Una anécdota y un hecho
La anécdota que sigue es auténtica. He conocido de cerca a
los personajes y los hechos aquí narrados.
Emilia, o Emi para los amigos, ingresó en la Universidad
Complutense de Madrid, en la Facultad de Comunicación, y una de las materias a
estudiar al principio de la cerrera, era Fotografía. El profesor
correspondiente, pidió a sus alumnos que hicieran un trabajo sobre el tema.
Emi, consultó con su padre y este, le propuso que hiciera un
trabajo práctico, sobre un error, que es muy frecuente en los libros de
fotografía, a veces editados con mucho lujo, y por prestigiosos fotógrafos
internacionales, que se venden carísimos, pero que, suelen estar equivocados
sobre este tema.
Se trata de la idea muy difundida, de que la perspectiva,
depende de la distancia focal del objetivo, y se ilustra con profusión de
imágenes, en que se ve que cuando se fotografía con un gran angular, parece que
los objetos cercanos y lejanos, se separan muy claramente, pero que, cuando se
hace con un teleobjetivo, los objetos parece que se aplastaran, los unos con
los otros.
Como, según Ernesto, el padre de Emi, esto no es cierto, se
propusieron probarlo, para lo que fueron juntos al parque de El Retiro y
colocaron una serie de cámaras, sobre el pilar que hace esquina a la cerca que
rodea el estanque, en la parte opuesta al monumento a Alfonso XII.
Se hizo una serie de fotos, con objetivos diversos, con
distancias focales que iban desde los 28 mm. a los 230. E incluso se le puso un
duplicador al teleobjetivo, para aumentar aún la distancia focal, hasta los 460
mm.
Tomando como referencia, la parte central de la toma del
objetivo de mayor distancia focal, se fueron remarcando todas las fotos, de
forma que se separara en ese marquito, una zona exactamente igual a la primera,
y que, lógicamente tenían muy diferentes tamaños, pero exactamente la misma
figura, con la parte del monumento, y el edificio que existe detrás, en la
misma proporción y postura, entre uno y el otro.
Se preparó un dosier de varias páginas, con las fotos en
forma progresiva, anotando la distancia focal de cada una y explicando que,
aunque las zonas de alrededor, variaban en contenido, ya que en unos cabían en
campo muchos más objetos que en otras, la zona central era invariable. Luego,
la perspectiva no había cambiado en absoluto.
Presentado el trabajo, el profesor no alcanzó a leer, sino el
enunciado del principio, en que se afirmaba que muchos libros de fotografía
tenían un error. Por lo que rechazó el trabajo airado y encarándose con la
principiante Emi, le espetó a la cara que: ¿Cómo se atrevía ella, a contradecir
a los renombrados autores de los libros publicados por tan prestigiosas
editoriales?
Lo que no sabía ese pobre hombre, era que, Emi, muy lejos de
ser la “principiante” que él suponía, tenía cámaras desde niña, que revelaba y
positivaba sus fotos y que su padre tenía, además de muchos años de experiencia
en fotografía y cine, otros tantos años como profesor, incluso de Fotografía y
Artes Industriales, en el colegio en que ella se graduó de Bachiller, pero… a
Emi de todas formas le afectó el rechazo y volvió a su casa llorando.
Su padre y yo, no podíamos creer que, todo un profesor
universitario, en un país con la tradición de Salamanca o de la misma
Complutense de Alcalá de Henares, fuera tan burro, de no examinar una idea que,
por descabellada que pareciera, estaba sustentada con pruebas y por tanto,
digna de examinarse y en su caso, contradecirse, pero también con pruebas, no
con el supuesto prestigio de los autores, de algunos libros, de él… y de la
madre que les parió a todos…
En cualquier universidad, de un país menos cazurro. Un
profesor que se encuentra con estudiantes con ideas nuevas, las estudia, y si
es del caso, forma grupos de investigación, o promueve que sus alumnos
profundicen en la materia, y luego publica trabajos con esas nuevas ideas, si
se pueden probar. Si es honrado, con su nombre y el de sus alumnos, y si no lo
es, con su nombre solo, apropiándose de las ideas de sus alumnos, como viene
ocurriendo en todo el mundo desde sus orígenes. Pero este, cierra los ojos ante
cualquier cosa que le sacuda su modorra, y da carpetazo al asunto, consultando sólo,
si ya es la hora del aperitivo…
En fin, el final de la historia es que, Emi, siguiendo el
consejo de su padre, le dijo al profesor que ella se había equivocado, con lo
que el cazurro se sintió feliz y siguió su vida gris y sin sobresaltos. Ella
terminó felizmente su carrera y posteriormente obtuvo el Doctorado con
calificación de Cum Laude. Hoy, ella es Investigadora Docente, en la misma
universidad, y viaja continuamente a dar conferencias y asistir a congresos,
que se realizan con universidades diversas, sobre temas de comunicación,
especialmente para personas que tienen algún tipo de limitación en sus
sentidos. En este momento, en un proyecto donde participan diez universidades
de ocho países, entre las que se cuentan dos de España y otras ocho de Portugal
y otros países de América… ¿Y el profesor? ¡Nunca más se supo!... Es de suponer
que, vivirá feliz, ya que los ignorantes no se hacen preguntas, y creen tener
ya, todas las respuestas que necesitan en la vida. Aunque… ¡Mecachis!, su
equipo de fútbol preferido, no gana todos los partidos…
Lástima que Ernesto, el padre de Emi, no vivió suficiente,
como para disfrutar de los éxitos de su hija…
Y ahora, el
hecho
El enunciado que nos ocupa se podría expresar
así: En cualquier serie de fotografías de un objeto o lugar, tomadas desde el
mismo sitio, todos los objetos que aparezcan en campo, se verán del mismo
tamaño y a la misma distancia relativas, entre unos y otros. Independientemente
de la distancia focal de los diversos objetivos con que se tomen. Esto es: La
perspectiva no cambia entre unas fotografías y otras, cambiando la distancia
focal.
Por el
contrario: Una serie de fotografías, en que se modifica la distancia de la
cámara al objeto, cambia la perspectiva de la imagen, aun cuando todas sean
tomadas con el mismo objetivo. Y por tanto, lo que modifica la perspectiva es,
la distancia cámara-objeto. Sin que la distancia focal del objetivo tenga
ninguna influencia.
A veces, se
muestran varias fotografías, donde la perspectiva cambia evidentemente, hechas
con objetivos de diferente distancias focales, pero se debe a que, con los de
menos distancia focal, se ha acercado la cámara al objeto, y con los de más
distancia focal, se ha alejado, como es normal. Por lo tanto, la perspectiva sí
ha cambiado, con diferentes distancias focales, pero el motivo ha sido la
distancia cámara-objeto, aunque no se haya percibido.
Obviamente,
existe una forma segura de cambiar la perspectiva, que es, moviendo la cámara.
Si la situamos más alta o más baja, a la derecha o a la izquierda, el resultado
será absolutamente diferente. Pero ese no es el tema de este trabajo.
Con las
pruebas pertinentes:
(La pérdida de nitidez de la del gran
angular, al sufrir esa ampliación exagerada, es notoria, pero lo que se trata
es, de demostrar que la perspectiva no ha cambiado)
Y esto nos
lleva a unas conclusiones:
Puesto que hemos demostrado que la distancia
cámara-objeto es la que modifica la perspectiva, hemos de tener muy en cuenta
este factor, para que no nos afecte indeseadamente, como esa epidemia de
“selfies” que hemos padecido en los últimos tiempos, de caras con una sonrisa
impostada y narices de berenjena, pero sin orejas, al hacerse las fotos
demasiado cerca, porque el brazo no daba para más. Luego se inventó el palito
para selfies, y la cosa se arregló en parte, al haber separado la cámara de la
cara, aunque no hubiera sido esa la intención al principio… Y lo curioso es,
que las personas que se hacen selfies en el espejo, arreglan el problema sin
saberlo, porque entonces, la distancia cámara-objeto se duplica: Del teléfono
al espejo y vuelta a la modelo.
He visto publicadas unas fotos de inocentes
perros, tomadas casi tocándoles la nariz, con lo que se les ve unas fauces
monstruosas, en una cabeza pequeña… Menos mal que los perros no pueden
protestar.
Y otra serie de fotos muy preparadas, con
modelos femeninas en posturas más o menos originales… Recuerdo una, en que
estaba sentada en el suelo, pero con la rodilla hacia la cámara, que aparecía
de un tamaño exagerado. Y otra extendiendo la mano, que me recordó la derecha
del David de Miguel Ángel que está en Florencia…
En general, y a menos que estas perspectivas
sean buscadas, lo que también es lícito… ¡No faltaba más! Lo prudente al hacer
retratos es, que la cámara esté a una cierta distancia del modelo, usando la
función tele en el zoom, o con el objetivo que sea, pero siempre alejados de la
cara. Luego si queremos que aparezca más cerca, podemos recortar la fotografía,
pero nunca acercar la cámara para que la cara ocupe todo el campo.
Y con los niños, especial cuidado de no
hacerles fotos desde nuestra altura o demasiado cerca, porque se ven algunos
con una cabeza enorme y unos piececitos de enano.
En fin. Todo esto se resume en estar
pendientes de la perspectiva, que como se ha dicho. Depende exclusivamente de
la distancia cámara-objeto. Y si tenemos esto siempre en cuenta, podremos
obtener el resultado que nos apetezca.
Enrique Gutiérrez y Simón
Madrid, abril de 2016