Corrupción
Cuando leemos la palabra “corrupción”, se nos viene a la mente
un grupo de personas que, los unos consiguen contratos multimillonarios para
hacer una obra o suministrar un producto y otros, generalmente funcionarios, o
politiquillos en un puesto clave, facilitan el que el primer grupo consiga esos
contratos, mediante un precio por su “gestión” o intermediación. (Ají,
Serrucho, Coima, etc.)
Pero esta palabra tiene muchas otras acepciones, aunque la
originaria es: la descomposición de un cuerpo u organismo muerto. Y en ese
sentido se debe y de hecho se aplica, al cuerpo social de un país, en el que han
muerto los valores éticos o sociales.
La corrupción no sólo afecta a los grandes contratos. Si lo
miramos bien, está inmersa en las costumbres de cada día de todos nosotros e
impregna a los países como una mancha de aceite: Corrupción es “colarse” en el
puesto de una fila; conseguir agilizar trámites, por pequeños que sean, por
medio de un amigo y en general, disponer de las cosas ajenas, abusando de nuestra
posición de dominio, en las cosas pequeñas o grandes: Corrupción de menores,
sexual y de mil formas que no son tema de este escrito.
Sería interesante pensar, en cuantas veces hemos recibido un
bolígrafo, marcador o cualquier otra cosa, nimia y sin mayor importancia, de
una persona que nos la obsequia porque ella la consigue gratis en la
institución en que trabaja. O cuantas personas se llevan a la casa los útiles
de oficina: Papel, bolígrafos, lápices, etc., de su lugar de trabajo, para que
sus hijos hagan las tareas del colegio, sin darle la mayor importancia… Pero
eso también es corrupción.
Un alto funcionario alemán, recibió una visita de trabajo y le
ofreció agua al visitante, pero uno de los vasos cayó al suelo. Inmediatamente
el funcionario se arrodilló a recoger los pedazos y meterlos en un sobre.
El visitante “latino” le preguntó con curiosidad por su
actitud y el funcionario le explicó: - Tengo que entregar los pedazos, para que
me den otro vaso… ¿Cuándo llegaremos a eso?
Como un pequeño consuelo, nos basta verificar las estadísticas
que se publican anualmente, para comprobar que la corrupción o falta de
transparencia en la gestión pública, existe en todo el mundo, pero con
grandísimas diferencias entre unos países y otros. Siendo los menos corruptos
los del Norte de Europa, con Singapur, al otro lado del mundo y los de
Norteamérica, con la excepción de Chile, que es menos corrupto que USA, por
ejemplo. Luego, siguen en corrupción todos los de África sub sahariana y
terminan la lista, como los más corruptos de todo el mundo, los que
curiosamente presumen de “moral socialista”. Rusia, Venezuela, Argentina y
Corea del Norte, como el más corrupto entre los corruptos.
La corrupción, se mide por la transparencia de las
administraciones, en un puntaje que va de 100, como más transparente y por
tanto menos corrupto, a 0, que sería totalmente corrupto o falto de
transparencia.
En esa escala, España está en la posición 30, a años luz del
59 de Italia o el 67 de Grecia, (Sus países hermanos meridionales) Colombia
está en la posición 80, con un modesto 3,6; pero muy superior a la 100 de
Argentina con un 3,3; y a siglos de la 172 de Venezuela, con un 2,1. Si
hablamos de Iberoamérica. Rusia está un poco mejor, en la posición 143 con un
2,8; Paraguay en la 154 con un 2,5 y como campeón mundial de los corruptos
entre los corruptos, cierra la lista Corea del Norte, en la posición 182, con
un 1,3.
Naturalmente, esta escala se refiere sólo a la corrupción
administrativa y se mide por encuestas entre los industriales y comerciantes
del mismo país analizado, pero la corrupción general, a pequeña escala e
infectando a toda la sociedad en su devenir diario, está mucho más extendida,
pero no sería raro que siguiera a la administrativa en las mismas proporciones,
solo que más generalizada.
En España, no tenemos los casos de corrupción galopante y
generalmente admitida por todos, como si fuera una maldición divina, que sí
ocurre en algunos países de África e Iberoamérica, donde los políticos manejan
la cosa pública en beneficio propio, como si el país fuera una finca
particular, aunque sí tenemos políticos con esa tendencia y se han dado casos
verdaderamente escandalosos, pero aquí, todavía nos indignamos por ello,
mientras que en los países citados se admite como algo natural, con una
resignación fatalista.
Sí tenemos los españoles demasiados “políticos” inútiles,
sobrantes e incapaces, a los que se les nota un sentimiento de supuesta
superioridad, como si fueran “hijos de mejor mama”, que dicen en Sudamérica. Se
pasean en coches oficiales, con conductores y varios escoltas, cuyos gastos
totales son pagados por nosotros, sin ninguna utilidad real. Hasta llegar al
extremo de que sus hijos, matriculados en colegios privados carísimos, tengan
conversaciones tan estrambóticas como, quién tiene más escoltas y en cuantos
automóviles los tienen que llevar al colegio…
Eso también es corrupción, aunque lo tengamos ya asumido. Y lo
peor es, que se va creando una casta especial desde la niñez, como aquellos
cortesanos de antaño, que se distinguían con títulos de “nobleza”, regalados
gentilmente por el rey de turno y que ninguno tuviera nobleza verdadera, aparte
de distinguirse porque ellos sí podían permitirse comer carne y para el pueblo
estuviera restringido, por su precaria economía.
Aparte el elefantiásico gasto en retribuciones millonarias,
fuera de lo normal en la economía del país, con prebendas de todo tipo, como
los viajes internacionales en primera clase, alojamientos en hoteles de lujo y
otra serie de privilegios difíciles de justificar, se llega al extremo de
pagarles plus de alojamiento en Madrid, a los parlamentarios de otras
provincias que a su vez, son propietarios de varias casas y apartamentos en el
mismo Madrid. Eso también sería corrupción, si fuéramos de verdad serios.
Por otro lado, se le suministra a cada parlamentario al
principio de la legislatura, una serie de elementos de “trabajo”, como
teléfonos celulares de última generación, Ipad, ordenadores portátiles y de
torre, conexiones a Internet en su despacho y en su casa, por cuenta del
Estado, etc. A los pocos meses de la legislatura actual, ya 30 de los 300
parlamentarios. Es decir, el 10% de ellos, han llegado a la oficina
correspondiente a decir que su Ipad se les ha “perdido” o se lo han “robado”.
Por un lado, sabemos que todos o la mayoría de ellos, los
estarán usando los hijos o sobrinos de ese parlamentario, porque como son
“gratis”… Lo malo es, que como España está en crisis, se han llevado la gran
sorpresa de que les han dicho que no se los reponen… Que si los han perdido,
que compren otro de su bolsillo…
Por eso se dice que las crisis tienen su lado bueno, como
oportunidades de mejora en las costumbres y apertura de nuevos horizontes.
Pero en realidad, el verdadero problema de la corrupción lo
tienen que arreglar los mismos corruptos o parte de ellos, que son los que
forman el poder del Estado. Y como cada uno ve la corrupción sólo en el partido
oponente, mientras tolera paternalmente la del propio, no hay forma de “ponerle
el cascabel al gato”, ya que hay corruptos en el sistema legislativo, que
deberían aprobar leyes contundentes y radicales contra los corruptos, pero
también se mira de diferente manera la forma de aplicar esas leyes en el poder
judicial, porque hay jueces agrupados en denominaciones “conservadoras” o
“progresistas”, lo que es una verdadera aberración jurídica. Si fuéramos
serios, cualquier juez que salga en los medios de comunicación haciendo
declaraciones en cualquier sentido, debería ser destituido fulminantemente. Los
jueces deberían estar para juzgar, con equidad y diligencia, que es el
verdadero sentido de la justicia, y sus opiniones, para su fuero interno, (que
también tienen derecho, ¡No faltaba más!, pero calladitos.
Y luego, en el sistema ejecutivo, que es quizá donde más se
practica la corrupción a dos manos y donde se mira con lupa lo que hace o ha
hecho cada gobierno, pero del partido oponente. Nunca del propio, que para
ellos es puro y limpio como una doncella.
Ahora bien, los verdaderos culpables de todo esto, somos los
propios ciudadanos, que nos dejamos engatusar con pueriles discusiones
partidistas de aldehuela, preocupados sólo de si los señalados como corruptos
son “de los nuestros” o de “los otros”, para saber si debemos indignarnos o no,
según nos indique el partido o medio de comunicación de nuestras simpatías…
Quizá debiéramos llenar nuestras ciudades de monolitos de
piedra, en que estuvieran grabadas las palabras de Ortega y Gasset: "Ser
de la
izquierda es, como
ser de la
derecha, una de las infinitas
maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son
formas de la
Hemiplejía moral". “No
hay que tener ideologías. Hay que tener ideas”.
Mientras los ciudadanos normales nos dejemos manejar como
borregos, los corruptos y sinvergüenzas de todo tipo, sonreirán y se frotarán
las manos complacidos.
Enrique Gutiérrez y Simón