Dicen los ingleses que: Hablar de enfermedades es de mala
educación. Y parece que el Hno. Alberto ha aprendido eso desde niño, porque no
hay manera de que, cuando le saludamos y le preguntamos ¿Cómo está?, conteste
otra cosa que: - ¡Muy bien!…
Pero todos en ACOA sabemos que no está bien. Entre otras
cosas, porque ninguno estamos: ¡Muy bien!, ya que el que más y el que menos,
tenemos ya unos cuantos calendarios. Normalmente, cuando hay que hacer algo de
esfuerzo físico, como mover mesas, traer bebidas y demás, cada uno de nosotros
aducimos una u otra dolencia, para escurrir el bulto, pero el Hno. Alberto,
siempre está ahí. Colaborando en todo lo que se le pide y hasta lo que no se le
pide. Basta que él vea a alguien llevando cualquier cosa de un lado para otro,
para que inmediatamente se acerque a ayudar, sin decir nada. Como si estuviera
ahí, esperando a ver quién lo necesita.
Algunos socios de ACOA, cuando se les habla de él, no lo
conocen por el nombre, así que la forma de identificarlo es muy fácil: ¿Viste
ayer a ese hermano que arreglaba un cable eléctrico subido en una escalera? ¿O,
el que estaba atornillando una bisagra suelta en una puerta? ¿O, el que estaba
podando y arreglando el jardín? ¿O, el que llevaba sillas de a dos, de un aula
para otro? Pues ese es el Hno. Alberto.
En general, los HH. De La Salle, parece que hubieran
aprendido muy bien aquella frase de: “El que no vive para servir, no sirve para
vivir” Y aunque todos son colaboradores y desprendidos, el Hno. Alberto es un
caso excepcional, entre los excepcionales. Esperemos que Dios lo conserve entre
nosotros por muchos, muchos años…
Enrique Gutiérrez y Simón
Madrid 17 agosto 2014
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