domingo, 30 de octubre de 2011

Mingote, un dibujante para la historia


UN DIBUJANTE PARA LA HISTORIA
Nuestro ilustre colaborador el insigne dibujante y académico Antonio Mingote ha enviado al Director de ABC esta deliciosa y entrañable carta que, por su verdad, su sensibilidad, su gracia y su realidad, publicamos a continuación. Por supuesto que Antonio Mingote seguirá en esta Casa como él se encuentre más cómodo y lo desee. Noventa y dos años de vida y cincuenta y ocho en primera línea de ABC le hacen merecedor de algún pequeño descanso; aunque él seguirá como siempre; porque él es el primero que cada día está al tanto de la actualidad y el primero a quien se le enciende la llama editorial del mejor periodismo gráfico
Por: ANTONIO MINGOTE - ABC - Opinión La Tercera - 29 oct. 2011


«El pedirte que me releves del compromiso diario no significa un adiós. Recuerda que cada año he publicado en agosto los chistes recolectados a lo largo del año para luego tomarme unas aproximadas vacaciones cuando toca. Pero cuando en ese tiempo ha sucedido algo periodísticamente considerable he interrumpido la serie de los intemporales para ocuparme del asunto con el dibujo correspondiente»
MI querido amigo y director: Te diré, sin ánimo de presu­mir, que ya tengo 92 años. De ellos, cincuenta y ocho los he dedicado de manera obstinada en dibujar para ABC. No te digo cuántos dibujos he publicado en ese periódico que tan dignamente diriges, porque no tengo ni idea, pero estoy seguro de que entenderás que son muchísimos. En este tiempo he recibido abundantes satisfacciones profesionales y perso­nales y también alguna lección de humildad, como la de aquel camarero del restaurante que ce­lebraba el que hubiera empezado a publicar mis chistes en ABC, aunque no les encontraba «nin­gún aliciente». O aquel ilustre colaborador del pe­riódico que elogió mi chiste, comentando sus mu­chas excelencias y admirable oportunidad, y que efectivamente era un buen chiste que José Luis Dávila había publicado ese día, con su firma, en la «Hoja del Lunes». O aquel compañero del institu­to que ya sabía desde siempre, según me comuni­có, que yo no tenía ninguna gracia y no compren­día mi obstinación en demostrarlo publicando chistes en ABC. Poco más tarde provoqué la indig­nación de unos comerciantes muy vigilados y a menudo sancionados por la Administración en aquellos momentos. Me denunciaron por inju­rias y me sientan en el banquillo de los acusados. La acusación pide que me sean impuestos una multa de un millón de pesetas y el destierro. Ante la amenaza de la multa (el destierro no parece tan grave), una compasiva periodista asturiana. Nieves Reón, propone (un ángel la muchacha) que mis admiradores, seguramente numerosísi­mos, contribuyan con una peseta firmada (las ha­bía de papel) como ayuda para recaudar el millón (y más, probablemente). Expectante y esperanza­do, recibo un total de doce pesetas, con lo que se derrumban a un tiempo mis esperanzas de rique­za y mi optimismo respecto el ingente tropel, tan menguado, de los admiradores que habían de acu­dir a socorrerme. En el juicio, Luis Zarraluqui con­sigue mi absolución, los demandantes apelan, yo me retracto y mis antes denunciantes me regalan un jamón.
Pero en el balance final encuentro más satis­facciones que las que probablemente merezco, a no ser que la fidelidad haya de ser recompensada. Siempre he sido un dibujante de ABC, y lo seguiré siendo mientras ABC quiera (y aunque no quiera, me temo). En ABC publiqué mi primer dibujo a los trece turolenses años, como colaborador es­pontáneo del inolvidable suplemento infantil Gente Menuda, y ahí sigo, aunque no tan menuda la gente y mucho menos yo.
Soy consciente de haber sido en ABC un privile­giado desde el primer momento. Serlo junto a tan­tos ilustres eventuales con más categoría y más méritos que yo me hubiera inflado de orgullo, de no estar tan preocupado por cubrir dignamente el espacio asignado. Siempre encontré en esta Casa la amistad y el respeto de sus gentes, empe­zando por la familia Luca de Tena, desde el inolvi­dable marqués, siempre rotundo y leal, que deci­dió dar mi nombre a uno de los prestigiosos pre­mios de la Casa (cuando Juan Ignacio anunció el nuevo premio en una cena solemne, yo dudé en­tre coronarme con el laurel de una maceta próxi­ma o morirme inmediatamente, cumplida ya mi misión en la Tierra), desde el marqués, digo, has­ta sus nietas Catalina y Soledad, a las que quiero, pasando por Torcuato, mi primer director, y el gran amigo Guillermo, recientemente desapareci­do. Ahora, con el estandarte de Vocento, sigue siendo el periódico al que me encuentro familiar y profesionalmente unido.
Te cuento todo esto, querido director, para justificar de algún modo la petición que voy a ha­certe: que me releves del apremiante compromi­so de rellenar a diario esa parcela del periódico en la que aparece mi dibujo. No pretendo mi des­aparición (ya te he confesado mi propósito de permanencia), sino la liberación de este trabajo fijo a diario y a la hora justa. Cincuenta y ocho años en esta situación creo yo más que suficien­tes. Situación, por cierto, de la que estoy orgullo­so y en la que disfruté del maravilloso regalo de la libertad; nunca ninguno de tus inolvidables antecesores en la dirección me dijo lo que tenía que decir o callar.
El pedirte que me releves del compromiso dia­rio no significa un adiós. Recuerda que cada año he publicado en agosto los chistes recolectados en reserva a lo largo del año para luego tomarme unas aproximadas vacaciones cuando toca. Pero cuando en ese tiempo ha sucedido algo periodísti­camente considerable he interrumpido la serie de los intemporales para ocuparme del asunto con el dibujo correspondiente.
Hace dos veranos, repasando dibujos pu­blicados, en busca de un tema intempo­ral para agosto —prefiero dedicarme a un solo tema hasta agotarlo—, descu­brí que muchos chistes habían conservado una fresca actualidad, porque, como habrás oído de­cir incluso en latín, no hay nada nuevo bajo el sol. Decidí entonces hacer los refritos de agosto y reci­bí elogios de mis lectores (por fin he encontrado la ocasión de escribir esas hermosas palabras: mis lectores), a quienes no molestaron las repeti­ciones que recordaban y renovaron los elogios para las que habían olvidado por completo.
(Por cierto, ya Jardiel propugnaba la legitimi­dad del refrito que él cultivó con denuedo. Y yo me pregunto a veces' ¿por qué mi amigo Raphael puede cantar su «escándalo» una y otra vez, y siempre con el éxito y los aplausos consi­guientes, y yo no puedo repetir ningún dibujo por más o menos afortunado y oportuno que haya resultado?, que alguno habrá). Pero lo que me ha dado la idea de una posible nueva activi­dad no ha sido el refrito (Dios me libre de la osa­día de proponerlo) ni los comentarios sobre los chistes intemporales que recolecto a lo largo del año y me permiten unas mínimas vacaciones en agosto. Lo que me ha empujado a escribir esta carta que vengo planeando desde hace tiempo han sido las estupendas páginas del domingo pa­sado dedicadas a los falsos paradigmas; los agu­dos comentarios, las estupendas ilustraciones, unas páginas que enaltecen a un periódico y por las que te felicito. Y las que me han hecho pensar que además de los renovados chistes algo podré yo hacer en el decorado de este periódico junto a mis compañeros dibujantes durante el tiempo que me queda, que ya no será mucho, de esta pró­rroga en la que estoy jugando. En fin, querido director, a mandar.
ANTONIO MINGOTE ES MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

lunes, 24 de octubre de 2011

La "Paz" de ETA


La “Paz” de ETA
Afortunadamente, tenemos todavía en España unos pocos, poquísimos políticos con sentido de Estado y que hablan alto y claro…
Mariano Rajoy, como presidente del PP y según las encuestas futuro presidente del Gobierno, tiene muy claro el inmenso problema en que han metido a España los llamados “progresistas”. (Que en lugar de hacer progresar al País, tienen su mente en la lucha de clases de Marx, de hace casi 200 años, pero sí son muy hábiles para progresar en sus respectivas fortunas personales). Y para resolver ese problema, en la frágil y balbuciente democracia española, el único camino va a ser conseguir pactos con la mayoría de los diputados, muchos de los cuales pertenecen a ese partido “progresista”. Por lo tanto, Rajoy ha de pensar muy bien lo que dice, pero no puede decir todo lo que piensa… (De ahí su muy prudente y medida declaración, después del espantajo último de ETA).
Otros políticos, del partido de Rajoy como José María Aznar, Esperanza Aguirre y muy especialmente Mayor Oreja, no están en activo en la política nacional y probablemente no estarán tampoco en el futuro gobierno de Rajoy, por lo tanto pueden tranquilamente hablar alto y claro, y decirnos cuál es realmente la situación en que nos encontramos.
Mayor Oreja, como ex ministro del Interior y vasco de nacimiento, conoce perfectamente a ETA y todas sus ramificaciones, por lo que lleva años diciendo a todo el que quiere escucharle, que Zapatero está negociando con ETA desde antes de ser presidente y que tiene permanentes contactos con ellos y un pacto secreto, que se parece mucho al que firmaron Stalin con Hitler, prometiéndose ambos una paz idílica, pero sin ninguna intención de cumplir nada, ninguno de los dos. Con la única intención de que sus respectivos pueblos vieran lo buenísimos que eran ambos…
Y en esas estamos: ETA promete no matarnos si le damos todo lo que quiere, y ZP les promete que va a darles todo lo que pidan, sabiendo perfectamente que no puede ser y además es imposible, como decía el torero… Y luego: El que venga atrás, que arree…
Y para terminar el sainete. Aparecen por todas partes sesudos “comentaristas políticos” y “líderes internacionales”, diciendo chorradas a borbotones y hablando del “fin del terrorismo”, cuando la realidad es, que el problema del terrorismo no hace sino agravarse, gracias a ese portento de “estadista” que tenemos, que de tan gilipollas que es, sólo aspira a formar parte de ese club de retardados mentales Nobel de la Paz, como Rigoberta Menchú, Hebe Bonifaci, Pérez Esquivel y una larga ristra de payasos, que parecen ser los preferidos de los ancianitos decrépitos que conceden esos premios…
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La “paz” de ETA
La Razón – 23 oct. 2011
«Tiene la mente un poco perturbada», dijo de él Felipe González. De «miserable e indecente» lo tildó Patxi López. «Miente», zanjó Zapatero. ¿Qué había dicho el destinatario de tanto improperio? Dos cosas: que el Gobierno mantenía un proceso de diálogo con ETA que facilitaría el regreso de su gente a los ayuntamientos y que los socialistas necesitaban a ETA tanto como la banda a los socialistas para escenificar el final del terrorismo que le permitiera a los primeros un rédito electoral y a los segundos, abrir un proceso político con la autodeterminación como objetivo. ¿Y qué ha pasado? Lo anunciado por Mayor Oreja: los proetarras gobiernan un centenar de municipios y ETA ha entrado en campaña con un comunicado recibido por el PSOE con alborozo, pero que nos coloca ante un futuro endiablado. Los terroristas han dado el empujón a su brazo político para imponerse en la lucha por el poder en el País Vasco y abocar a España a «un desafío nacionalista en el que ETA hará de todo menos su final definitivo». El ministro de Aznar tenía razón entonces. Y la tiene ahora. La «paz» de ETA es el colofón a un proceso pactado en el que no renuncia a sus objetivos totalitarios enmascarados. Simplemente ha llegado a la convicción de que ahora puede alcanzarlos sin disparar un tiro. Y para que así sea, se queda como gendarme del «nuevo tiempo político». Con la pistola en el bolsillo. Por si acaso.

martes, 4 de octubre de 2011

Falsos paradigmas del posfranquismo


FALSOS PARADIGMAS DEL POSFRANQUISMO
DOMINGO. 2 DE OCTUBRE DE 2011 - abc.es/opinion - LA TERCERA 3
POR EMILIO LAMO DE ESPINOSA
«Puede que la verdadera segunda Transición sea pasar desde una democracia antifranquista que ve el mundo por el espejo del retrovisor a una democracia a secas que mira de frente al futuro»
LA asimetría de nuestra cultura políti­ca llega a ser dramática: mis alumnos, en la Universidad no olvidan el Holo­causto y Hitler, pero ignoran por com­pleto el Gulag y Stalin. Sospecho que nos encontramos en un punto de inflexión dé la cultura democrática española marcada por la doble hegemonía nacionalis­ta y de izquierdas, que se impone desde la muerte del general Franco. Una hegemonía inevitable. Franco era un apestado político y la democracia en­contró parte de su identidad en el antifranquismo, cortando con el pasado. Inevitable e incluso bueno, aunque sin exagerar no vamos a rechazar el princi­pio de Arquímedes porque los ministros franquis­tas de obras públicas lo hacían suyo. Pero la conse­cuencia de ese antifranquismo casi «constituyen­te» es que todo aquello que tuvo contacto o relación positiva con el anterior régimen aparecía lastrado por esa hipoteca, y viceversa por supuesto, lo que tuvo (o pudo tener, u hoy se dice que tuvo, aunque sea falso) relación negativa ha gozado de un plus de legitimidad frecuentemente inmerecido. Hay así una suerte de asimetría básica que angeliza a unos y demoniza a otros, y que se manifiesta en los dos ejes en que se articula la vida política española: el eje izquierda-derecha y el nacionalista-constitucionalista.
Veamos el primero. Como sabemos, la autoubicación ideológica de los españoles está claramente sesgada a la izquierda, dato que no por conocido es evidente, ni mucho menos. Por ejemplo, España resulta ser el tercer país más a la izquierda de 19 paí­ses europeos estudiados recientemente, más que los social-democráticos países nórdicos e incluso que conocidos izquierdistas como Francia. Incluso América Latina está a nuestra derecha.
Bueno, si los españoles quieren ser de izquier­das, pues que lo sean, faltaría más. Pero son datos tan estables, tan inmutables, que cabe sospechar que no estamos ante una variable, sino ante un pa­rámetro casi inmune a la experiencia Los españo­les «son» de izquierdas antes de decidir a quién vo­tan o de valorar políticas o programas. Es más, son de izquierdas incluso cuando votan a la derecha (que es lo que va a ocurrir: ¿quiere usted votar a la derecha con su voto en contra?). Ello ha otorgado una suerte de hegemonía a la izquierda que se sien­te moralmente superior hasta el punto de creer que la democracia es suya y la derecha («fascista», por supuesto) debe ser vigilada detrás de un «cordón sanitario». Cosa curiosa pues en España no hay casi extrema derecha y sí bastante extrema izquierda. Veamos lo que escribe nada menos que un padre de la Constitución: No hicimos los socialistas ni la Tran­sición ni la Constitución con el Rey, con Adolfo Suárez y su UCD, con los nacionalistas más integradores, para facilitar el acceso al Gobierno a los antiguos franquistas, a los sectores más conservadores y reac­cionarios de la sociedad. Es decir, o gano yo o rompo la baraja Bueno, nada nuevo, ya ocurrió en 1934.
Y así aparecen teñidos de franquismo no ya la bandera el castellano o la patria incluso los toros y la mantilla los curas, los pantanos y la política hi­dráulica a veces incluso la contabilidad y el mismo principio de realidad. Por poner algunos ejemplos, la igualdad ante la ley y la centralización adminis­trativa que fue siempre jacobina y de izquierdas, hoy es franquista mientras que la descentraliza­ción y la desigualdad jurídica (incluso bordeando el privilegio medieval), escondidas tras el discurso fuerista de la «diversidad», resultan ser, ¡vaya sor­presa!, progresistas y de izquierdas. La derecha era nacionalista y la izquierda (hay que recordarlo, se. nos ha olvidado), antinacionalista e internacionalis­ta (se hablaba de «internacionalismo proletario»), pero hoy los términos parecen cambiados y resulta que lo progresista es el nacionalismo (de unos, cla­ro, no el de los otros) e incluso el localismo. Y qué de­cir de las dictaduras de izquierdas (Castro, Chávez, incluso Ahmadineyad y por supuesto Gadafi) trata­das con simpatía o al menos con realismo político, o de los golpes de Estado que si son de derecha (como en Honduras) dan lugar a reacciones fulgu­rantes y llamadas a consulta de embajadores, pero si son de (supuesta) izquierda (en Irán, con asesina­tos de jóvenes estudiantes) son meros «asuntos in­ternos» (Moratinos dixit). La asimetría de nuestra cultura política llega a ser dramática: mis alumnos en la Universidad no olvidan el Holocausto y Hitler, pero ignoran por completo el Gulag y Stalin.
Asimetría que se extiende todavía más sobre el otro eje de la política española donde el nacionalis­mo goza de una hegemonía muy superior a su apo­yo real. La exhibición de banderas nacionalistas es un acto de libertad que se contempla con emoción, pero la de banderas españolas es irritante; sus him­nos se escuchan con respeto, el de España con rechi­fla; promover el nacionalismo catalán desde su au­togobierno utilizando la educación o los medios de comunicación, cuando no la más burda propagan­da (es decir, conquistar la hegemonía), es «hacer país»; pero una similar articulación de España des­de el Estado español sería una exhibición de «fran­quismo»; promover el uso de sus lenguas es bueno y natural, incluso si se hace a costa de otras lenguas habladas por la mayoría de la población, y, por su­puesto, nadie se ha atrevido siquiera a proponer un referéndum sobre la inmersión lingüística (proba­blemente lo perderían). La asimetría es tal que hace años que el problema no es el lugar de Cataluña o el País Vasco en España bien resuelto, sino el lugar de España y en general de lo español, en esas Comuni­dades. Y frente a una ciudadanía que se siente española y catalana al tiempo y vive esa doble identidad con total naturalidad, los nacionalistas tratan por todos los medios de cercenar una a costa de la otra Ten cuidado con tus enemigos, pues acabarás pareciéndote a ellos. Y así, nada más parecido al viejo nacionalismo españolista que estos nuevos nacio­nalismos (y nada más franquista por cierto, que la violencia de ETA misma): si aquel se empeñó en construir una Nación homogénea desde el Estado, si tachaba al «enemigo» de antipatriota (la «anti-España»), si imponía una lengua a costa dé la otra ¿no hacen ahora lo mismo? Nada más «viejo régimen» que ese editorial unánime de los periódicos catala­nes, apoyado/impulsado por el gobierno que los fi­nancia reiterado por todas las asociaciones, gru­pos, comités, colegios, universidades, ONG, bandas de música y grupos de montañeros, hasta silenciar por completo a quienes piensan de otro modo.
Ese es el sentido de leyes como la de la llama­da «memoria histórica». Pues no se trataba de solucionar un problema que sigue i (los enterramientos clandestinos), no, se trata de reavivar el antifranquismo, contra el que se vive mejor. Y una vez más, para terminar pare­ciéndose al enemigo reproduciendo sus mismos errores sobre la guerra unos eran «buenos» y otros «malos»; un lado atentó contra la legalidad, el otro salvó la legalidad que quedaba, un lado hizo una re­vuelta violenta el otro trataba de mantener el or­den; unos buscaban la paz, los otros la guerra De nuevo el mismo discurso, los mismos argumentos, aunque invertidos en un espejo. Y cuando creíamos que la Transición se había hecho contra la guerra (es decir, contra el franquismo y contra el antifran­quismo), hete aquí que se trata de reavivarla, no de apaciguarla Antifranquistas de poca memoria que pueden decir con serenidad, por ejemplo, que el «or­den público» está por encima de las leyes y la Poli­cía no está para crear conflictos, algo así como «la calle es mía», pero en fino. Efectivamente, el fran­quismo nunca se ha ido del todo y lo encontramos en los lugares más insospechados. Puede que la ver­dadera segunda Transición sea esta pasar desde una democracia antifranquista que ve el mundo por el espejo del retrovisor a una democracia a se­cas que mira de frente al futuro. Y vaya si hace falta mirar el futuro.
Pero el derrumbe del Partido Socialista Obrero Español está siendo dramático. Desde luego, por­que coincide con una grave crisis económica que no ha sabido gestionar y que profundiza la descon­fianza política pero sobre todo porque las piruetas ideológicas del PSOE, que no es ya ni español, ni obrero ni socialista sirio solo (y sobre todo) partido, han sido caladas por el electorado. Ganó poder a costa de los principios y ahora se va a quedar sin principios y sin poder. Sospecho que no estamos ante un simple cambio de mayoría de gobierno; es­tamos ante un fin de ciclo.
EMILIO LAMO DE ESPINOSA ES CATEDRÁTICO DE SOCIOLOGÍA (UCM)