lunes, 7 de diciembre de 2009

Chantaje en Vigo

En esta España desmadrada del descerebrado ZP., se obliga a haclar mal, hasta con amenazas judiciales. No ya en las "nacionalidades" que quiere que todo el mundo hable la lengua "vernácula" a la fuerza, sino que, hasta lo que hablamos castellano, debemos hacerlo como dictan las "miembras" del gobierno...

 

Edjunto un artículo de Pérez-Reverte, publicado hoy en la revista XL Semanal, que no tiene desperdicio...

 

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CHANTAJE EN VIGO

 

Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte. XL Semanal, 6 de diciembre de 2009

Vigo. O sea, Galicia. España. Estado moderno –dicho sea lo de Estado con las cautelas oportunas–. Democracia constitucional con supuestos derechos y libertades de cada cual. En mi casa mando yo, resumiendo. Y mi amigo Manolo, que es un ingenuo y se lo cree, necesita cubrir un puesto de auditor. Es una oferta seria y bien remunerada. Así que publica un anuncio en la prensa local: «Se necesita auditor para empresa solvente». Y empieza el circo.

La cosa se encarna en inspectora de Trabajo y Asuntos Sociales, con todas sus letras. Hola, buenas, dice la pava. ¿Cómo es que solicitan ustedes un auditor, y no un auditor o una auditora? Mi amigo, que es hombre culto, conoce las normas de la Real Academia en particular y de la lengua española en general, y no trinca de la corrección política ni de la gilipollez pública, como otros, argumenta que auditor es masculino genérico, y que su uso con carácter neutro engloba el masculino y el femenino desde Cervantes a Vargas Llosa, más o menos. No añade, porque es chico educado y tampoco quiere broncas, que no es asunto suyo, ni de su empresa, que una pandilla de feminazis oportunistas, crecidas por el silencio de los borregos, la ignorancia nacional y la complicidad de una clase política prevaricadora y analfabeta, necesite justificar su negocio de subvenciones e influencias elevando la estupidez a la categoría de norma, y violentando a su conveniencia la lógica natural de un idioma que, aparte de ellas, hablan cuatrocientos millones de personas en todo el mundo. Olvidando, de paso, que la norma no se impone por decreto, sino que son el uso y la sabiduría de la propia lengua hablada y escrita los que crean esa norma; y que las academias, diccionarios, gramáticas y ortografías se limitan a registrar el hecho lingüístico, a fijarlo y a limpiarlo para su común conocimiento y mayor eficacia. Porque no es que, como afirman algunos tontos, las academias sean lentas y vayan detrás de la lengua de la calle. Es que su misión es precisamente ésa: ir detrás, recogiendo la ropa tirada por el suelo, haciendo inventario de ésta y ordenando los armarios.

Pero volvamos a Vigo. A los pocos días de la visita de la inspectora mentada, Manolo recibe un oficio, o diligencia, donde «se requiere a la empresa la subsanación de las ofertas vigentes y la realización de las futuras o bien en términos neutros, o bien referida simultáneamente a trabajadores de ambos sexos». Dicho en corto –aparte la ausencia de coma tras futuras y la falta de concordancia de referida–: o en el futuro pide auditor o auditora, con tres palabras en vez de una, en anuncios que se cobran precisamente por palabras, o deberá atenerse a las consecuencias. Y a mi amigo, claro, se lo llevan los diablos. «O es un chantaje feminista más –se lamenta–, o mi anuncio despista de verdad, y algunas mujeres ignorantes o estúpidas creen que no pueden optar a ese puesto de trabajo. Lo que sería aún más grave. Si lo que tanta idiotez de género ha conseguido es que, al final, una mujer crea que ofrecer un trabajo de auditor es sólo para hombres y no para ella, todo esto es una puñetera mierda.» Etcétera.

El caso es que, resuelto a defender su derecho de anunciarse en correcto castellano, Manolo se pone en contacto con los servicios jurídicos del Ministerio de Igualdad, donde una abogada razonable, competente y muy amable –lo hago constar para los efectos oportunos–, le dice que, con la ley de Igualdad en la mano, la inspectora de Vigo «puede haber creído detectar» discriminación en el anuncio, y que la empresa se expone a una sanción futura si no rectifica. «¿Entonces, la legalidad o ilegalidad de mi anuncio depende de la opinión particular de cualquier funcionario que lo lea, por encima de la Real Academia Española?», pregunta Manolo. «Más o menos», responde la abogada. «¿Y qué pasaría si yo recurriese legalmente, respaldado por informes periciales de lingüistas o académicos?», insiste mi amigo. «Pasaría –es la respuesta– que tal vez ganase usted. Pero eso dependería del juez.»

Es inútil añadir que, ante la perspectiva de un procedimiento judicial de incierto resultado, que iba a costarle más que las dos palabras suplementarias del anuncio, Manolo ha cedido al chantaje, y lo de auditor a secas se lo ha comido con patatas. «Auditor, auditora y auditoro con miembros y miembras», creo que pone ahora. Con mayúsculas. Tampoco está el patio para defensas numantinas. Esto es España, líder de Europa y pasmo de Occidente: el continuo disparate donde la razón vive indefensa y cualquier imbecilidad tiene su asiento. Como dice el pobre Manolo, «lo mismo voy a juicio, colega, me toca una juez feminista y encima me jode vivo». Intento consolarlo diciéndole que peor habría sido, en vez de auditor, necesitar otra cosa. Un albañil, por ejemplo. O albañila.

 

domingo, 6 de diciembre de 2009

Un gobierno insostenible

Dos artículos de la prensa de hoy domingo 6 de diciembre

 

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El naufragio del Gobierno

GERMÁN YANKE - ABC.es - Opinión - Firmas – Domingo 6 diciembre 2009

 

Zapatero ha perdido la capacidad, indudable en su primera legislatura, de colocarse sobre la ola o incluso delante y sortear con habilidad las dificultades. Incluso negando la crisis económica en contra de toda evidencia salió bien parado hasta que se fue viniendo abajo el castillo de naipes sin que se pudieran sostener en pie ni las cartas de menos importancia.

Si antes, para distraer a la opinión pública, hacía de prestidigitador y colocaba el debate en otro lugar, ahora los remedios se le convierten en problemas, incluso mal planteados, como el acuerdo parlamentario para suprimir los crucifijos de los centros escolares que el propio presidente tiene que decir después que no está en su agenda. Si a lo largo de años ha sabido granjearse el apoyo de sectores influyentes para compensar la pérdida de aliento en otros más amplios, ahora se vuelven estas operaciones en su contra: lo que tenía que ser un empeño por proteger la propiedad intelectual se convierte, lamentablemente planteado por la ministra de Cultura, en una rebelión de usuarios de internet. El presidente, entre agotado y desconcertado, tiene que volver a hacer de bombero prometiendo vagamente aclarar lo que haya que aclarar.

Los fuegos artificiales son ya causa de incendios colaterales. La debilidad del Gobierno se nota asimismo en la frecuencia con que deja de lado el papel del lehendakari López en el País Vasco, tan esforzado como importante, por mantener acuerdos con los que ganar un poco de tiempo. El fondo de las desgracias es la economía pero no puede olvidarse el funcionamiento de las instituciones, cuestión en la que es especialmente grave el Tribunal Constitucional y las posibles reacciones políticas a su sentencia sobre el Estatuto de Cataluña por parte de algunos de los socios del Gobierno, incluidos los socialistas catalanes. Frente a la crisis, ni se contiene la sangría del desempleo ni se vislumbra un cambio de tendencia -mucho menos una modificación del sistema productivo porque lo diga el BOE- para cuando, por fin, como si fuese un consuelo, se toque fondo. La vicepresidenta económica, contagiada del optimismo antropológico o de la retórica imperante, dice confiar en que los efectos de la Ley de Economía Sostenible reduzcan el nivel de crecimiento necesario para crear empleo. Suena a explicación tan forzada que, más que tranquilizar, aumenta el pavor.

El desastre y sus riesgos consecuentes pueden verse desde la oposición de dos maneras. Una de ellas, que responde a intereses electorales estratégicos, parece hacerse un lugar en algunos dirigentes del PP como si observaran el descalabro con una sonrisa. Un Gobierno a la deriva y un PSOE incapaz de crítica constructiva o apoyo sólido ante la opinión pública hace que, por primera vez en mucho tiempo, el PP esté no sólo por delante en los sondeos, sino como estimación directa de voto y como preferencia de los votantes más jóvenes. Se diría que basta con ponerse de perfil, subrayar los fallos, y esperar las próximas elecciones para conseguir lo que hace tan poco parecía imposible. Pero hay otra perspectiva, que es la de los ciudadanos, según la cual la gravedad de lo que ocurre exige soluciones alternativas o negociadas que las encuestas no satisfacen. El PP, además, no es sólo una parte de la oposición, una opción minoritaria. Es la única alternancia posible y su responsabilidad incluso, a la postre, la verdadera causa de su éxito electoral es ofrecer soluciones concretas y planes alternativos que generen certidumbre.

 

 

 

 

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Un Gobierno insostenible

JOSÉ MARÍA CARRASCAL - Domingo , 06-12-09 - ABC.es - Opinión - Firmas

 

EL último número de la ministra de Cultura, el presidente y la vicepresidenta primera bate todos los records de descoordinación, improvisación, frivolidad, incapacidad, inestabilidad, cobardía y cinismo, los siete pecados capitales de un Gobierno que ni siquiera acierta ya cuando se equivoca. Que la ministra diga por la mañana que se cerrarán todas las webs que se dedican a descargas ilegales de internet, que por la tarde el presidente, ante la algarabía de los internautas, asegure que no se cerrará ninguna web, y que al día siguiente la vicepresidenta afirme que el presidente no ha desautorizado a la ministra, merece ir al Guinness de desgobierno. ¿A quién le daba razón doña María Teresa, a José Luis o a Ángeles? ¿O se la quitaba a los dos? Vaya usted a saber, como cuando lo del «Alakrana». Cuanta más impresión de coordinación quieren dar, más desbarajuste muestran; cuanta más firmeza aparentan, más clara es su debilidad; cuanto más presumen de eficacia, más meten la pata. Hace un año, el PP estaba solo en el Congreso. Hoy, quien está solo es el Gobierno, con todos los grupos criticándole, aunque alguno le venda sus votos a buen precio para no ser derrotado. Lo que deja aún más evidente su debilidad. Tenemos un Gobierno chantajeable, desde dentro y desde fuera. Ahora sabemos por qué lo primero que hizo la vicepresidenta fue hacer posar a las ministras para Vogue: todo iba a ser apariencia, nada, sustancia.

Nos queda el consuelo de que, esta vez, el gatillazo no se ha quedado en nuevo ridículo, sino que ha tenido una consecuencia positiva: dejar en evidencia esa Ley de Economía Sostenible, que no es economía ni es sostenible, sino decorado, ni siquiera de cartón, sino de papel, que se rompe al primer envite, como acabamos de ver.

¿Qué hacen las descargas de internet en esa nueva ley? Pues lo que el resto de sus componentes: bulto y humo para llenar el globo. El entero mandato de Zapatero ha sido un continuo lanzamiento de globos de colores, que acaban por desinflarse y caen a tierra, con daños más o menos graves: la negociación con ETA, el estatuto catalán, la crisis económica, los secuestros de los piratas, por no hablar de la Alianza de Civilizaciones, que no es un globo, es un dirigible a la deriva. Y cuantos más globos se le vienen abajo, más arrecia su sectarismo. Ya que no puede hacer una política verdaderamente social, demostrar al menos que a progresista no le gana nadie: matrimonios homosexuales, aborto, crucifijos, ¿será el puente de la Inmaculada Constitución el próximo en caer, por incluir a la Virgen? No creo, pues con las fiestas, como con los internautas, no se juega. Los parados pueden esperar, el progresismo, no. Lo malo es que el progresismo no da de comer. Yo diría que el verdadero progresismo es el que quita el hambre. Pero es que yo soy un reaccionario.

 

 

jueves, 3 de diciembre de 2009

Nuestra Gran Timonel forofo

Es posible que, las generaciones futuras, puedan resumir los conceptos de: Ignorante, mal educado, irresponsable, etc. en una sola sigla: ZP.

Adjunto el artículo publicado hoy en la sección de Opinión de ABC, por Hermann Tertsch, con el vergonzoso episodio de un descerebrado haciendo quedar mal a toda España internacionalmente y ganándose a pulso el cabreo del Rey...

 

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Nuestro gran timonel forofo

HERMANN TERTSCH - Jueves, 03-12-09 - ABC.es - Opinión - Firmas

 

YA saben todos Ustedes que una de las herencias pesadas que les dejamos nosotros los españoles a los latinoamericanos es nuestra puñetera manía de la impuntualidad. Ni Carlos I de España y V de Alemania, ni su hijo Felipe II, con todo su rigor extremo en tantas cosas, lograron generar cierto respeto por el horario establecido y pactado previamente entre nosotros. Esta especie de relajación ya no es exclusivamente española y latina. Conozco a nietos de Junckers prusianos, aquellos hidalgos de las tierras más orientales de la antigua Alemania que llegan a las citas con media hora de retraso y sin el menor remordimiento. Sus abuelos quizás no los hubieran fusilado por ello, pero les habrían retirado la palabra durante décadas y quizás también la herencia. Pero les voy a hablar de un caso muy peculiar que nos afecta a todos. Porque todos hicimos alarde de grosería, zafiedad y mal comportamiento el pasado domingo, por delegación en ese presidente del Gobierno que una mayoría de todos Ustedes votó de nuevo para el cargo el año pasado a pesar de ser hoy probablemente el mayor fiasco de liderazgo en Europa y sin duda el dirigente que más daño en menos tiempo ha hecho en tiempos de paz en este continente desde que la memoria nos responde. El pasado domingo, el comienzo del acto inaugural de la Cumbre Iberoamericana en Estoril estaba previsto a las ocho de la tarde. Lo dicho, ya sabemos que algunos de nuestros hermanos latinoamericanos tienen nuestros genes de impuntualidad. Varios llegaron diez minutos tarde. Alguno incluso alcanzó a abusar de ese cuarto de hora que se dice de cortesía por cuestiones de tráfico, que no tiene ninguna excusa cuando los que han de moverse son personas con escoltas, policía de tráfico abriendo paso y muchas veces calles cerradas para evitar contratiempos. La cosa es que a las ocho y cuarto estaba toda la Cumbre Iberoamericana reunida y sólo faltaba una delegación. Esa delegación era la española. El Rey estaba perfectamente preparado y esperando a la delegación una hora antes. Y fue cogiendo un muy considerable cabreo cuando comprobó que el tiempo se echaba encima y que no había noticia de la delegación gubernamental que preside, como no puede ser de otra manera, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Éste no es nieto de un Juncker prusiano, sino de un abuelo franquista y otro que, por haber participado en la represión de la revolución de Asturias, se equivocó de lado a la hora de decidirse con quién estar en los primeros días del levantamiento franquista. Se entregó al bando de Franco en León cuando podía haberse ido libre y directamente a las filas republicanas. Pensaba que estaba más seguro con los alzados en armas. No fue así y lo ejecutaron. Lo que no quiere decir en absoluto que no hubiera corrido la misma suerte en el otro bando. En todo caso, ni su abuelo franquista, del que nunca habla y que era quien le compraba las chuches de pequeño, ni el capitán Lozano, el abuelo del que presume y nunca conoció, le pudieron enseñar puntualidad y respeto a su propio cargo y a las instituciones democráticas. Ni siquiera al Rey. Porque el Rey no puede llegar a un acto antes que su primer ministro. Y por eso, cuando todos los puntuales e impuntuales latinoamericanos y los anfitriones portugueses estaban hartos de esperar y el Rey de España con un enfado monumental, se supo cuál era la razón de tan dolorosa espera. El señor Rodríguez Zapatero había dicho a su corte que él no se movía hacia la inauguración de la cumbre hasta que se pitara el final del partido entre el Barcelona Club de Fútbol y el Real Madrid que se estaba retransmitiendo en esos momentos. El Rey le estuvo esperando tres cuartos de hora y los otros participantes un poco más. Nadie sospecha que si hubieran estado presentes el dictador de Cuba o el caudillo de Venezuela, ambos ausentes, hubiera llegado antes Zapatero. Fue sencillamente la gesta de un culé.

 

lunes, 30 de noviembre de 2009

Juan Carlos I, la Transición coronada

Hubo una vez, una España que era respetada internacionalmente, con un Presidente del Gobierno que decía lo que iba a hacer y hacía lo que había dicho, que cumplía su palabra y respetaba los pactos, nacionales e internacionales, por lo que era y es respetado en todos los ámbitos, no como el chisgarabís que dice gobernar ahora, y que es el hazmereír de todos, propios y extraños, y que quiere hacernos olvidar la Tansición y empezar otra...

 

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Juan Carlos I: la Transición coronada

Juan Carlos I: la Transición coronada

JOSÉ MARÍA AZNAR, presidente de FAES y ex presidente del Gobierno

Lunes , 30-11-09 - ABC.es - Opinión - La Tercera

Creo sinceramente que para la inmensa mayoría de los españoles la Transición que alumbró la Constitución de 1978 constituye un motivo de orgullo común. Pese a la profunda transformación social que ha experimentado España, el aprecio por la Transición y por quienes la hicieron posible continúa teniendo un alcance auténticamente nacional. En todas las Comunidades Autónomas, varones o mujeres de todas las edades, con cualquier nivel de estudios, de izquierda o de derecha, en el campo o en la ciudad, los españoles siguen creyendo que el proceso político que tuvo lugar en España hace ya tres décadas realmente estuvo bien hecho y es para sentirse orgullosos. Es llamativo que esa convicción haya permanecido casi intacta durante tanto tiempo, porque la costumbre de la libertad puede hacernos perder la perspectiva histórica e incluso hacernos creer que la democracia llegó a España porque tenía que llegar, porque ya nos tocaba. Pero eso nunca ocurre en ningún lugar. Si hay motivos de orgullo es porque se sabe y se reconoce que en el alumbramiento de nuestra democracia hubo mucho más que el simple flujo natural de las cosas. Sin duda, existían las condiciones en las que el tránsito era posible, pero eso no aseguraba el éxito.

España afrontó la Transición en medio de un proceso de turbulencias económicas y políticas de alcance mundial que inmediatamente se convirtieron en una crisis de empleo hasta entonces desconocida. La conflictividad social se extendió rápidamente, y entre 1975 y 1980 se produjeron más de 450 muertes causadas por algún tipo de violencia política. El legado del autoritarismo pesaba en la economía, en la sociedad y en la cultura política, y dificultaba el retorno de la sociedad civil.

Los retos que hubo que abordar eran difíciles uno a uno; pero eran mucho más que eso cuando coincidían en el tiempo, y justo en el momento en el que nuestro país se esforzaba por alcanzar su libertad. Transformar el legado del autoritarismo en una democracia moderna y en un país abierto y próspero exigió mucho más que «permitir» el cambio: exigió «hacerlo posible», trabajar para ello. No bastaba con dejar hacer a la sociedad. Había que animarla, orientarla y ofrecerle caminos por los que avanzar en unas circunstancias adversas, con miedo e incertidumbre y con una ayuda exterior menos generosa de lo que cabía esperar. España permaneció fuera de las Comunidades Europeas hasta 1986, e hizo la Transición casi siempre con el viento en contra. Si todas estas dificultades se vencieron no fue porque se dejó que las cosas simplemente siguieran su curso. Si nadie hubiera tenido la claridad moral, la inteligencia política y el coraje personal necesarios para hacer que fueran como afortunadamente fueron, las cosas habrían sido muy distintas.

En los momentos de crisis y desorientación es precisamente cuando se revela el auténtico sentido y el valor de las ideas y de los principios políticos. Ellos son los que nos permiten encontrar el rumbo y mantenernos firmes en él pese a todo, cuando no hay puntos de referencia claros y cuando todo está aún por crear. Es la única compañía segura cuando se sienten la soledad del cargo y el peso de la Historia. La decisión de construir un país para todos los españoles fue la clave que orientó el proceso hacia la política de la reconciliación. Fue también la que fijó el nivel de exigencia moral necesaria en el punto más alto posible, porque abordar la tarea de hacer una España para todos era algo que nunca habíamos sabido hacer. Incluso había quien creía que los españoles padecíamos algún tipo de maldición histórica que nos inhabilitaba para la vida pacífica en una sociedad abierta. Afortunadamente, decidimos desafiar a nuestra Historia.

Hoy, cuando son tantos los problemas que tenemos pendientes, es necesario recordar que éstos no son el legado de la Transición, sino el resultado de nuestros propios actos, porque en 1978 culminó la creación de un sistema de libertades pleno. El primer instrumento para ese desafío histórico fue la Ley para la Reforma Política, cuya aprobación en referéndum puso fin a la política de la ruptura que algunos patrocinaban. Este hecho es fundamental y no siempre es suficientemente recordado: fueron las urnas las que acreditaron, fijaron y legitimaron el modelo de transición que finalmente tuvo lugar. Fueron los españoles los que eligieron la reforma y rechazaron la ruptura.

En España se acudió a las urnas para abordar las cuestiones políticas esenciales en 1976, en 1977, en 1978 y en 1979. Fue un proceso político en el que cada paso se dio para el pueblo español, pero también -y aún más importante- «con» el pueblo español. Esto es lo que ha hecho posible que la Transición y la Constitución hayan sido sentidas siempre por los españoles como hechos de los que nosotros mismos fuimos protagonistas. Porque realmente lo fuimos. Algo que contrasta vivamente con la distancia y la impostura que caracterizan invariablemente las iniciativas políticas de quienes pretenden erosionar el valor normativo de la Norma Fundamental.

Conviene recordar esto especialmente a los más jóvenes, porque padecemos un ambiente político enrarecido por el deseo, minoritario pero estridente, de poner en duda la base misma de nuestra convivencia mediante la idea de que se trata de una democracia impuesta. Quienes dentro de unos días esperarán pacientemente su turno para contemplar la sede de la soberanía nacional no venerarán lo que se hizo en 1978, sino que celebrarán, como cada año, el hecho de que desde esa fecha disponen plenamente de su voz y de su voto. Si además los españoles guardamos un profundo sentimiento de orgullo colectivo por nuestra Transición, es porque reconocemos en ella un modo especialmente elevado de ejercer la libertad: la Transición es el fruto de la libertad que se ejerce teniendo presente el bien de todos.

Esto es lo que debemos aprender y esto es lo que debemos recordar y premiar como ejemplo que debe pervivir en nuestra memoria común: no sólo que las cosas salieran bien, sino que en mitad de la niebla de la Historia se eligiera el camino recto que nos condujo hasta la libertad. Por eso las cosas salieron bien. Su Majestad el Rey Juan Carlos encarna esa decisión primera que puso en marcha todo lo demás. Su persona fue la clave para que España coronara la conquista de su libertad, coronara su transición a la democracia. Por esta razón, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, que tengo el honor de presidir, ha acordado conceder al Rey el I Premio FAES de la Libertad. Es un premio a Su Majestad por su contribución personal a la conquista de la libertad política en España como fruto de un esfuerzo intelectual y moral ejemplar. Es un premio a la institución que encarna. Lo es también a toda una generación de políticos españoles que supieron fijar la altura a la que el país y ellos mismos debían estar, y cumplieron; una generación que Su Majestad guió y encabezó. Finalmente, FAES premia al Rey como símbolo del pueblo español que quiso ser libre, y lo fue. Para FAES constituye un inmenso honor que Su Majestad haya aceptado recibir este premio.

G. K. Chesterton escribió que la mediocridad probablemente consiste en hallarse delante de la grandeza y no darse cuenta de ello. Hay mucha grandeza en el pueblo español y la hay en su Rey. Necesitamos recordárnoslo porque en ocasiones padecemos la tiranía de quienes simplemente son incapaces de comprender la magnitud de la empresa histórica que es la democracia española.

Para todos, feliz fiesta de la Constitución. Feliz fiesta de la libertad.

 

jueves, 26 de noviembre de 2009

El George W. Bush español

Adjunto una sorprendente TERCERA de ABC de ayer, donde un catedrático anglo sajón, nos explica lo que muchos intuíamos, pero no teníamos la capacidad de análisis de una mente entrenada... "En cierto senti, todos somos españoles", dice el autor, y su análisis, no sólo de los que ocurre en España y ha ocurrido ya en USA, sino de lo que puede ocurrir, es verdaderamente esclarecedor...

¡Vale la pena, dedicarle unos minutos que, nos serán perdidos!.

 

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El George W. Bush español

ABC.es - Opinión - La Tercera - Miércoles, 25-11-09

J. H. H. WEILER, Catedrático de la Facultad de Derecho

de la Universidad de Nueva York y Catedrático Honorario de la Universidad de Londres

 

Existe un consenso generalizado, incluso entre los que votaron por él, de que George W. Bush ha sido el peor presidente de Estados Unidos que se recuerda y que ha infligido a Estados Unidos un daño a largo plazo que, en algunos casos, tardará generaciones en repararse. Sus «proezas» en política exterior son famosas y han tenido como consecuencia la erosión de la reputación y la influencia de Estados Unidos y la pérdida de respeto, además de llevar al país a un abismo sin precedentes. Económicamente heredó un mercado sólido y unas políticas fiscales y monetarias responsables. Todo lo que tenía que hacer Bush era seguir en la misma línea, pero manteniéndose alerta. Su negligente forma de hacer las cosas, no sus políticas, fueron lo que facilitó que se produjera la catastrófica crisis del otoño de 2008. La herida más profunda se ha producido en el terreno de lo social. Con sus políticas, pero sobre todo con su actitud y su retórica, agrandó las divisiones políticas, acentuó las diferencias sociales y prácticamente satanizó a la oposición. Lo más destacable de su persona era su impresionante desconocimiento de sí mismo, el increíble desajuste entre la percepción que tenía de sí y la que tenían los demás.

Está claro que España no es Estados Unidos. Pero hay unos parecidos asombrosos entre el daño que causó Bush y el que está causando José Luis Rodríguez Zapatero, y que de hecho, también se debe a su personalidad. Incluso muchos de los que antes defendían a Zapatero están empezando a pensar que la historia lo juzgará como el George W. Bush español. En política exterior, no recuerdo un declive tan precipitado en la influencia o el estatus de ningún Estado miembro de la UE. Cuando Zapatero asumió el cargo, España, gracias a sus logros internos y al sobrio liderazgo de sus dos predecesores, -junto con la siempre elevada profesionalidad del cuerpo diplomático español-, había llegado a considerarse parte del club de líderes. Nada que tuviera trascendencia sucedía en Europa sin el «consejo y el consentimiento» de facto de España. En la escena mundial, su relación especial con Iberoamérica y un importante papel mediador entre Europa y Estados Unidos, -aunque sin el bagaje de los británicos-, subrayaba la importancia de España. Actualmente, en parte como consecuencia de la propia imagen del Presidente español, -a pesar de las «matizaciones» del Elíseo-, y en parte por una reivindicación extrema, al estilo de Grecia, de los intereses españoles, y también, en parte, por una ausencia casi total de iniciativa y liderazgo europeos, Zapatero está en la photo-finish con Berlusconi en la cola de la liga de los líderes de grandes Estados. Y a España se la trata como a un pasajero problemático en el barco o como a un cliente al que comprar y vender. En el plano internacional, gestos como su insulto infantil a la bandera estadounidense y unas poses torpes en otros escenarios internacionales, que ni siquiera su muy capaz ministro de Exteriores puede enmendar, han hecho que España sea sencillamente irrelevante en la mayoría de las crisis mundiales, un actor principiante, aunque consiguió entrar por los pelos en el G-20.

Económicamente, todo lo que Zapatero tenía que hacer era seguir diligentemente la ruta marcada por Aznar y tener cuidado con los icebergs. En lugar de ello, se quedó dormido en el puente de mando. Su negligencia es igual de flagrante que la de Bush, enmascarada durante un tiempo por la situación mundial. Ahora que otros países empiezan a recuperarse, la espantosa situación a la que ha llevado la mala gestión económica de Zapatero está a la vista de todos. España vuelve a ser el enfermo de Europa.

Sin embargo, a la larga, lo que se juzgará como la herida más duradera será el impacto de su manera de hacer en la estructura política del país. Independientemente de la opinión que se tenga en materia de política social, uno no puede sino deplorar su retórica polarizadora, su gusto por el enfrentamiento cultural, su satanización de sus adversarios y su vulgar forma de abordar cuestiones delicadas como la historia reciente o el tema del aborto. Zapatero es un verdadero Bush español. Su complicidad oportunista con el Estatuto de Autonomía catalán, que ahora se ha convertido en modelo para un nuevo acuerdo constitucional, desastroso, en marcha en las otras regiones de España, agrava todavía más las cosas. En España, por motivos históricos, el federalismo clásico nunca se ha intentado. De los Estados de más éxito del mundo, muchos son federales; piensen en Alemania, Australia, Canadá o Estados Unidos. ¿El secreto? Una identidad nacional fuerte y unificadora con una descentralización pragmática del poder que tiene como consecuencia un sistema de Gobierno eficaz que da a los ciudadanos el control de su vida. El Estatuto catalán, por su vocabulario e interpretación política de la identidad catalana, representa un degenerado paso hacia atrás de la estructura constitucional y de cualquier modelo federal. Vuelve a los años veinte, a la caída del Imperio Otomano y al renacimiento de los Estados nacionales liberados. En ese mundo, la imaginación política no podía concebir un pueblo que no fuera «puro», «orgánico», que en cambio fuera multicultural o multiétnico. No sé si esa es para alguien la solución «progresista». En mi opinión, son sólo infames «Regímenes de Minorías», que reconocen, igual que hace el Estatuto catalán, la identidad nacional separada de estas minorías y les concede diversos grados de autonomía. Esta forma de pensar en este ámbito dio lugar más adelante a los amargos y patológicos resultados de la limpieza étnica. En sus aspectos menos enfermizos, aviva los llamamientos tribales al cese de la convivencia, y en su interpretación común resulta sencillamente desmoralizadora por su incapacidad de replantear como una expresión de la España moderna a un único pueblo español rico y unido en su diversidad, demostrando esa característica esencial de Europa: una Tolerancia Constitucional que se alegra de definir comunidad y nación en términos inclusivos traspasando las líneas anticuadas de «lo ajeno». El acuerdo constitucional que actualmente se debate en España no es un regreso al futuro, sino un salto hacia el pasado, del que la mayor parte de Europa se ha librado. No es sólo un deprimente fracaso espiritual. Bélgica optó por un camino similar y los sucesivos y desastrosos acuerdos constitucionales ahora se han afianzado en miniestructuras de poder interesadas que hacen que el país sea cuasi disfuncional. Al igual que pasó en Bélgica, una vez que se ha salido, será imposible volver a meter la pasta de dientes en el tubo.

El Estatuto catalán también incluía una divisiva «ley de derechos», consecuencia de una emboscada constitucional por parte de la extrema izquierda. Deus ex machine; las demás regiones quieren lo mismo. ¿Derechos humanos y este tribalismo? Casi una contradicción en sus propios términos.

Zapatero, más preocupado por su destino político electoral y el de su partido, les siguió alegremente el juego y respaldó este proyecto tan poco imaginativo para el futuro de España. No subestimo su perspicacia política. ¡Bush también salió elegido para un segundo mandato! Pero la complicidad en el desmembramiento constitucional de la nación española es el acto de un político de tres al cuarto, no el de un hombre de Estado, algo que el Tribunal Constitucional debería tener en mente. La historia será implacable si no lo hace. Muchos de ustedes rezongarán que quién soy yo, un judío estadounidense, para darles a los españoles un sermón sobre sus asuntos internos. Y yo les puedo responder en un tono desafiante que quiénes son ustedes para poner objeciones. España es uno de los pocos países cuya profunda influencia a la hora de dar forma al mundo en el que vivimos y en el que seguiremos viviendo durante siglos lo convierte -metafóricamente hablando, por supuesto- en patrimonio de todos los ciudadanos del mundo.

En cierto sentido, todos somos españoles; y ustedes, los ciudadanos de España, en cierto sentido, no son más que los guardianes, los fiduciarios de ese gran patrimonio mundial llamado España y la nación española. Tengan cuidado de que su George W. Bush no consiga traicionar su confianza, la confianza de todos nosotros.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Sitel, la máquina del miedo

Ayer, Hermann Tertsch, publicaba este artículo en ABC, y hoy, el ministro del interior, a quien Tertsch llama "Fouché Pérez Rubalcaba", amenazó a dos diputados del PP en el mismo Congreso diciéndoles: "Veo todo lo que haces, escucho todo lo que dices"...

Como veis, la predicción de H.G. Wells en "1984" y su Gran Hermano, ya han llegado, por lo menos a España, que tiene un gobierno que no resuelve los problemas de los ciudadanos, pero para vigilar a la oposición, y probablemente a todos nosotros, son unos maestros.

 

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Sitel, la máquina del miedo

HERMANN TERTSCH - ABC.es - Opinión (martes 17 de noviembre de 2009)

BUENO, pues parece que de algo ha servido la Convención Nacional de Bienaventuranza del Partido Popular en Barcelona si más allá de loas al líder, algunos de sus dirigentes se han decidido a hablar del espionaje telefónico al que pueden estar sometidos todos y cada uno de los españoles por parte del Gobierno. Eso al fin y al cabo es hablar de la defensa de la libertad en uno de sus elementos básicos que son la privacidad y el derecho a la intimidad. Aunque en otros asuntos claros para la libertad de la ciudadanía el PP de Mariano Rajoy parece tener tan interiorizado el discurso de la hegemonía socialista que es incapaz de poner pie en pared, algo es algo. Muchos querríamos que la energía que pone Rajoy en dejar claro que en su partido se hace sólo lo que él quiere porque «las listas las hago yo», se utilizara para denunciar y hacer frente a los constantes abusos y desmanes del Gobierno socialista. Que no pasara un día sin que se denunciaran otras 24 horas sin explicaciones del Gobierno sobre el chivatazo de miembros de la policía a ETA para evitar las detenciones en la operación del bar Faisán. Que es sólo un ejemplo. O que los populares hubieran sabido celebrar el 20 aniversario de la caída del Muro como una conmemoración de las ideas de libertad frente a una izquierda enormemente incómoda con aquella miseria del socialismo real con el que tantas cosas tiene en común el radicalismo adanista e izquierdista del Gobierno Zapatero. Que los socialistas se quisieran olvidar de este acontecimiento clave en la historia del siglo XX y un hito de la victoria de la democracia liberal era lógico. Que en el PP sólo se acordara de la fecha Esperanza Aguirre es una tristeza y demuestra que en Génova la lucha por la victoria de las ideas que dice representar cuenta al parecer menos que la búsqueda de una especie de continuo apaciguamiento del adversario político que claramente tiene por objetivo su liquidación o neutralización como fuerza alternativa en la democracia española.

El sistema de interceptación de comunicaciones SITEL es un aparatito que puede ser muy útil para la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo. Por eso se compró en su día durante la última legislatura de José María Aznar. Pero entonces se pidieron unos informes jurídicos y se vio que la fórmula hace prácticamente imposible un control judicial real y efectivo sobre su utilización. Y que las posibilidades de abuso y manipulación de las escuchas lo convertían en muy dudosamente constitucional. Pues imagínense este aparatito SITEL en manos de unos policías socialistas como los que mantiene como cargos de confianza el señor Fouché Pérez Rubalcaba que son capaces de colaborar con ETA para no fastidiarle un poco a Zapatero su plan de paz infinita con los terroristas que desarrollaba cuando se produjo el chivatazo. Esos no son solo capaces de espiar conversaciones de Dolores de Cospedal o de Esteban Gonzalez Pons para utilizarlas como les venga en ganas, en estado puro o con adulteraciones que crean necesarias. Para su filtración a medios amigos o para cualquier otro uso inconfesable. A partir de una sola persona pueden controlar conversaciones y movimientos de todo su círculo por amplio que sea y ejercer sobre ellos presión, chantaje y sobre todo intimidación. Porque está claro de que de un tiempo a esta parte son muchos, políticos, empresarios o periodistas que tienen la certeza de que sus conversaciones están controladas. Y hay algunos que han visto como su entorno recibe llamadas amenazantes destinadas a perjudicarles profesional o personalmente como personas adversarias o especialmente incómodas para este Gobierno y su lucha por ocultar a toda costa su incompetencia y sus fracasos. Pero el efecto fundamental de esta opacidad del uso del SITEL está en la generación de miedo. En la parálisis que genera en muchos ciudadanos descontentos la convicción de que, siendo permanentemente vigilados, quedan a merced de políticos, policías y jueces socialistas. Es un salto cualitativo en la lucha contra la discrepancia que da miedo. Y con razón.

 

domingo, 8 de noviembre de 2009

Lealtad constitucional

Otro, retrato triste, pero desgraciadamente real, del falso, mentiroso e incapaz gobierno que padecemos en España.

 

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Lealtad constitucional

JOSÉ MARÍA CARRASCAL - Domingo, 08-11-09 - ABC.es – Opinión - Firmas

CUANDO las cosas van mal, reclama el apoyo del PP. Cuando se normalizan, le machaca. Ésa es la táctica del gobierno Zapatero, y le va muy bien. Los éxitos son sólo suyos. Los fracasos, de todos. He dicho éxitos figurativamente porque hasta ahora no ha tenido ninguno. Fracasos, en cambio, abundantes y sonados. Pero para ellos reclama el apoyo de la oposición. Y si no se lo da, la acusa de desleal y antipatriota. Así se las gasta esta gente. Pasó con la negociación con ETA. ¿Cuántas veces advirtió el PP que era contraproducente? Y ¿cuántas veces acusó el Gobierno al PP de ser desleal? Las mismas. Algo parecido puede decirse de los nuevos estatutos, de la crisis económica y, ahora, del secuestro del «Alakrana». ¿Por qué no se dispuso el embarque de personal militar a bordo de los pesqueros que faenan en las aguas somalíes tras el apresamiento del «Playa de Bakio», como pedía el PP? ¿Era producto de una política que usa las Fuerzas Armadas sólo para desfiles y «misiones de paz» o creían que con pagar el rescate, los piratas iban a darse por contentos? Pues ahí tienen a los pesqueros españoles convertidos en su objetivo favorito, como tienen a nuestra economía a la cola de la recuperación tras aplicarle la receta Zapatero. Nuestro paro es el doble que el de los demás y los piratas piden un rescate triple que el anterior. Y si pagar es la política del Gobierno en estos casos, ¿cómo pudo ocurrir la tremenda descoordinación entre Defensa y Justicia, capturando a dos piratas y trayéndolos a Madrid, sabiendo que eso iba a complicar el rescate? ¿O quiso darse la impresión de fuerza cuando no se estaba dispuesto a usarla, que es la mayor muestra de debilidad?

Pese a ser dramática la situación en que ha desembocado tanta incompetencia, más grave aún es la actitud de un gobierno que exige silencio hacia ella y pide a la oposición una «lealtad constitucional» que él nunca ha tenido. Escudándose en unos marineros apresados y en la angustia de sus familias, tiene la desfachatez de pedir «confianza», cuando la ha malgastado en experimentos políticos e improvisaciones continuas que han terminado en fiasco tras fiasco. El primer desleal con la Constitución ha sido un gobierno que prometió a ETA lo que no podía darle; a los nacionalistas, lo que era imposible concederles; a los españoles, inmunidad frente a la crisis económica; a los pescadores, una defensa que no servía para nada y a los piratas, aparte de cuantos millones de dólares quisieran, forzar en lo posible el sistema jurídico español, que ya veremos cómo va a conseguir. Y encima de todo ello, quiere que estemos callados. No sólo la gente de su partido. La oposición, también. Por «sentido de Estado». ¿Qué Estado, cabe preguntar, si lo está dilapidando y arruinando un día tras otro?

 

jueves, 22 de octubre de 2009

Tan lejos de Francia

Dos artículos publicados ayer en ABC, donde se muestra el radicalismo fundamentalista, muy "progre" y muy "bolivariano", que apdecemos los españoles con un gobierno absolutamente demencial... Le decía ZP a su mujer que: "hay cientos de miles de españoles que pueden hacer este trabajo". Probablemente tiene razón y, seguramente, cualquiera lo haría mejor que él...

En todo caso, me quedo con una frase de cada artículo: "Y no sé qué prima en mí, si la envidia o la vergüenza"...  y "La dictadura de lo políticamente correcto se quita leyendo".

 

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Tan lejos de Francia

GABRIEL ALBIAC - ABC.es - Opinión (miércoles 21 de octubre de 2009)

 

LA carta de Guy Môquet vuelve, con el inicio del curso escolar, a abrir polémica en las aulas francesas. Y resulta difícil entender, desde aquí, por qué esa polémica es tan importante; el embrutecimiento moral de la política española incapacita para ciertos matices. Aunque en esos matices esté lo único que importa.

La primera medida -como tal planteada y como tal cargada de gravedad simbólica- de Nicolas Sarkozy al hacerse cargo de la Presidencia fue instituir la lectura obligada, en el inicio de cada curso escolar, de la carta testamentaria de Guy Môquet. Menos de un folio. Escrito a lápiz sobre una cuadriculada hoja de cuaderno. La caligrafía es infantil. Pero es que quien la escribe tenía exactamente diecisiete años y medio en la víspera de aquel 22 de octubre de 1941 en que va a ser fusilado. Es el más joven de los veintisiete rehenes ejecutados en Chateaubriant por las fuerzas de ocupación alemana, como represalia por el atentado que acabó con la vida del Feldkommandant de Nantes, Karl Hotz, dos días antes. Môquet caía a mano: estaba ya en la cárcel desde hacía doce meses, así que no había ni que tomarse la molestia de ir a buscarlo. En octubre de 1940, un chaval de dieciséis años había sido detenido por repartir panfletos. Suficiente para ser fusilado a los diecisiete.

Guy Môquet era comunista. Si es que a esa edad alguien puede ser algo. Nicolas Sarkozy tal vez sea el Presidente francés más lejano -y aun más hostil- a cualquier forma de izquierdismo que haya tenido la Francia del último medio siglo. La decisión inaugural de su mandato tomaba, por ello mismo, un claro peso simbólico, cristalizado en la línea final de aquella breve despedida: «los que sigáis vivos, haceos dignos de nosotros, los veintisiete que vamos a morir».

La paradoja gira en su bella complejidad estos días de inicio de curso en Francia. Un Presidente anticomunista consagra la dignidad nacional que recae sobre la figura de un joven héroe comunista de la Resistencia. Y una parte importante de la izquierda escolar francesa se opone a esa liturgia, por juzgarla incompatible con el carácter impecablemente laico de la escuela pública, esa gloria mayor de la República y la más imperecedera, la que teoriza el Condorcet de 1792 («ningún poder público tendrá ni autoridad ni crédito para impedir la enseñanza de teorías contrarias a su política particular o a sus intereses momentáneos») y a la que Lakanal da cuerpo de ley en 1794, sobreponiéndose, dice, a los más mortíferos vaivenes de un Estado en quiebra, para «elevar un templo eterno y sin precedente conocido a todas las artes, a todas las ciencias, a todas las ramas de la industria humana»; esa que culmina en la ley de instrucción publica de 1905. Ninguna orientación, ni moral ni ideológica, debería recibir el maestro de quien gobierna: ni buena ni mala; porque toda orientación que viene del poder, aun la mejor intencionada, se trueca en pésima al ser trasplantada a la escuela. La escuela es un espacio sagrado -el único-, al abrigo de cualquier política y de cualquier partido y de cualquier Presidente.

No sé cuál de las dos tesis que se confrontan estos días en los liceos franceses tiene razón. Lo más verosímil es que la tengan ambas. Porque ambas parten de un territorio común: el de la garantía ciudadana frente a tentaciones intervencionistas de cualquier gobierno. Veo el desguace que hicieron los políticos españoles de la enseñanza en los veinticinco últimos años: la docencia, convertida en una necia pedagogía de valores al correcto servicio del partido dominante. Y no sé qué prima en mí, si la envidia o la vergüenza.

 

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Griñán no censura a Alcántara

ANTONIO BURGOS - ABC.es - Opinión (miércoles 21 de octubre de 2009)

 

ANTIER noche asistí a uno de esos espectáculos de liberalismo y consenso que cada día van siendo más raros en esta enfrentada y dual España radicalizada que nos estamos inventando entre todos. Aunque bien es cierto que fomentada por unos más que por otros. Y más desde arriba, desde la cúspide del poder político, que desde la calle de los eventos consuetudinarios como la manifestación contra un aborto que por birlibirloque quieren transformar de delito en derecho.

El espectáculo que refiero fue en la Casa de ABC en Sevilla. Se entregaba el premio Romero Murube a Manuel Alcántara, por un bien plumeado artículo sobre el retorno a Sevilla de los papeles de Rafael Cansinos Assens, publicado en la sección diaria que el poeta malagueño mantiene en los periódicos de Vocento desde hace creo yo que dos siglos o tres. El premio se lo entregaron a Alcántara, al alimón, Catalina Luca de Tena, presidenta-editora de ABC, y José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía. Y aquí vino el espectáculo de liberalismo que hay que comentar, pues merece la pena y es de justicia.

En la ciudad donde un ayuntamiento autotitulado de progreso prohíbe totalitariamente un acto literario en el cincuentenario de Agustín de Foxá, argumentando que el autor del romance a la muerte de Don Alfonso XIII en un hotel de Roma era falangista; en esa misma Sevilla, Griñán, un señor del mismo partido que gobierna la municipalidad censora, hizo la pública laudatio de un escritor malagueño que empezó a publicar en «La Hora», que era la revista del SEU, y que luego colaboró en «Arriba», que era de la Prensa del Movimiento, y en el «Pueblo» de los sindicatos verticales. No se le cayeron los anillos de la progresía a Griñán al hacer el elogioso retrato literario y humano de Alcántara. En la Casa de ABC, y quizá sin saberlo, Griñán ponía en práctica con su discurso laudatorio de Alcántara una de las máximas del fundador del periódico, de don Torcuato Luca de Tena y Alvarez-Ossorio: «Resaltar el mérito allá donde se halle». ¡Qué bonita es la libertad!, pensaba, recordando a tantos correligionarios de Griñán que antes de citar a un escritor miran su ideología. O la caricatura manipulada e intencionada que a menudo pasa por su ideología.

Manuel Alcántara escribió en «Arriba». Sí, y en «Pueblo». ¿Pasa algo? Y en aquellos tiempos tardoimperiales, añado, hacía en Radio Nacional, que no era entonces precisamente La Pirenaica, unos poemas en prosa al cierre nocturno de la emisión, titulados «Buenas noches, Europa», que eran una delicia de escritura, y más leídos por su voz de poeta, con su acento de la mar de Málaga, de la mar de gracia. Alcántara no es derechas ni de izquierdas, ni de este régimen ni del anterior, ni progre ni facha. Manuel Alcántara es de Málaga, es de la hermosura de la palabra, es de la vida, es de la esperanza, es del amor, es de la muerte: «Cuando se acabe la muerte/ si dicen a levantarse,/ a mí que no me despierten».

¿Por qué hizo Griñán ese elogio liberal del poeta, del articulista, del hombre, del andaluz? Porque ha leído. Y ha leído a Alcántara. La dictadura de lo políticamente correcto se quita leyendo. Hay que conocer muy bien la obra literaria y periodística de Manuel Alcántara para recordar lo que evocó Griñán: sus magistrales crónicas de boxeo en el diario «Marca», cuando era también, lagarto, lagarto, de la Prensa del Movimiento y uno de los periódicos mejor plumeados de España, según dijo Griñán, que citó también a Antonio Valencia o a Jesús Fragoso del Toro entre las firmas que leía en aquel diario. Como Griñán elogió a Alcántara, y como remate relacionó su obra con la José Antonio Muñoz Rojas, digo yo que tan difícil no tiene que ser entender la cultura sin el Index Librorum Prohibitorum con el que los progres te pegan en toda la boca. Debe de ser cuestión de haber leído.

 

martes, 20 de octubre de 2009

Moratinos en Cuba

El Ministro de Asuntos Exteriores de España, visita nuevamente Cuba, en su política de acercamiento a los Castro, y olvido del pueblo cubano.

Tres artículos relacionados, publicados ayer en el diario ABC.

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Infalible en la vileza

GABRIEL ALBIAC  ABC.es - Opinión - Firmas - Lunes, 19-10-09

 

NADA hay de ilógico en que quien fuera el más incondicional promotor de Yassir Arafat en Europa esté rindiendo pleitesía ahora a Fidel Castro. No es fácil precisar cuál de ambos déspotas carga con mayor tasa de asesinatos: si el cubano o el palestino. Miguel Ángel Moratinos corta por lo sano: ama a ambos. Y yo estoy seguro de que ese amor es, por igual, sincero. Y estoy seguro también de que ese amor nos envilece a todos los que pagamos el fantástico sueldo de su incompetencia y de su aún más terrible indiferencia moral.

Nada hay de extraño. Arafat fue el gran patrón mundial del terrorismo, a lo largo de cuatro décadas. No sólo el asesino de indiferenciados ciudadanos israelíes, no sólo el cerebro final de criminales atentados contra aviones de pasajeros que, en el final de los años sesenta, hicieron gala de una crueldad inimaginablemente arbitraria, no sólo la mente de la cual partió la masacre de atletas en la Olimpiada de Munich, no sólo el patrocinador de ETA o de la RAF alemana, no sólo el animal de presa que sólo sabía matar y hacer matar... Fue también el inmenso ladrón que se apropió, en cuentas suizas bajo su control personal exclusivo, de la fundamental tajada que salía de las ayudas internacionales con destino a Palestina: esas ayudas suponen el fondo humanitario más importantes desde el fin de la segunda guerra mundial; ninguna riqueza económica se ha derivado de ellas para la población de Cisjordania y Gaza; pero Arafat murió siendo uno de los hombres más ricos del mundo. Exactamente igual que morirá ese Fidel Castro por cuyos servicios de inteligencia pasa buena parte del negocio de la cocaína en la zona; el mismo que impone su locura sobre una isla que era rica y culta cuando él tomó el poder y que es hoy sólo un inhabitable pozo de abyección y miseria. Miguel Ángel Moratinos sabe elegir muy bien a sus amigos.

Con pocas gentes como con los cubanos está en deuda España. Por la perseverante canallada contra ellos cometida durante más ya de medio siglo. De ningún sitio -si exceptuamos la URSS de la guerra fría- le ha llegado al demente dictador una ayuda material más continua y más sin límites. Franco estuvo entre los poquísimos gobernantes que no aceptaron el bloqueo estadounidense de la isla, y del comercio hispano-cubano hicieron gala mayor siempre los más inequívocamente fascizantes de sus ministros. Murió Franco. Llegó la democracia. No hubo, desde el inicio, un solo presidente que no se derritiera al contacto del dictador barbudo. Las fotos de Felipe González junto al Tirano Banderas caribeño y un par de fastuosas mulatas, en el típico estupendo antro sólo para turistas de la Habana, figuran entre lo más obsceno de la España contemporánea. Las proclamas de amor al déspota de Fraga Iribarne no le quedan muy lejos. Sólo Aznar rompió esa inercia. Con la básica lucidez de llamar asesino a un asesino. Duró poco.

España tiene una deuda con los cubanos: la de que tanto sinvergüenza se enriqueciera, bajo Franco, con el comercio castrista; la de que aún hoy tanto negocio sexo-turístico engrose las arcas de honradísimos empresarios españoles. Una deuda que el presidente Rodríguez Zapatero y su ministro Moratinos no están haciendo sino aumentar vertiginosamente. Y es hora de decir que sobre los amigos de los asesinos cae una equitativa cuota de la sangre que los asesinos vierten. Aunque habiten, esos amigos, en el empíreo madrileño, hasta la cual las salpicaduras de la sangre parece que no alcanzan. Y es hora de decir que nada, absolutamente nada, lavará moralmente la infamia acumulada por los amigos de Arafat y Fidel Castro.

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«Me entristece que Moratinos venga a Cuba a bendecir la opresión»

(El disidente cubano Oswaldo Payá,)

 

CARMEN MUÑOZ | MADRID - ABC.es - España - Noticias de Política - Lunes, 19-10-09

 

Poco antes de que el ministro de Exteriores español emprendiese un nuevo viaje a La Habana, el opositor cubano, Premio Sajarov 2002 del Parlamento Europeo, denunció a este periódico la nueva oleada represiva contra su movimiento. En concreto, las amenazas y detenciones que en los últimos dos o tres meses sufren los promotores del Proyecto Varela, que propone un referéndum previo a una apertura democrática.

-¿Qué esperanzas tiene en este viaje del ministro a la Isla?

-Si miro las visitas anteriores no puedo hablar de esperanza, porque hay un esquema atrasado de que el objetivo son las mejores relaciones con el Gobierno cubano por parte del español. Eso no incluye ningún beneficio para el pueblo, son a costa de silenciar la exigencia de liberar a los presos políticos y el respeto a los derechos humanos.

-¿Le decepcionó saber que la reunión con los disidentes no está en su agenda?

-La agenda del Gobierno socialista respecto a Cuba incluye la exclusión del pueblo, la condición que pone La Habana para una buena relación.

-¿Estaría dispuesto a reunirse con otro alto cargo de Exteriores, si así se lo propusieran, como ocurrió en 2007?

-No es digno que hablemos de ello porque nadie nos ha hablado de eso.

-¿Qué espera de la próxima presidencia española de la Unión Europea?

-Si van a continuar en esta línea de hacer todo lo que prefiere el Gobierno de La Habana, nos preocupa porque no van a contribuir al cambio pacífico que quieren los cubanos, sino a que el régimen se aferre a su inmovilismo.

-¿Cree que el Ejecutivo que preside José Luis Rodríguez Zapatero logrará levantar la posición común europea vigente desde 1996, sin que la dictadura haya dado un paso hacia la apertura?

-Si el Gobierno español quiere una alianza con el Gobierno cubano, que lo acabe de decir, que no lo encubra en una supuesta intención de buscar algo bueno para el pueblo. La Unión Europea debe escuchar a los que defendemos los derechos en la Isla y no sólo al Gobierno socialista español.

-¿Observa un cambio de actitud del régimen de los Castro respecto a EE.UU., después del anuncio del fin de las restricciones a viajes y remesas?

-Hay un interés de ambas partes en mantener un estatus de equilibrio y buenas relaciones. Mientras el Gobierno cubano sigue desplegando la propaganda que presenta a EE.UU. como el enemigo y causante de todos los males.

-¿Pueden ser un signo el comienzo de conversaciones para reanudar el servicio de correos directo, la autorización a una alta funcionaria a visitar a presos cubanoamericanos en la Isla...?

-No queremos malas relaciones con ningún país. Pero nuestro primer interés es que el Gobierno respete los derechos de los cubanos. Ni la visita de Moratinos ni la mejor relación con Estados Unidos ha significado ninguna mejora.

-¿Ni tampoco el desfile de presidentes de la región durante todo este año?

-Ni la procesión de presidentes de América Latina y África para consagrar un régimen sin derechos para el pueblo. Nos entristece que el representante español sea parte de esta procesión de líderes que vienen a dar la bendición a la opresión.

-¿Estuvo en el reciente almuerzo ofrecido a los opositores en la Oficina de Intereses de EE.UU. en La Habana, con motivo de la visita de la subsecretaria de Estado adjunta, Bisa Williams?

-Fui invitado pero preferí no estar.

-La cooperación española con la Isla se ha duplicado desde 2007. ¿Cree que realmente llega al pueblo cubano?

-No tengo ningún elemento para opinar. Pero la mayor cooperación a la que está obligado el Gobierno español es a contribuir al cambio pacífico, y eso no lo está haciendo. Sería la verdadera solidaridad.

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Moratinos y la democracia en Cuba

ABC.es - Opinión - Editorial - Lunes, 19-10-09

EL ministro de Asuntos Exteriores realiza una nueva visita oficial a Cuba con la intención de reforzar las relaciones con la dictadura y en la que, de nuevo, tampoco verá a los disidentes de la isla. No resulta muy convincente rasgarse las vestiduras apelando a los principios democráticos y retirar ruidosamente al embajador en Honduras cuando, al mismo tiempo, se sonríe de forma entusiasta a un régimen que hace medio siglo que no ha convocado una elección ni ha tolerado la menor crítica. En su día, el Gobierno socialista adujo que la política de contactos con los disidentes democráticos no había producido ningún resultado, lo cual es falso: para el castrismo representaba una amenaza colosal porque esos disidentes son la prueba incontestable de que en Cuba hay una dictadura. Ningún gobierno debería avergonzarse de reconocer con un apretón de manos en público el esfuerzo de los que trabajan pacíficamente por la democracia. La recepción del 12 de octubre de 2003 en la Embajada de España en La Habana -a la que fueron invitados con honores aquellos que defienden la libertad y los Derechos Humanos- fue uno de los desafíos políticos más peligrosos que ha vivido la dictadura, y el cambio promovido por el Gobierno socialista en la Unión Europea representó por ello un bálsamo salvador para los Castro. Es más, Moratinos no puede negar que esa política de sonrisas que ha mantenido el Gobierno socialista en los últimos cinco años no ha hecho cambiar ni un centímetro al régimen cubano o, si acaso, ha contribuido a consolidar a una dictadura agonizante.

Moralmente se trata de una opción que no se corresponde con las aspiraciones de la mayoría de la sociedad española, que hace tiempo que se dio cuenta de que detrás del rancio discurso «revolucionario» y «antiimperialista» de los Castro no hay nada más que miseria y opresión para los cubanos. En estos años de complacencia española, la dictadura ha defenestrado a aquellos personajes del régimen por los que apostaba el Gobierno como una posible válvula de apertura. La forma en la que fueron destituidos Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, copiada de los manuales estalinistas, debiera haber servido para aclarar las ideas del ministro acerca de los verdaderos planes del régimen con el que quiere tener buenas relaciones: resistirse a los cambios y permanecer en el poder a toda costa, ahora con la inestimable ayuda de Hugo Chávez.

La dictadura ha logrado durante décadas mantener aislados a los disidentes, acusándolos de ser agentes de Estados Unidos para confundir la represión con una política basada en la confrontación permanente. Pero hoy no hay duda de quiénes son y qué quieren los que se enfrentan al régimen: se las arreglan para expresarse a través de internet, reciben premios internacionales incluso en el Parlamento Europeo y han suscitado un sentimiento de merecido respeto en todo el mundo. Si Moratinos quiere defender de verdad los intereses de España, tendría que darse cuenta de que un día no muy lejano serán los disidentes que él evita los que estarán al frente de una Cuba democrática, y que aquellos que hoy le estrechan la mano pasarán al ostracismo y el olvido.

 

 

sábado, 26 de septiembre de 2009

Discriminación

Un artículo de Alfonso Ussía, publicado en La Razón de ayer, sobre la perversión del lenguaje en nuestros políticos analfabetos.

 

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Discriminación

De subvencionados vamos hoy. Es decir, de chulos. Es decir, de personas sin talento que viven a costa de los impuestos de los demás

Alfonso USSÍA – La Razón – Opinión - 25 Septiembre 09

Estos cursis se han inventado la «discriminación positiva». La acción de discriminar no puede resultar positiva en ningún caso. Hay que estudiar mejor el lenguaje y sus tesoros. No me acostumbro a oír o leer en los informativos de radio y televisión y en los periódicos que ha tenido lugar, en cualquier rincón del mundo, una «catástrofe humanitaria». Lo humanitario es aquello que beneficia a la humanidad, y una catástrofe jamás puede resultar beneficiosa. Sólo si la catástrofe afectara a todos los imbéciles que hay sobre la piel de la tierra, podría ser considerada humanitaria, pero no es factible. Un terremoto, un maremoto, una hambruna, una inundación -lo escribo bien porque no soy del PNV-, o un incendio devastador pueden ser catástrofes humanas, pero no humanitarias. Un miembro de «La Cultura» y del Sindicato de la Ceja, se quejaba hace poco, con elegante verbo, de la incomprensión que la sociedad española dedica a los cineastas. «La gente ignora que una película nos cuesta un huevo de la cara». Podría haber dicho que una película cuesta un huevo, pero no de la cara, porque en la cara no hay huevos, sino ojos, que era el símil buscado pero no encontrado por el cultísimo subvencionado. De subvencionados vamos hoy. Es decir, de chulos. Es decir, de personas sin talento que viven a costa de los impuestos de los demás. Hasta ahora, a los chulos del sistema no se les miraba el sexo. Pero la ministra de Cultura y guionista de cine (?) Ángeles González-Sinde, que fue receptora de subvenciones y ahora se dedica a repartirlas entre sus colegas, se propone dar más ayudas a las películas hechas por mujeres que a las producidas por hombres. Añade a la frescura de recibir dinero público a cambio de la falta de talento, la característica del sexo. Y ha llamado a esta estupidez «discriminación positiva». Discriminar -insisto-, es seleccionar excluyendo. Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos o de género. No es posible hallar en un trato de inferioridad, en una exclusión caprichosa o racista, religiosa, política o de género, nada positivo. Resulta que la señora ministra, con todos mis respetos, es un tarugo, o una taruga, no se me vaya a enfadar por discriminarla por sexo en su versión alcornocal. Y los subvencionados se han levantado en armas dialécticas contra las subvencionadas, porque no entienden -y razón les sobra-, que la tenencia de un lapicero o de una huchita sea motivo suficiente para dar a las portadoras de la segundas más subvenciones que a los poseedores de los primeros. Si la señora Sinde llama a su propuesta «discriminación caprichosa», o «discriminación arbitraria», no estaría ahora escribiendo ni de ella, ni del cine español, ni de las mujeres ni de los hombres, ni de las subvenciones ni de los impuestos mal administrados, porque me aburre una barbaridad. Pero lo de la «discriminación positiva» se me antoja tan culturalmente necio y contradictorio, que no tengo más remedio que recomendarle la adquisición del Diccionario de la RAE, que lo deja casi todo clarito y facilón. Es decir, que para hacer cine malo que no ve nadie, es mejor ser tía que tío. La «Cultura».