domingo, 31 de mayo de 2009

Anexo un artículo de Arturo Pérez-Reverte, publicado en el magazin XL Semanal, ya en el pasado mes de enero.

Como se puede ver en él, en la España de ZP, la justicia ya no lleva una venda en los ojos, indicando que es igual para todos... En la España actual, unos somos más iguales que otros, así, si nos enteramos de que unas personas han tenido una reyerta doméstica y una de ellas ha salido herida, en seguida pensamos que la agresora ha de enfrentarse a la justicia, pero en la España actual, no. Según la Ley Zapatero de "¡IGUALDAD!", si la agresora ha sido la mujer, es inocente, pero si el agresor ha sido el hombre, es culpable, desde el principio, sin analizar los hechos y sin más zarandajas.

Si un político dice: "El mayor problema de España, son los casi cinco millones de desempleados", esto es un tema de gran transcendencia y muestra de una gran altura política y sentimiento social... si quien lo ha dicho es de "izquierdas", pero una afirmación antipatriótica, desleal y demagógica, si quien lo ha dicho es de "derechas"...

Por lo mismo, si casual o intencionadamente se encuentran restos humanos de la época de la guerra incivil, serán unos héroes, dignos de homenajes y entierros solemnes si se muestra que eran del bando republicano, o un estorbo inoportuno, si se muestra que eran del bando contrario, o incluso, si eran de ambos bandos.

Y el colmo de este tema, que no se menciona en el artículo es, cuando los restos eran de republicanos, pero asesinados por los del mismo bando, como ocurrió muchas veces, y se demostró en los restos encontrados en la base militar de Torrejón de Ardóz, cuyo hallazgo se ocultó precipitadamente para no avergonzar a los votantes de "izquierdas"...

 

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Treinta v seis aguafiestas

magazine Firmas Por Arturo Pérez-Reverte


Los bienintencionados desenterradores no supieron qué hacer con tanto fiambre fuera de programa


Lo bonito del putiferio en el que, poco a poco, nos instalamos con toda naturalidad, es que las pelí­culas de Berlanga empiezan a ser, comparadas con el paisaje actual, versiones sosas de lo nuestro. Eso está bien, pues con algo hay que disfrutar antes de palmarla. Y los periódicos, y los telediarios, y tender la oreja al runrún de cada día, deparan momentos sublimes de juerga moruna. Dirán algunos que de ciertas cosas no hay que reírse, pues nada tan virtuoso como la indignación ante la injusticia o la estupidez. Pero uno acaba por asumir lo evidente. En España, la justicia, las virtudes y la indignación ajena importan un huevo de pato. Dere­chas, izquierdas, nacionalistas y demás oportunistas, ciudadanos de infantería incluidos, cada cual va a lo suyo. Impasi­ble mientras no le toque. El héroe nacio­nal no es don Quijote, sino don Tañere-do. De manera que, como analgésico, a veces resulta útil atrincherarse en la risa. Reír, según la manera, es también un modo de ciscarse en su puta madre. En la de ellos -rellenen ustedes con nom­bres la línea de puntos— y en la de los incautos e imbéciles que los engordan.

La última es finísima. Buscando los restos de doce republicanos asesinados en el pueblo turolense de Singra, una asociación para la recuperación de la lla­mada memoria histórica desenterró hace más de un año, por error, treinta y seis cadáveres de soldados muertos durante la Guerra Civil, en la batalla de Teruel. Examinados los restos por un equipo de arqueólogos y forenses, y tras comprobar que allí nadie había sido fusilado, sino que todos eran hombres —muchos muy jóvenes— muertos en combate, los bien­intencionados desenterradores no supie­ron qué hacer con tanto fiambre fuera de programa. De haber sido los doce republicanos asesinados, la historia habría salido redonda: homenaje a las víctimas, malvados nacionales y demás parafernalia. Incluso con soldados leales a la Repú­blica, el asunto habría tenido por dónde agarrarse. Pero se daba la incómoda cir­cunstancia de que los muertos, enterra­dos en fosa común en el mismo campo de batalla, pertenecían tanto al ejército nacional como al republicano. Eran de los dos bandos, mezclados en la barbarie de la guerra y la tragedia de la muerte. Espa­ñoles sepultados juntos, como debía y debe ser. Como lección y homenaje, deli­berado o casual, de sus enemigos y com­pañeros. Así que imaginen el papelón. Nuestro gozo en un pozo, colega. Esto no hay quien lo venda al telediario. Treinta y seis aguafiestas jodiendo el invento.

Pero lo más fino es la solución. Tan de aquí, oigan. Tan española. Disimula, Manolo, y silba mirando para otro lado. Unas cajas de cartón, el alijo dentro, y los treinta y seis juegos de huesos deposita­dos en las antiguas escuelas del pueblo. Guarden esto aquí un momento, háganme el favor, que vamos a comprar tabaco. Hasta hoy. Y mientras escribo esta página, los despojos llevan trece meses muertos de risa, metidos en las mismas cajas, sin que nadie se haga responsable. El alcalde de Singra, que es socialista, anda un poquito mosqueado, diciendo que no está bien tener ahí los huesos de cual­quier manera; que cualquier día entran unos perros y se ponen ciegos mascando fémures de ex combatientes, y que los de la asociación desenterradora tendrían que hacerse cargo del asunto, comprar féretros y sepultar aquel circo como Dios manda. Y los otros, por su parte, llamándose a andana. Diciendo que, como no son los familiares que buscaban, pues que tampo­co hay prisa, buen hombre. Ni se acaba el mundo ni nos corren moros, que decían los clásicos. La asociación es modes­ta, no está para muchos gastos, y ya se hará cargo cuando buenamente pueda. Si puede.

Y claro. Uno piensa que, por azares de la vida y de la Historia, quien pudo acabar en esa fosa tan alegremente abier­ta pudo ser mi tío paterno, el sargento republicano de diecinueve años Loren­zo Pérez-Reverte; o el alférez nacional Antonio Mingóte Barrachina, que es la bondad en persona, con quien me siento cada jueves en la RAE; o el padre de mi compadre Juan Eslava Galán, que hizo media guerra en un bando y media guerra en otro. Y los imagino a todos ellos, o a otros como ellos, descansando tranqui­los y a gusto desde hace setenta años en su fosa común de Singra o de donde sea, bien juntos y revueltos unos con otros, rojos y nacionales, tras haberse batido el cobre con saña cainita y mucho coraje, como Dios manda. Y en eso llega una panda de irresponsables, les pone los huesos al aire y los deja en cajas de cartón, porque en realidad buscaban a otros. Y las quejas, al maestro armero. E imagino sus chirigotas y carcajadas de caja a caja y de hueso a hueso. Fíjate, compañero. Memoria histórica, la llaman. Hay que joderse. ¿Sabrá un burro lo que es un pictolín? Triste y estúpida España, la nuestra. La de entonces y la de ahora. Por esta peña de subnormales no valía la pena matarnos, como nos matamos. •


 

www.xlsemanal.com/perezreverte - XLSEMANAL   4 DE ENERO DE 2009


 


 

 

viernes, 29 de mayo de 2009

Nueva radiografía descarnada de José María Carrascal, sobre la España que nos ha impuesto ZP.  

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La guerra no ha terminado

 

JOSÉ MARÍA CARRASCAL - ABC.es - Opinión (miércoles 27 de mayo de 2009)

 

NINGUNA guerra dura más que las civiles, y que la nuestra no terminó el 1 de abril de 1939, sino que continúa, vino a confirmarlo el debate entre Juan Fernando López Aguilar y Jaime Mayor Oreja el lunes por la noche en Televisión española. El candidato socialista no tuvo ningún reparo en echar mano del franquismo para descalificar a su interlocutor, como si Franco siguiera vivo, en vez de haber muerto hace 34 años. No fue esa su única alusión a las dos Españas que se midieron en el campo de batalla. Su entero parlamento estuvo dedicado a resucitar el viejo duelo entre izquierdas y derechas, con él representando el progreso, y su adversario, la reacción. Lo creíamos superado, pero es la herencia de Zapatero, que nos ha hecho retroceder a la confrontación cainita, en su afán de dar la vuelta a la guerra civil que perdió uno de sus abuelos y ganó el otro, como ocurrió en tantas familias españolas. Lo malo es que para ganar esa guerra tiene que librarla de nuevo. Es a lo que se ha dedicado en sus cinco años de gobierno, a lo que se dedican sus ministros y a lo que se dedicó López Aguilar ante millones de telespectadores. No lo hacen sólo por motivos ideológicos, sino también por necesidades electorales. La crisis les ha arrinconado de tal forma y ha puesto tan al desnudo su fracaso que ya no les queda otro argumento que identificar al PP con el franquismo. Mayor Oreja podía haber recordado a su temerario interlocutor la larga lista de dirigentes socialistas españoles que entonaron loas a Stalin, a Mao, a Ho Chi Minh, a Fidel Castro. No lo hizo, no sé si por elegancia o por preferir recordar sus servicios a la Transición democrática y a la lucha contra ETA en el País Vasco, en la que, como tantos, arriesgó su vida. Hechos frente a eslóganes. Ese fue el debate. Lo malo para el PP y lo bueno para el PSOE es que, en televisión, los eslóganes se venden mejor que los hechos. Y aunque los hechos terminan imponiéndose, ocurre demasiado tarde la mayoría de las veces.

De ahí que prefiera clasificar el debate como un clásico encontronazo entre el ayer y el hoy. Pero, atención a esto, donde el hoy estaba representado por el candidato del PP y el ayer, por el candidato socialista. López Aguilar habló más del pasado que del presente, al que ni siquiera aludió, tal vez por saber que no significa nada bueno para él ni para su partido. En Europa, menos que en ningún otro sitio. Y estas son unas elecciones europeas, aunque no lo parezcan.

Las encuestas nos dirán quién ha ganado, aunque no hay que hacerles mucho caso dado lo manipuladas que están. Lo importante es saber si España sigue siendo «el país de sus antepasados», como la definió Kant, o sea, si su última guerra civil continúa, o si es el país de sus hijos, de los que últimamente no se ocupa demasiado.

 

 

jueves, 28 de mayo de 2009

Piénselo do, o tres, veces

Hace algunas semanas, os envié mi artículo "Mi primera detención policial", que no recuerdo cómo terminó, pero supongo que acabó en una advertencia a mi familia de que vigilaran de cerca a ese chico tan arisco...

Si hubiera ocurrido en la desmadrada España actual, supongo que, después de un largo y prolijo juicio de varios años, habría acabado con alguna condena a una institución correccional, por haber causado unas lesiones "desproporcionadas" con la agresión.

Ya que mis agresores, lo único que hicieron los pobrecitos, fue arrojarme piedrecitas durante varios días, supongo que un juez español moderno, habría pedido que la policía determinara cuantas piedras me arrojaron, y del total de las arrojadas, cuantas dieron en el blanco, por lo que me habría reconvenido muy seriamente que, yo tenía derecho a haberles arrojado a ellos, la misma cantidad exacta de piedras y del mismo tamaño exacto, pesadas en la correspondiente balanza y, ¡OJO!, haber acerttado exactamente la misma cantidad de veces, sin sobrepasarse ¿Eh?, que lo contrario es abuso de fuerza y desproporción en la repelión del ataque. Además, habría dicho que, como entre la primera agresión y mi respuesta, habían pasado varios días, había en ello premeditación y por tanto alevosía, contra los pobres e inocentes niños, (calificados así, cuidadosamente por su edad), mientras que la mía, a pesar de ser aproximadamente igual o menor, podría calificarse como de un mozalbete peligroso y abusón, ya que no hay derecho a meterse, un tipejo como yo, contra tres inofensivas criaturitas...

Defenderse de algo, es comprensible, pero PROPORCIONADAMENTE. ¡ojo!.

Adjunto el magnífico artículo de Arturo Pérez-Reverte, publicado en XL Semanal, de ABC de esta semana...

 

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Piénselo dos (o tres) veces

 

MAGAZINE Firmas                                                  Por Arturo Pérez-Reverte

Defender a una mujer en la calle es asumir la posibilidad de una pelea y una condena judicial. Si no, lo mejor es no meterse


 


Permítame un consejo, caba­llero. Si se tropieza con un fulano que le está dando una felpa a su legítima, o suce­dáneo, piénselo dos veces, incluso tres, antes de meterse en jardines. Estoy de acuerdo en que esas cosas no deben tolerarse. Admito, además, que no permiten reflexión previa, pues actúa el piloto automático. Todo depende de la casta y virtud de cada cual En principio, ante tales situaciones se es un mierdecilla o un tío decente. Ésa es la teoría ética. Pero estamos en España. Si defiende a señoras maltratadas, sepa a qué se expone. Una juez de Vigo nos lo recordó hace unas semanas, calzándole 3 meses de cárcel y 15.55O euros de multa a un joven de allí. Éste había cometido la ingenuidad de impedir que un pavo maltratase a su pare­ja. Le afeó la conducta y recibió un cabeza­zo. Entonces se lió la pajarraca, y el defen­sor de la moza le dio al otro una patada en la cara, rompiéndole la mandíbula.

Lo instructivo no es que el juicio se haya celebrado tres años después, ni que la defendida —como es frecuente— defen­diera al que le zumbaba, en plan soy de mi Paco y puede darme hasta con la hebilla, si quiere. La lección cívica del asunto reside en que la juez, aun admitiendo que la defensa fue oportuna y que el primer leñazo lo sacudió el maltratador, empito­nó al defensor de doncellas pese a que la sentencia reconocía que su reacción inicial «fue legítima», que el otro le dio el cabeza­zo «con ánimo de menoscabar su integridad física» y que el joven largó la patada «para repeler la agresión y evitar que continuase». Pese a lo cual, la juez estimó que la patada en el careto fue, sin embargo, «un exceso defensivo que no puede estar ya justificado por una notoria desproporción en el mismo». Dicho en cristiano, que el joven tenía que haberse defendido, pero menos. Con la puntita nada más. Dando unas pocas bofetadas con la mano abierta, o con unos calculados puñetacitos en el hombro. Una pelea civilizada, vamos. Políticamente correcta. De esa manera, el otro, acojo-nado, habría dejado de darle cabezazos. Seguro.

Me va a perdonar la juez de Vigo. De tribunales sabrá mucho, pero de peleas no tiene ni puta idea. Tampoco es que yo sea un experto. Me apresuro a matizarlo, por si acaso. Siempre fui —lo juro por el cetro de Ottokar— un cruce de osito Mimosín, Bambi y conejillo Tambor. Más o menos. Pero cualquiera que haya visto atizarse de verdad a dos tíos —la calle no es el cine— sabe que cada cual se las arregla como puede, y una vez metido en faena no anda calculando con qué da y dónde lo hace. La defensa con manos desnudas sólo es excesiva o desproporcionada si te ensañas cuando ya tienes al otro en el suelo. Mientras, se pelea para tumbarlo, con la sangre caliente y con la pericia y el coraje disponibles, procurando dejar fuera de combate a un adversario que, mientras colee, se revolverá contra ti. Y ese es lo que hay que evitar: que colee. Hasta ahí es razonable. Cuando se esparrama de tú a tú, con dos jambos dándose estiba, la desproporción viene si uno de ellos echa mano de herramientas que desequilibran la cosa, como un objeto contundente o una navaja empalmada. E incluso en tales casos lo desproporcionado es relativo. No es igual vérselas con uno de tu misma edad y calibre, que ser un tirilla de sesenta kilos delante de un animal de dos metros de largo por uno de ancho, o tener que zafarse de cuatro o cinco que te están breando o te van a brear. Ahí, a veces hay que echar mano a algo: una silla, una botella. En cualquier caso, y con permiso de la juez de Vigo, del Código Civil y del Código Da Vinci, lo aconsejable siempre es madrugar. Ser rápido, brutal y eficaz en la medida de las posibilidades que ofrezca tu forma físi­ca y tu propio cuerpo. Tu edad y tu destre­za. Quien pelea lo hace para ganar, no para que lo inflen, si puede evitarlo. Si no, lo mejor es no meterse. Así que ya me dirán ustedes, en ese contexto, si va a andar uno calculando dónde pega la patada, si el golpe lo da con el puño o con la palma, si la fuerza que aplicas al leñazo que consigues colocarle al otro para menoscabar su inte­gridad física es proporcionada, o si vulnera el artículo 33, apartado 48 bis, de la ley integral de Hostias Callejeras. Resumiendo: cuando ayudas a una mujer, asumes una posible pelea. Y, de igual a igual, ésta no hay forma de ganarla si no es rompiéndole la cara al otro. Así que en Vigo han hecho mal tercio a las maltrata­das y a los pardillos que aún las defien­den. La letra de la Ley es imperfecta, y el sentido común de quienes juzgan debe templar sus errores y lagunas. Puesto que a ningún maltratador se lo disuade con palabras o una simple bofetada, la senten­cia de Vigo sitúa el problema en un punto imposible. O te dejas machacar y pierdes la pelea, como el profesor Neira, o te buscas la ruina si la ganas. Hagas lo que hagas te la encuñan, y sólo aplauden si entras en coma. Eso es un disparate. Uno más de esta absurda Justicia nuestra, que siem­pre privilegia al canalla sobre las personas decentes. Quizás algunos jueces deberían darse una vuelta por la calle. Por la vida. •


www.xlsemanal.com/perezreverte - XLSEMANAL 24 DE MAYO DE 2009

 

lunes, 25 de mayo de 2009

Colombia en ascenso y decepcionante España

Con sana envidia de los colombianos, leo el escrito que, sobre Colombia, publica hoy el director de ABC y la "Tercera" que publicó ayer en el mismo periódico el académico Francisco Rodríguez Adrados, sobre la democracia, que, tristemente termina: ...en España. En temas como el de la unidad de la nación y de su cultura el balance de nuestra democracia es muy decepcionante.

 

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Uribe y los principios ante el futuro de Colombia

ÁNGEL EXPÓSITO - Domingo, 24-05-09 - ABC.es - Opinión - Foco del Director

 

Creo, sinceramente, que nunca he conocido a un político con el empaque y la fuerza de Álvaro Uribe. No sólo por la impresionante Colombia, que también, sino por él mismo. Pude tratar allí mismo a Gaviria, Samper, a Noemí Sanín, y nadie me impresionó tanto como Uribe. Ni siquiera Chirac, Erdogán, Karzai o Barroso, por citar algunos del resto del mundo.

Pero Colombia es mucho más que su presidente. Hablamos de una potencia en la región. De un país equiparable en su seriedad a México, Brasil o Chile. De un referente al que hay que apoyar y con el que habrá que trabajar. Mi colega Pérez-Maura, hispanocolombiano, me advierte que los principios están por encima de la gente. Y tiene razón. Por eso es muy difícil que Uribe se presente a la reelección y por lo mismo se puede entender el paso dado por Santos. Por todo ello, desde España hemos de estar atentos a Colombia. Un país clave en la región y en el planeta hispanoamericano. Una vez más, que los árboles no nos impidan ver el bosque.

Ángel Expósito. Director de ABC

 

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De la democracia, su historia y su presente

 

FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS de las Reales Academias Española y de la Historia

Sábado, 23-05-09 - ABC.es - Opinión - La Tercera

 

HAY cosas sobre las que uno lleva pensando años y años, pero cuando llega el momento de ponerlas en palabras se ve obligado a repensarlas con nuevos relieves y menos ambigüedades.

Así me ha sucedido cuando, hace poco, he dado en Madrid un ciclo de conferencias sobre sociedad y política en la antigüedad greco-romana, en las que hacía algunas referencias a hechos contemporáneos. Todo va unido, nada puede ni debe ser aislado. Y todo evoluciona, también. Y lo hace en un ciclo que introduce siempre variantes. Se pasa de un sociedad y política cerradas a otras abiertas, más liberales y democráticas. Y de nuevo a las primeras. Los errores de un régimen traen el contrario y al revés.

En Grecia, la democracia fue una respuesta a la opresión de los tiranos, un acuerdo, desde Solón y luego Clístenes, que fue generalmente aceptado, tras una fase de literatura y pensamiento que la preparó: la que yo he llamado literatura predemocrática, que instauró los valores de la libertad, la igualdad, la crítica, el reparto del poder dentro de acuerdos pacíficos.

Empecé a escribir sobre esto nada menos que en los años sesenta, cuando se abrían paso, en España, esas fuerzas. Poco a poco impregnaban a más y más españoles, eran una necesidad. He seguido pensando y escribiendo sobre el tema hasta ahora. Varía en el detalle, pero es omnipresente. Y también el de las razones humanas e históricas de la democracia, también el de sus éxitos. Y el de sus problemas.

Porque todos tienen noticia del origen de la democracia en Atenas, pero mucho menos de su curso y su decadencia, de sus éxitos y sus excesos (y de los de sus críticos), de comportamientos que han resultado peligrosos y de su caída. Atenas capituló ante Esparta y sus aliados el año 404 a. C. (luego una democracia renovada capituló, otra vez, ante Filipo el 338). Muchas lecciones pueden desprenderse de esto.

Y eso que Atenas era una pequeña ciudad y su democracia era incompleta. No existía todavía para un segmento importante de su población: mujeres, extranjeros domiciliados, esclavos. Aun así, dado que su ambiente a todos llegaba, puede dar lecciones: para bien y para mal.

Lecciones para bien daba, por ejemplo, el poder de la Asamblea, que podía destituir al propio Pericles. Las magistraturas colegiadas y por plazo limitado, la exigencia a los magistrados salientes de rendir cuentas, el que una prepuestación de ley o decreto tuviera que pasar previamente por un doble tamiz, el del Consejo y el de la Asamblea. Más aún, antes de la propuesta formal, cualquier ciudadano podía interponer una graphé paranómwn, un recurso de ilegalidad: si prosperaba, no se admitía la presentación de la propuesta.

Bien nos habría venido esto a nosotros, ciudadanos de un país en que tantas disposiciones, del Gobierno y las Autonomías, que bordean o violan directamente la Constitución, son aprobadas sin más por instancias de varios niveles. Se aplican sin más y luego, solo luego, puede haber un recurso ante los tribunales. El Estatuto catalán es un caso entre tantos, aunque el Tribunal Supremo lo recorte después, ya veremos, el daño está ya hecho.

En fin, otros rasgos de aquella democracia se repiten ahora en todas: el libre debate, la protección a los más débiles. O se intenta hacerlo. Y hay otros que nos gustaría no ver y sin embargo los vemos cada día. Me refiero, por ejemplo, a la politización de la Justicia, que se usó ya contra Pericles, Sócrates y otros más, como Alcibíades, con daño para Atenas. O que el éxito de los políticos dependiera, muchas veces de su sonrisa o sus gestos o su demagogia extremista, de su convertirse en una especie de atletas o de actores de teatro. Cuando Alcibíades ya no sabía cómo llamar la atención, cortó la cola a su perro, para que los atenienses tuvieran algo de que hablar en relación con su persona.

Sobre todo: la democracia es la línea media, esto bien lo vió Aristóteles. Y los trágicos sabían que el exceso, el que alguien creyera que podía conseguirlo todo, traía el desastre. Por obra de los dioses (así Esquilo) o de la propia naturaleza humana (así Tucídides). El forzar graves decisiones sin posible retorno sobre la base de mayorías circunstanciales, irrazonables, ciegas, de mera conveniencia, dañinas además para un sector importante de la población o para la totalidad de ella, trae funestas consecuencias.

Por ejemplo: la guerra civil, esto ocurrió en Atenas cuando insensatamente se embarcó en una imposible guerra externa. O la indiferencia de los más, a los que hubo que pagar para que asistieran a la Asamblea. O el fin de la gran Literatura y el gran Pensamiento. O, simplemente, la derrota, la caída, la vuelta de regímenes en que el poder residía en una o muy pocas personas. Esto sucedió en Atenas. El miedo al desorden hizo crecer en ella, en el siglo IV a. C., el sector filomonárquico, Filipo y Alejandro bien que lo utilizaron.

Con todo, los valores humanos que engendró o hizo culminar la democracia ateniense, no se perdieron. Toda la Antigüedad, desde los reinos helenísticos al imperio romano, incluida su fase cristiana, está impregnada de ellos, pese al descenso de las libertades políticas. Pasaron a la Edad Media y a todo el futuro. El ideal del Buen Rey que gobernaba al pueblo siguiendo un ideal de virtud, fue el dominante. Y quedaron gérmenes visibles o larvados que ayudaron, en el momento adecuado, a recobrar la libertad política.

Sin griegos y romanos no habría retornado esto al mundo, tras intentos, o exitosos o frustrados, procedentes del ambiente del Renacimiento, el Humanismo y la Ilustración.

Así en las ciudades libres de Italia o Alemania, en las Comunidades de Castilla o en las revoluciones francesa o americana. Claro que el peligro acecha siempre a estas Revoluciones cuando, aunque tengan motivaciones comprensibles, rompen los límites. Este es el caso de revoluciones como la francesa y la rusa, que no carecieron de motivos, pero estuvieron plagadas de errores y crímenes. Y de tantas cosas que leemos todos los días en los periódicos.

Ese peligro de romper el límite de lo posible acecha siempre a todas las democracias. Una y otra vez vemos cómo es funesto para ellas, cómo se atraen así la ruina. No se trata de ser agoreros sin motivo. El riesgo acecha siempre a los hombres y a las sociedades cuando se salen del carril legítimo y creen que todo puede dárseles gratis y sin esfuerzo. De aquel difícil equilibrio entre autoridad y libertad, que dijo Tácito. Cuando se abandona la cultura del esfuerzo y se adopta idealismos tan engañosos como imposibles. Cuando se cae en el exceso irracional, en la hybris del poder. Con o sin mayoría.

Yo intentaba, simplemente, exponer hechos, datos, venturas y desgracias de hombres y sociedades dentro de esquemas que se repiten. La historia está viva, ignorarla es suicida. Hay caminos buenos y malos. Y mixtos: lo más deseable se frustra de mil modos, por la ceguera y el error.

Temo que haya bastante de ello, ahora, en España. En temas como el de la unidad de la nación y de su cultura el balance de nuestra democracia es muy decepcionante.

 

domingo, 17 de mayo de 2009

Ley islámica y El Pito

Un par de artículos publicados hoy, en ABC y en La Razón...

 

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Gracias por votar

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Ley islámica contra piratería

JOSÉ MARÍA CARRASCAL - Domingo, 17-05-09 -ABC.es - Opinión - Firmas

 

YO no tengo, como los políticos, la formula para salir de la crisis económica (ni creo que la tengan ellos), pero sí tengo la de acabar con la piratería en aguas del Cuerno de África. Nada de entregar los piratas capturados a las autoridades keniatas, como ha hecho el comandante del «Marqués de la Ensenada», ni de dejarles en libertad, como quería el juez Andreu, ni de traerles a España, como decía el fiscal, sino algo mucho más lógico y sencillo: entregarlos a sus autoridades. Y como en Somalia no hay una autoridad nacional, hacerlo a las locales, esto es, a los ancianos de las tribus y a los imanes, que actúan como jueces según la ley islámica.

Imagino que alguno de ustedes, tras leer lo precedente, se habrá dicho: «Pero a este Carrascal se le han fundido los plomos. ¿No sabe que todas aquellas gentes están aprovechándose de la piratería, que los millones de dólares y euros que los piratas sacan de los rescates de barcos y tripulaciones se los gastan luego en tierra, donde deben de ser tratados como reyes?» Eso me creía yo hasta leer el reportaje que Jeffrey Gettleman envía al New York Times desde la zona. En efecto, los piratas se convirtieron de entrada en los amos del cotarro, gastando el dinero a manos llenas en juergas, borracheras y francachelas. Y creando un desorden cada vez mayor en una región que ha venido viviendo poco menos que en la edad media, donde el mayor lujo era desplazarse en camello en vez de a pie. El cambio ha gustado muy poco a los viejos jeques, que han empezado a organizar milicias contra los piratas, y ha gustado aún menos a los imanes, que condenan en las mezquitas sus ofensas al Corán e instan a las mujeres evitar todo contacto con ellos. Tan decididos están a cortar por lo sano, en el sentido literal de la palabra, que un tal Anshir Boyah, que se precia de haber asaltado 25 barcos, dice al periodista norteamericano: «Esos tíos islamistas te cortan las manos si te agarran, así que va siendo hora de cambiar». Como saben, el castigo para los ladrones en la ley islámica es cortarles la mano y los piratas somalíes empiezan a estar considerados como tales.

Así que ya saben la fórmula para acabar con ellos. Nada de complicarse la vida trayéndolos a España o de entregarlos a los keniatas para que los juzguen. Entregarlos a sus autoridades. Mano de santo. O de pirata.

Aunque no creo que mi propuesta prospere, dado el rechazo que seguro encontrará entre la misma progresía que dice apoyar la alianza de civilizaciones y respetar las costumbres de otros países. Pero a ustedes puede interesarles e incluso divertirles, habiendo últimamente tan poco de qué reír. Por cierto, ¿se imaginan la cantidad de mancos que habría en España si se aplicase la ley islámica?

 

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El pito

COSAS QUE PASAN

 

Ha dicho Anasagastí que al Rey le han pitado porque ahora se puede pitar, no como en tiempos de Franco

Pitos para pitar a Franco los había a miles, y si no le pitaron fue por una sencilla razón. No se atrevieron

 

Alfonso USSÍA - LA RAZÓN • Domingo. 17 de mayo de 2009

Me dispongo a escribir del pito de Anasagasti. Que nadie se asuste. Se trata de un pito fi­gurado, metafórico. Podría hacerlo también del pito del sereno, pero carezco de fuerza argumenta! para llevarlo a cabo. El único dato que tengo del pito del sereno es la bronca del guardia urbano de «La Verbena de la Paloma» cuando afea a un sereno su obsesión por tocar el pito después de la trifulca de Julián y don Hilarión, el boticario viejo verde. «Ustedes por allí, /los otros por allá, / ni «usté» aquí toca el pito / ni «usté» aquí toca «na». Coincidirán conmigo, que con tan poca información del pito del sereno, elija el de Anasagasti, así todo junto, porque si fuera Ana Sagasti, por se­parado, lo de su pito merecería más la atención de los científicos que la de este nada humilde escritor.

Hay otros pitos por ahí que tam­bién arrincono en espera de mejor ocasión. El «pito, pito, gorgorito» y el pito del «Manneken Pis» bruseliano, muy retratado por el turismo. Me quedo definitivamente con el de Anasagasti, entre otros motivos, porque viene a cuento. Y a cuento viene, porque el senador del PNV, últimamente faltón y deslenguado, ha celebrado la pitada que los nacionalistas vascos y catalanes dedicaron al Rey y al Himno de España, con una especial alegría y un torpe y comprometedor argumento. Ha dicho que al Rey le han pitado porque ahora se puede pitar, no como en tiempos de Franco, que estaba prohibido hacer­lo al entonces Jefe del Estado. Con ese bagaje argumenta!, Anasagasti ha llamado «cobardes» a todos los nacionalistas vascos que acudieron en aquellos tiempos a las finales de la Copa de España que presidía el Generalísimo. Porque pitos había, y se vendían en las tiendas especia­lizadas en pitos, en las pitorerías, y también en las papelerías, estable­cimientos de máscaras y bromas y en los tenderetes de la Plaza Mayor. No queda tan lejos el franquismo, y había pitos de metal y de plástico, los últimos más asequibles pero menos melódicos y canoros que los metali­zados. Ignoro si Iñaki Anasagasti asistió, como aficionado del Athletic de Bil­bao, a alguna final disputada por su equipo del alma o no pudo hacerlo por estar en su país, Venezuela. Pero si lo hizo, me reconocerá que los aficionados del Athletic aplaudían casi por unanimidad a Franco, y los que no querían hacerlo, no lo hacían y nada les ocurría. Pero pitos para pitar a Franco los había a miles, y si no le pitaron fue por una sencilla razón. No se atrevieron. Y eso dice muy poco de un «valiente pueblo» enfrentado al Estado Español, que así es como dicen cuando se refieren a España. No tiene mérito montarle una pitada nacionalista al Rey cuan­do no existe riesgo de multa o de de­tención. Que le pregunten a Sarkozy por las medidas que ha adoptado para que los emigrantes en Francia no piten cuando suena «La Marsellesa». Aquí, en España, somos aún más libres. Decir que se pitó al Rey porque ahora se puede y no a Franco porque antes no se autorizaba, es una confesión de cobardía colectiva que habrá molestado sobremanera a los vascos. Anasagasti, pudo haber comprado un pito antes de cualquier final presidida por Franco. Si no so­pló o se lo tragó antes de hacerlo, no fue por culpa de Franco. Fue porque no hubo cojones.

 

lunes, 11 de mayo de 2009

Piratas sanos, salvos y libres

 

Tres artículos aparecidos ayer en la prensa de Madrid, sobre el último ridículo de nuestro "gobierno" que, una vez más, ha puesto a esta pobre España en el ridículo internacional...

Hay catorce procesos de jueces españoles, queriendo juzgar a cuanto bicho viviente hay por el mundo, como a tres ministros chinos, a USA por Guantánamo y una ristra de ridiculeces por el estilo, pero cuando captura a catorce piratas armados, después de un sinfin de contradicciones, se decreta su puesta en libertad... Y Pérez Reverte, como si fuera adivino, o más bien conocedor de nuestros políticos y jueces, lo predijo con dos semanas de antelación...

 

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Apatrullando el índico

 

Por: Arturo Pérez-Reverte

 

 

Mucho ojo, piratas malvados, que con España no se juega.

Ahora os vais a enterar

 

Imperativos de las artes gráficas obligan a escribir esta página un par de semanas antes de la fecha en que se publica. Lo aclaro porque es posible —poco probable, pero posible— que, cuando lean estas líneas, la fragata española destacada en el índico haya destruido a cañonazos a toda una flotilla de piratas somalíes, o que nuestros comandos de la Armada, tras recibir vigorosa luz verde del implacable Ministerio de Defensa español, hayan liberado heroicamente a varios rehenes españoles o extranjeros, liándose a tiros, bang, bang, bang, y dándoles a los malan­drines las suyas y las del pulpo sin pagar rescate ni pagar nada. Que no creo, la verdad. Aquí eso del bang bang se mira mucho, no vayamos a darle a alguien, que encima es negro y desnutrido, aunque lleve Kalashnikov, y a ver qué dicen luego la prensa, las oenegés y las estrellas del cine español. Pero nunca se sabe.

Hoy quiero hablar de una foto. En ella aparece la titular de Defensa, señora Chacón, con varios portavoces par­lamentarios —el señor Anasagasti, la señora Rosa Diez y algún otro padre y madre de la patria— a los que invitó al océano índico para retratarse a bordo de la fragata Numancia; que como saben forma parte del dispositivo internacional que allí protege, o lo intenta, el tráfi­co mercante. En la foto, los portavoces varones y hembras sonríen felices, cual si acabaran de cantarle a la marinería lo de «Soldados sin bandera/soldados del amor», satisfechos por llevar al cuerno de África un mensaje de compromiso y firmeza. Mucho ojito, piratas malvados, que con España no se juega. Aquí esta­mos todos, unidos como una pina cola­da, para dar aliento a nuestros tiradores de élite. Cuidadín. Etcétera. Estoy seguro de que, después de verlo en el telediario, las familias de los tripulantes de atuneros, petroleros, portacontenedores y otros barcos españoles duermen tran­quilas. Relajadísimas. Nuestra Armada está ojo avizor, y nuestros políticos la apoyan. El protocolo operativo contem­pla el uso de la fuerza, siempre y cuando no peligre la vida de secuestrados ni de secuestradores. O algo así. A ver qué pirata le echa huevos y se atreve ahora.

Debo confesar algo inconfesable. Y, por tanto, lo confieso. Habría dado mi colección completa de primeras ediciones en gabacho de Corto Maltes —blanco y negro, editorial Casterman— porque, en el momento mismo de la foto, una docena de piratas somalíes hubiesen decidido sumarse por su cuenta al homenaje. Me tiembla el dedo de placer, dándole a la tecla, al imaginar a una docena de Isas y Mojamés abordando la Numancia con su cayuco mientras todo el mundo estaba pendiente del fotógrafo. Hola, buenas. Aquí mi cuñado, aquí mi primo. El del lanzagranadas es mi suegro. De momen­to nos van a pagar ustedes veinte kilos en billetes nuevos. Si no es molestia. Y díganle a la rubia de las gafas y los piños que deje de hablar por el móvil pidiendo auxilio y se siente, coño.

Y luego el operativo. Gabinete de crisis en Moncloa. Café y expertos. Ese pre­sidente Zapatero telefoneando a Obama para preguntarle qué haría él en un caso similar, y el otro respondiendo que ya lo hizo: no pagar un duro y cargarse a los malos. Eso es totalitario, responde Zapa­tero. Indigno de un presidente afroamericano de color. Entre Sarkozy y tú me vais a desmontar el chiringuito con vuestros putos pistoleros. Nosotros tenemos Alianza de Civilizaciones, chaval. Somos líderes en eso. Además, te informo de que la violencia sólo engendra violencia. La piratería está tocando fondo, dentro de un par de meses empezará a disminuir, y mi gobierno ya toma medidas para que cuan­do desaparezca del todo, que será pronto, África y sus habitantes encuentren a España preparada para convertir aquello en Hollywood. Que no te enteras, tío.

Y después, tatatachán, el desenlace. Al alba y con viento de levante, tras arduas y enérgicas negociaciones a través de la embajada de Cataluña en Mogadiscio, el ministro Moratinos anuncia otro éxito diplomático y humanitario sin preceden­tes: «Hemos pagado enérgicamente —dice sin despeinarse- el rescate en un tiempo récord, cosa nada fácil con las transfe­rencias, los horarios de bancos y demás. En cuanto a lo que de verdad preocupa a los españoles, la salud de los piratas, diré que todos se encuentran bien; excepto uno que, al abalanzarse a robarle el reloj al señor Anasagasti, resbaló y se hizo pupita en un dedo. La ministra de Defensa ha fletado un avión para trasladarlo a un hospital de Madrid —ella misma le sostie­ne el gota a gota de plasma—, y confiamos en su recuperación. Son daños colaterales inevitables en estas operaciones de preci­sión y alto riesgo. Por otra parte, el cabo primero de infantería de marina Manolo Gómez Cascajo, que en un momento dado sugirió coger los Cetmes y achicharrar por el morro a los piratas, ha sido seriamente amonestado por Defensa, y su próximo destino será censar focas en Chafarinas. Por querer matar negros y por fascista».

 

www.xlsemanal.com/perezreverte XLSEMANAL   10 DE MAYO DE 2009

 


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Piratas sanos, salvos y libres

ABC.es - Opinión (domingo 10 de mayo de 2009)

 

ES incomprensible que la captura de siete piratas somalíes por un buque de la Armada Española, en vez de desarrollarse como un ejemplo de buen hacer de nuestras tropas y de las administraciones públicas de nuestro país, se haya convertido en un conflicto entre poderes del Estado y no en un problema para esta banda de delincuentes. La sucesión de hechos parece un sainete. Primero, el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, a instancias de la Fiscalía, ordena el ingreso en prisión provisional de los piratas y su traslado a España para ser juzgados por un delito de piratería, que está comprendido entre los que pueden juzgar los tribunales españoles aunque se cometan fuera de su jurisdicción. Poco después, el fiscal rectifica su criterio y, apelando a un reciente canje de notas entre la Unión Europea -responsable del despliegue militar en la zona- y Kenia, pide al juez Andreu que ordene la entrega de los piratas a este país africano. El tercer episodio ha sido un auto del juez Andreu que pone a los piratas en libertad y hace caso omiso a la petición del fiscal, porque alega que un canje de notas no es una norma jurídica aplicable a sospechosos detenidos bajo jurisdicción española.

Este despliegue militar en el Índico está comprometiendo a decenas de países. Estados Unidos resolvió expeditivamente el secuestro de un buque americano. Francia no negocia y asalta los buques de su bandera en manos de piratas y persigue a éstos incluso en tierra. Es fácil imaginar qué pensarán estos y otros países acerca la actuación española por la liberación de siete piratas. En cualquier caso, lo que este bochornoso espectáculo acredita es la improvisación y la descoordinación con que se planificó la iniciativa contra la piratería. Parece que nadie en el Gobierno -ministerios de Presidencia, Defensa, Justicia y Asuntos Exteriores- se preguntó qué habría que hacer con los piratas que fueran detenidos y nadie se preocupó de estudiar y avisar de la relevancia jurídica de un canje de notas que está publicado por el Diario Oficial de la Unión Europea desde 23 de marzo de este año.

La torpeza política se ha traducido en chapuza judicial. Un canje de notas entre la UE y Kenia no es una norma vinculante para los tribunales españoles, y menos aún sustituye un procedimiento reglado y garantista de extradición a un tercer país. Los piratas estaban sometidos a una autoridad militar española por un delito perseguible por la Audiencia Nacional. La decisión política de la UE de entregar los piratas a Kenia no es suficiente para crear una inmunidad frente a la Justicia española. Por otro lado, es inevitable reflexionar sobre el contrasentido de que la Audiencia Nacional esté abriendo sumarios de justicia universal contra responsables que nunca se sentarán en el banquillo, y para una vez que los posible autores del delito no sólo están localizados sino detenidos por un buque de la Armada, al final quedan en libertad. Pocas dudas caben de que la opción más realista para combatir la piratería sea la disuasión, el uso de la fuerza y, cuando sea posible, la detención de los piratas y su entrega al país que, por su nacionalidad, corresponda juzgarlos. Mientras el Gobierno pone orden legal y diplomático en esta chapuza, parece razonable que el Congreso de los Diputados reciba una explicación política por este despropósito.

 

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Un escándalo de derroche

IGNACIO CAMACHO - ABC.es - Opinión (domingo 10 de mayo de 2009)

 

UN serio escándalo de despilfarro de fondos públicos para usos particulares amenaza la carrera política del primer ministro y la mitad de su equipo de colaboradores y parlamentarios de confianza. En un país azotado por la crisis, las prebendas disfrutadas por la clase dirigente han indignado a la opinión pública y colocado al Gobierno contra las cuerdas. Pese a tratarse de gastos legales, la publicación en la prensa de las dietas y asignaciones para fines domésticos de buena parte de la nomenclatura ha achicharrado la ya muy abrasada popularidad del gabinete, cuyos miembros se han visto obligados a pedir disculpas y reconocer en medio del bochorno general que el sistema ha dado lugar a abusos inadmisibles.

Por el detalle de las disculpas habrán adivinado los lectores que no se trata de un asunto español, sino de Gran Bretaña, una nación donde aún existe un cierto respeto por las reglas no escritas de ética democrática. Sucede, sin embargo, que las cantidades reprochadas a Gordon Brown y sus adláteres apenas son de unos miles de euros, invertidos mediante ciertos trucos de cobertura legal en la decoración y mantenimiento de sus residencias. Es posible que la totalidad de esos gastos no alcance siquiera a los que algunos de nuestros dirigentes autonómicos derrochan en tunear sus automóviles y sus despachos. En España los ministros remodelan a su antojo viviendas oficiales y sedes administrativas, mientras el presidente del Gobierno contrata asesores sin tasa y manda instalar sanitarios de alta tecnología en los lavabos. Las cifras que han causado alboroto nacional en el Reino Unido las consume aquí en protocolo cualquier concejal de una ciudad mediana. Y no es que a nadie se le ocurra ni por asomo excusarse; es que tampoco, en la mayoría de los casos, siente atisbo alguno de presión ciudadana que reclame una explicación y un cambio de conducta. Ni el Gobierno de la nación ni los de la mayoría de las comunidades autónomas han sentido siquiera el impulso retórico de reducir su organigrama como gesto simbólico de austeridad para con unos administrados asfixiados por las dificultades laborales y financieras.

Si después de este sonrojante episodio el premier británico tuviese la ocurrencia de proponer una subida de impuestos para hacer frente al incremento del gasto público forzado por la recesión, se armaría tal revuelo que sus escasas expectativas quedarían pulverizadas en el acto. Es posible que esta semana próxima, en España, el presidente Zapatero anuncie en las Cortes un grupo de medidas de mayor presión fiscal. Saque el lector las conclusiones que estime pertinentes, pero la concesión de la nacionalidad británica está sometida a estrictas reglas y controles inaccesibles para la mayoría de nosotros.

 

 

viernes, 8 de mayo de 2009

Mi primera detención policial

MI PRIMERA DETENCIÓN POLICIAL

Esta historieta, totalmente verídica y autobiográfica, me volvió a la memoria a raíz de los ataques del ejército israelí a Gaza, después de que los habitantes palestinos de esa región eligieran por votación a una organización terrorista para que dirigiera sus destinos y ésta, se dedicara a enviar cohetes explosivos a Israel un día si y otro también, y que la prensa internacional organizara un gran alboroto diciendo que la reacción de Israel era "desproporcionada"…

Se me ocurrió un símil, que puede ocurrirle a cualquiera que esté tomando el sol tranquilamente en una playa y un grupo de gamberros se dediquen a jugar al balón en la misma playa, sin preocuparse ni poco ni mucho de los otros ocupantes de la misma. Supongamos que a ese bañista que se está tostando al sol, le da el balón en la cabeza y se levanta sorprendido y reconviene a los jugadores para que tengan más cuidado, pero estos, lo toman a cachondeo y hacen que el balón vaya una y otra vez en la misma dirección, para que "coincidencialmente" caiga en la cara del sesteante. Si cuando éste, después de haberles rogado varias veces que le dejen en paz, se levanta y le pega una patada en los cojones a uno de los jugadores, ¿Ha sido "desproporcionada" su reacción?.

Esa sería más o menos mi historia, cuando fui detenido por la policía por primera vez, por homicidio frustrado, a la edad de siete años… Pero quizá, otra habría sido la historia, si hubieran sido otros mis ancestros, por lo que puede que esto merezca que antes se expliquen algunos

 

ANTECEDENTES

MI ABUELO MATERNO era panadero, anarquista, sindicalista y revolucionario, como era lo normal en cualquier obrero de finales del siglo XIX y principios del XX. Siempre estaba en cualquier huelga o asonada contra el gobierno monárquico e incapaz de aquella época de España y detenido muchas veces, junto con otros revoltosos, que generalmente, eran concentrados en un estadio de fútbol o plaza de toros, hasta que pasaba la revuelta.

Había construido una casa, con sus propias manos, con la ayuda de un maestro de obras y algunos amigos, como era costumbre en aquellos tiempos, en la Ventilla, a extramuros del norte de Madrid, y esta casa, tendría luego mucho que ver con mi infancia y adolescencia.

En alguna de las ocasiones en que estaba detenido, en un ambiente de gran desorden de España, había puesto el ejército unas barricadas o trincheras en la glorieta de Cuatro Caminos, con soldados atrincherados e incluso con ametralladoras emplazadas, para contener a los revoltosos del norte, hacia el centro de Madrid y dos hermanas de mi abuelo, quisieron ir a ver a su hermano que, junto con muchos otros revoltosos estaba en algún lugar de concentración, así que bajaron por la calle de Bravo Murillo hacia el centro y se encontraron con la barrera militar, hacia la que caminaron resueltamente. Los pobres soldados apostados allí, les gritaban que se detuvieran, sin atreverse a dispararles ni mucho menos, ante dos mujeres solas que parecían sordas y tercas como mulas. A pesar de los gritos de advertencia, las dos hermanas, llegaron hasta los sacos terreros de la barricada y los soldados se levantaron de su posición de tiro para intentar contenerlas a mano, pero las dos mujeres se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo con los soldados, usando sus uñas y puños como fieras, con lo que los pobres y sorprendidos soldados quedaron arañados, sangrantes y con los uniformes desgarrados y sin botones, hasta que pudieron reducirlas y, como es natural, detenerlas y llevarlas al lugar de concentración… Donde pudieron ver a su hermano, tal como ellas querían desde el principio…

MI MADRE, MARÍA, hija de este abuelo, se crió en la Ventilla, que en aquellos tiempos era un barrio anárquico, sin calles trazadas ni ningún tipo de urbanización, ni pavimento, ni trazado urbano ni ningún otro servicio, como agua corriente que, había que ir a recoger en cubos a una fuente pública.

María, se crió como la mayoría de los chicos de barrios marginales, jugando entre ellos a policías y ladrones, subiéndose a los árboles, saltando a la comba, etc., y peleando todos contra todos. En el colegio de monjas del barrio al que asistía, antes de entrar, hacía un montoncito de piedras frente a la puerta, para tenerlas listas y dirimir las controversias que se hubieran producido en clase o en el recreo, con las compañeras, a pedrada limpia.

Algún día, estando en clase, una monja le llamó la atención por algo, en forma que María consideró inadecuada, con lo que sin pensarlo dos veces, sacó el tintero de porcelana que todos los pupitres tenían inserto en la madera y se lo lanzó a la monja a la cara, poniéndola perdida de tinta, la cara, el hábito y la toca que llevaban en aquellos tiempos, que parecía el ala de un avión… Supongo que la expulsaron del colegio definitivamente.

En otra ocasión, llegó un vecino llevando de la mano a un niño con un  ojo morado y la nariz ensangrentada y le reclamó al abuelo Jesús, por lo que su hija le había hecho al hijo del reclamante, a lo que el padre de la agresora le espetó; - Si yo tengo un hijo, y viene a decirme que una chica le ha pegado… ¡Lo mato!, con lo que se acabó la discusión, y el padre de la víctima no tuvo más remedio que dar media vuelta e irse a consolar a su hijo agredido.

FAMILIA PATERNA

Toda mi familia paterna es oriunda de Mieres en la Cuenca Minera asturiana, pero mis referencias de los abuelos son prácticamente nulas, ya que mi abuelo paterno murió cuando su hijo Florentino (mi padre), tenía catorce años, por lo que él tuvo que ponerse a trabajar en la mina, donde le admitieron falseando la edad, para que pudiera ayudar a subsistir a la familia, compuesta de la madre, otro hermano menor que él (que luego moriría en la guerra, defendiendo Asturias de los moros de Franco), y dos hermanas.

Mi padre Florentino, (Tino para los amigos), se aficionó al fútbol y llegó a jugar en la selección nacional, en ligas menores. Se crió fuerte como exigía el duro trabajo de la mina y la agreste orografía asturiana, donde, un poco como en Esparta, los débiles no tenían mucha esperanza de vida.

Los asturianos, por tradición y por convicción, son revolucionarios, rebeldes y un tanto brutos, ya que suelen tener la dinamita casi como un artículo de juego para niños y, se vio trágicamente en el juicio del 11 de marzo, sobre los atentados de los trenes de Madrid, que hasta hoy en día, se puede encontrar dinamita tirada por ciertos parajes cercanos a las canteras o las minas.

En cierto momento, Tino resolvió que en la mina no había mucho futuro y se puso de acuerdo con un amigo para huir a Francia, como un inmigrante ilegal, que se dice ahora, ya que les habían dicho que en Irún había un puente internacional donde la gente pasaba todo el día de un lado para otro sin más trámite, así que cogieron un tren y aparecieron en Irún, acercándose al puente internacional, para estudiar el terreno, pero algún policía que les vio y con su experiencia adivinó sus intenciones, les llamó y les dijo amigablemente que ya los había visto y que desistieran de su propósito, porque iba a estar atento a cualquier otro momento en que les viera por allí. Así que, con sus planes frustrados y no queriendo volver derrotados a su pueblo, resolvieron viajar a Madrid, en busca de mejores oportunidades.

Tino, como minero, encontró trabajo en la construcción de un edificio que estaban haciendo en la Gran vía y que necesitaban hacer barrenos con una barra de hierro en la roca, para volarla y hacer los cimientos. Posteriormente, se pudo emplear como cargador en una empresa de mudanzas, "Federico del Rieu y González", a la que dedicó el resto de su vida en España y donde fue ascendiendo hasta llegar a ser su Encargado General y manejar toda la empresa.

Era viudo y con dos hijos: Sabina y Cándido, cuando conoció a María, que luego contaba que se enamoró de él, porque con sus largas patillas y sombrero de ala ancha, se parecía a Carlos Gardel… (Yo, dediqué tiempo a comparar fotos de ambos en aquella época y creo que no se parecían ni en el blanco de los ojos… pero las mujeres son así).

Con todas estas idas y venidas, estamos en el 18 de julio de 1933, día en que nací yo. Por cierto que, esa fecha debía tener algún detalle importante, porque fue el día de la Fiesta Nacional de España, durante 40 años… Aunque, me parece que no era precisamente por conmemorar mi nacimiento…

Cuando en otro 18 de julio, tres años después, un grupo de generales españoles, entre los que Franco era uno más, y no el más importante, como dicen algunos papanatas, quisieron dar un golpe de Estado que, suponían iba a durar 24 horas, pero fue la chispa que prendió la tenebrosa Guerra Civil Española, Tino, que por supuesto, era comunista militante, como correspondía a un minero que cumplía 17 años cuando se produjo la Revolución Soviética, sin previo aviso ni a su empresa ni a su familia, se fue a la sierra de Madrid, porque en la calle, encontró un camión lleno de hombres que querían ir a defender Madrid de las tropas "nacionales", pero ninguno sabía conducir el camión, así que se subió a la cabina y arrancó con todos ellos hacia la Sierra, sin más. Allí y dada su experiencia en dirección de empresas de transporte, le asignaron como jefe de un parque de transporte militar, y estuvo con diversos avatares y aventuras, durante toda la guerra, con esporádicas visitas a Madrid, donde no traía dinero ni alimentos a la casa, porque decía que él estaba luchando por la República y no por dinero. Pero todo esto, es otra historia y da para otro relato que quizá hagamos otro día…

Cuando al fin terminó la guerra y ya se vio que no había futuro en un frente lleno de traiciones, pasándose al enemigo batallones enteros y hasta luchas a tiros entre supuestos componentes del mismo ejército, Tino regresó a Madrid y se incorporó a su trabajo, donde lo recibieron con los brazos abiertos, ya que, los camiones de mudanzas habían sido requisados y convertidos en ambulancias y la empresa estaba prácticamente en ruina y había que reconstruirla. Algunos camiones se recuperaron, y yo los conocí con su cruz roja pintada debajo de la pintura que les pusieron después con los colores de la empresa.

Una vez reincorporado a su trabajo, estaba un día dirigiendo una mudanza en una calle de Madrid, cuando se paró un coche, bajaron unos individuos preguntando por él y cuando se identificó, lo subieron al coche y… otra vez desapareció para la familia, hasta que se le pudo localizar en una cárcel, donde lo llevaron de un lado para otro, de una cárcel a otra, durante año y medio.

Yo, tengo claros en mi memoria los recuerdos de haber visto a mi padre, junto con otros muchos hombres, agarrados a una malla metálica, como las de los gallineros, y estar nosotros agarrados a otra malla igual, pero separada como un metro y medio de la de él, mientras por ese pasillo intermedio caminaban hombres que se suponía funcionarios de prisiones, pero que en realidad eran asesinos que, pistola al cinto, presumían de ser del bando ganador de la guerra. Todos los presos gritando, intentando hacer oír su voz de sus familiares y éstos haciendo lo mismo en un pandemonium inenarrable.

En estas supuestas cárceles, que en realidad en su origen eran colegios o conventos, transformados en unos centros que, ante ellos, Guantánamo parece un hotel de cinco estrellas, los presos tenían que dormir en el suelo, colocados como sardinas en lata, cubriendo absolutamente todo centímetro disponible, sin ningún tipo de servicios higiénicos y si era el caso, orinando en el plato de aluminio en que al otro día comerían.

Todas las noches a determinada hora, llegaba "la saca". Un grupo de matones chulescos que, con burlas y zafias bromas, iban recitando nombres y haciendo salir a los nombrados que, al principio no sabían de qué se trataba y alguno preguntó si debía sacar su chaqueta, a lo que le respondieron: - No, a donde vas, no necesitas chaqueta… Efectivamente, estos hombres eran llevados en camiones a cualquier sitio a las afueras, generalmente los cementerios o cualquier otro lugar alejado y asesinados vilmente, después de jugar con ellos, aplicándoles a la cabeza pistolas que luego se disparaban sin bala, para que sintieran el percutor golpear, con las risotadas de los asistentes, hasta que se cansaban del juego y los iban matando de cualquier manera.

Según me contaba mi padre, los militares profesionales españoles, se reunieron y resolvieron que ellos no habían hecho una guerra de tres años, para que España se volviera una especie de banda de piratas, así que, organizaron una operación militar en regla y una noche se tomaron todas las cárceles, expulsando a los asesinos facinerosos que campaban en ellas a sus anchas. Una vez posesionados de las cárceles, empezaron a organizarlas en plan militar, y lo primero era ver quienes estaban allí y cuales eran sus expedientes y acusaciones.

Cuando revisaron los presos que quedaban con mi padre, se encontraron con que él les sobraba, ya que, efectivamente estaba allí, pero no había ningún proceso, acusación o documento que explicara su presencia, así que le llamaron y le preguntaron: - Ud. ¿Por qué está aquí?, a lo que, naturalmente él les contestó: - Yo no sé… y les contó como había sido su detención, con lo que le dijeron que se fuera a su casa, pero tenía que presentarse semanalmente en la Comisaría de Policía más cercana a su domicilio.

Antes de la guerra, mi padre había conseguido alquilar una casa amplia y luminosa en la calle Bravo Murillo 202, en un quinto piso, donde había suficientes habitaciones como para que sobrara una dedicada a biblioteca, de donde quizá conservo los momentos más felices de mi infancia, y donde cayó una bomba en todo el centro de la casa, que bajó rauda por el hueco de la escalera hasta empotrarse en el bajo, exactamente encima de donde estábamos refugiados todos, en el sótano de la carnecería de carne de caballo y yo, plácidamente dormido sobre la mesa de mármol en que descuartizaban a los equinos para su venta. La bomba quedó sin explotar… pero esto, también es otra historia…

Terminada la guerra, apareció un día un gerifalte de la Falange, diciendo que teníamos que desalojar la casa, por que la necesitaban para ellos, así que tuvimos que irnos provisionalmente a la casa que mi abuelo había construido en La Ventilla. Mi abuela materna, se había casado al enviudar, con un hombre que se dedicaba a la busca, (la recogida de basuras en Madrid), así que tenía otra casa con mucho terreno alrededor y animales; cerdos, ovejas, conejos, y un huerto.

Mientras mi padre estaba en la cárcel, mi madre tuvo que ponerse a trabajar para conseguir alimento para la familia, por lo que tenía que dejarnos solos a mi hermana pequeña y a mi, y en su simpleza mental, sólo se le ocurrió decirnos que, si armábamos algún tipo de problemas, con los otros chicos o con los vecinos, matarían a mi padre, cosa que, hasta los niños sabíamos que estaba ocurriendo todos los días. Que a la hora de comer, fuéramos a casa de la abuela, que distaba unas tres o cuatro manzanas de la nuestra.

Algún día, en el trayecto entre las dos casas, pasamos cerca de un grupo de chicos que, por causas desconocidas para mí, empezaron a decirnos cosas ofensivas e incluso a tirarnos piedrecitas. Nuestra reacción, como es natural, fue agachar la cabeza y pasar rápidamente sin hacer ningún caso a sus provocaciones. Pero esta actitud se fue repitiendo e incrementando día a día, sin que por nuestra parte hubiera ninguna reacción, lo que a los chicos les debió parecer la mar de divertido…

En estas circunstancias, una noche a las tres de la mañana, mi padre apareció en nuestra casa, con gran alboroto y animación de toda la familia y vecinos, ya que, desde que los militares le dijeron que saliera de la cárcel, hasta que llegó a la Ventilla, sin un céntimo en el bolsillo y con los transportes de aquella época, sólo le quedó la solución de echar camino a pie, durante los varios kilómetros que separaban la cárcel, de la Ventilla, en las afueras de Madrid.

Al día siguiente, mi padre se dirigió a su empresa, donde volvieron a recibirlo inmediatamente y mi madre acudió a su trabajo, para dar un tiempo a que la reemplazaran, por lo que nosotros, volvimos a nuestra rutina de ir a comer a casa de la abuela, encontrándonos con el panorama de siempre…

Pero ese día, en la mente de ese niño de siete años se formó un pequeño razonamiento: Si mi padre estaba en la cárcel y yo formaba problemas, podían matarlo… ¡Pero, ya no está en la cárcel!... ¡A por ellos!.

Los pobres chicos que tanto se divertían con ver pasar todos los días a los tontos, nunca habían llegado a pensar que pudiera cambiar su actitud de forma tan brusca y tan violenta, así que probablemente se quedaron pasmados, inmóviles, viendo venir esa tromba en que se había convertido, sin explicación aparente, el muchachito sumiso y silencioso que pasaba siempre con la cabeza gacha. Por lo que, los primeros golpes les llegaron sin saber cómo ni de dónde, pero los más ágiles o que antes reaccionaron, pusieron tierra de por medio, quizá con un solo ojo morado o una nariz rota, y el más lento de pensamiento o de piernas, quedó a merced de una verdadera fiera salvaje que, cuando empezaron a aparecer personas y consiguieron soltarlo del agresor, lo llevaron al Ayuntamiento del barrio, donde estaba la Casa de Socorro, que es como en aquella época se llamaba a las urgencias, y de una vez, al agresor a la Comisaría de Policía, donde quedó detenido, hasta producir el atestado correspondiente y que apareciera la familia, a quien se les entregó en custodia, con serias advertencias de que lo vigilaran estrechamente, hasta que se celebrara el juicio correspondiente que, en esas fechas, era una comparecencia ante el mismo Comisario de Policía, que hacía las veces de lo que en otros lugares se llama el Juez de Paz.

Mientras, los médicos que atendían a la víctima, tumbada en una camilla, sangrando por todo el cuerpo, con cortaduras superficiales producidas por las uñas, moratones por todo el cuerpo, la ropa desgarrada y hecha jirones, los ojos hinchados y la nariz sangrando, preguntaron a los testigos que cual era la causa de ese estropicio y les dijeron que era una pelea entre chicos, a lo que exclamaron: - No puede ser. Esto no puede haberlo hecho un chico pequeño. Si nos dicen que a este niño le atropelló un camión, nos parece más lógico…

 

CONCLUSIÓN

Y ahora, volvemos al principio: ¿Fue "desproporcionada" esa reacción del niño de siete años, humillado, insultado y agredido un día, y al siguiente, y al siguiente?

Dejamos a cada lector que saque las conclusiones que mejor le acomoden. Esto son simplemente hechos, y por tanto, irreversibles…

 

EPÍLOGO

Ese niño creció, estudió en magníficas escuelas como, La Escuela de Orientación Profesional Santa Cristina, o la Escuela Nacional de Artes Gráficas, que había en esos tiempos, no por Franco, sino a pesar de Franco, donde a los profesores aún no les habían matado su vocación, con "reformas educativas progresistas", pero cuando quiso ingresar en la Escuela Oficial de Periodismo, férreamente controlada por el Régimen, ya que de ahí salían los formadores de opinión, fue rechazada su solicitud, "Por ser hijo de rojo", así que, gracias a sus amistades de diversos países, alguno de sus amigos le propuso viajar a Colombia para trabajar en el periódico liberal El Correo de Medellín, por lo que inmediatamente lió sus bártulos y viajó en el magnífico trasatlántico inglés Reina del Mar hasta Cartagena de Indias… pero esto, también es otra historia…

Haremos sólo un pequeño apunte: En aquellas fechas, Colombia era un país maravilloso, luminoso, alegre y pacífico, sin terroristas que se hicieran llamar guerrilleros ni narcotráfico, con unas elecciones festivas, como para deslumbrar a cualquiera, así que, después de casarse con Maria Inés, antioqueña, administrativa de la Universidad de Antioquia, se organizó todo lo necesario para llevar a los padres del protagonista de esta historia a Colombia, donde Tino pudo darse el placer de presenciar elecciones y ver coches llevando banderas rojas de un lado para otro, sin tener que presentarse en la comisaría ni en ningún otro sitio, y poniendo la bandera de la República en el balcón, junto a la colombiana, en los días de fiesta, y donde después de unos años, falleció y fue enterrado con su bandera de la República, cubriéndole la cara.

En el gobierno "socialista" de Felipe González, se mandaron cartas, firmadas por el Presidente, a todos los españoles de la diáspora, diciendo que el Gobierno quería que todos volvieran a casa, así que, el que suscribe, que no había vuelto nunca a España y que estaba tan a gusto, pensando en que quizá volviera algún día como turista, se planteó volver definitivamente, ya que en España se había acabado el franquismo y había un gobierno "de los nuestros"…

Al llegar, se encontró un panorama que, fue descubriendo poco a poco, con una corrupción generalizada y hasta ensalzada por el Gobierno, con chanchullos millonarios con los Fondos Reservados, con el edificio de la Cruz Roja, con el papel que se compraba para el Boletín Oficial del Estado, con que el director de la Guardia Civil se había robado los fondos de los huérfanos del Cuerpo, con que el Estado secuestraba personas supuestamente de ETA y las mataba y las enterraba en cal, para luego descubrir que se habían equivocado y un largo etc. Por lo que no tuvo más remedio que pensar que semejantes individuos no eran socialistas, sino que se habían puesto esa etiqueta para engañar a incautos, así que desde ese momento se propuso no votarles y… Ahora, resulta que, con los antecedentes que hemos relatado, algunos amigos, tildan al suscrito de ser "de derechas", por el simple detalle de que no traga entero, ni comulga con ruedas de molino, se pongan las etiquetas que se pongan quienes quieran, y que sigue aplicando el principio de Ortega y Gasset: No hay que tener ideales. Hay que tener ideas…O el otro principio cristiano: "Por sus obras los conoceréis".

Como último apunte, habrá que decir que, su carrera como delincuente se frustró desde esa primera vez, ya que, por diversas circunstancias ha visitado muchas cárceles en Colombia y en España, (Con una puntuación muy superior del trato a los internos, de las cárceles colombianas sobre las españolas), pero siempre como periodista, visitante de algún amigo, o como abogado. Título que consiguió en Colombia, en una de las universidades más exclusivas y caras del país, pagándose los estudios de su bolsillo, y ya casado y con dos hijos…

Es interesante que al entrar en una cárcel como visitante, le pongan a uno un sello en el antebrazo, como veía de niño que llevaban las piezas de carne de vacuno, que descargaban para la carnecería… A uno le entra una cierta sensación de res… pero esto, también es otra historia…

continuará…

Enrique Gutiérrez y Simón

Madrid, primavera de 2009