miércoles, 30 de julio de 2014

Los hijos "naturales"



Los hijos “naturales”

Desde muy joven, he ido aprendiendo a aprender, en las diversas escuelas a que he asistido y llegando a conclusiones que me han sido muy útiles durante toda la vida. Algunas de las cuales son:
1.- Cuando estés en el aula, debes “estar ahí”. Es decir, prestar toda tu atención a lo que el profesor dice, sin pasar una frase o palabra que no te queden claras y sin estar pensando en otras cosas. Con toda tu capacidad alerta, como buscando cuándo el profesor dice una tontería. Si algo no te ha quedado claro, levanta la mano y pregunta, hasta que lo comprendas perfectamente. Se dice que: Si preguntas, quedarás por ignorante una vez, pero si no lo haces, serás ignorante toda la vida.
2.- Es un esfuerzo inútil, estar tomando notas febrilmente de todo lo que el profesor dice. La mayoría de las cosas, son adornos, aclaraciones y explicaciones de la idea central. Se ha demostrado que, en cada clase se exponen si mucho dos o tres ideas importantes. Lo fundamental es distinguir esas ideas y si se quiere, anotarlas en forma muy escueta, para luego hacer lecturas adicionales. El tomar farragosas notas, que no se van a volver a repasar jamás y la mayoría de las veces, ni se entienden, es un error. Si quieres repasar, lee libros sobre el tema, que están escritos y revisados con más cuidado que la perorata del profesor.
El pasar noches en vela, tomando café, pastillas o lo que sea, intentando asimilar lo que no se entendió o no se prestó atención en clase, o ponerse a repasar escritos antes de entrar a un examen, es como una lotería. Es posible que tengas la suerte de que te pregunten aquello que acabas de leer, pero en la mayoría de los casos, eso te habrá hecho olvidar lo que sí habías leído antes, y es lo que te preguntan. (Cuando fui a examinarme para el carnet de conducir, me llevé un libro de poesía). Se podría resumir diciendo que: Lo que “masticaste” cuando era su momento, ya es tuyo. Ya lo tienes para siempre y por tanto, si estudiaste con toda tu capacidad, podrás afrontar un examen en cualquier momento.
Como todos los humanos, he tenido profesores excelentes y padecido “funcionarios” que están en clase, mirando el reloj, para salir corriendo, mientras aburren a las ovejas, con una charla insustancial, en la que lo único que les importa es, parecer grandes sabios. He tenido nervios ante un examen, como todo el mundo. Pero vistas las cosas a la distancia, puedo decir que siempre me ha ido muy bien, y he disfrutado estudiando muchas cosas, en muchos sitios diferentes y a lo largo de mucho tiempo. Por lo que me he sentido obligado a participar a otros de lo aprendido, siendo profesor a mi vez.
Y con esta introducción, veamos el pequeño episodio de los hijos “naturales”:
Último año de la carrera de Derecho, en una universidad privada, muy exclusiva y exigente, (Graduados, el 10% de los alumnos iniciales), en Cali, Colombia.
El suscrito, era además de alumno, Director de Publicaciones en la misma universidad, ya mayorcito, casado y con dos hijos. En una carrera diseñada especialmente, donde para entrar, había que ser graduado en otra carrera o directivo de una empresa. Es decir. La carrera estaba diseñada para personas formadas y experimentadas, con todos los temas muy condensados, porque todos los alumnos trabajaban. Las clases eran muy temprano en la mañana y en la noche, después de las horas laborales. Por lo tanto, nadie allí estaba para perder tiempo ni hacer florituras.
Los exámenes finales, se hacían a lo largo de varios días, en que cada profesor fijaba la forma. Escritos u orales, presentación de trabajos, etc. Los alumnos, fijaban una hoja de papel en la puerta e iban anotando sus nombres en orden de llegada, para ir pasando de acuerdo a esa lista.
En los días en que correspondía el examen de Derecho de Familia, había tenido mucho trabajo, ya que la universidad estaba acondicionando un precioso campus que tenía en las afueras, que antiguamente era seminario, donde existían varias edificaciones modernas, jardines y hasta un lago. Así que en mis funciones de Dirección y para diseñar el nuevo departamento, iba y venía del campus de las afueras, al del centro de la ciudad, donde habíamos estudiado toda la carrera.
Se fueron agotando los días del examen y, para no dejar ese asunto pendiente más tiempo, subí al aula donde se estaban celebrando y miré el papelito de los turnos, poniendo mi nombre al final, como era costumbre. Pregunté a los compañeros y los encontré a todos con cara de preocupación. Algunos de ellos paseando de un lado para otro con un libro y repitiendo párrafos en voz alta, como murmurando.
Me contaron que el profesor, se había hecho acompañar de otros dos, formando un tribunal y que asaetaban a los examinandos con preguntas que cubrían toda la materia de estudio. Que la mayoría de los que salían del examen, lo hacían con cara preocupada, porque sentían que habían fallado muchas preguntas, pero que en ese momento, no había nadie en el aula, porque los profesores estaban tomando café.
Al momento, vi a los tres profesores avanzando por el pasillo, charlando animadamente y que entraron al aula. Pregunté a quién le tocaba y me indicaron a uno de los compañeros, que estaba primero en la lista, pero éste le dijo al segundo que prefería esperar un poco más. El segundo miró al tercero y así se iban mirando unos a otros como con temor. Entonces se me ocurrió: - ¿Puedo entrar yo?, pregunté. Todos asintieron como echándose a un lado, por lo que abrí la puerta y entré.
Cuando iba caminando hacia los tres profesores, que se habían sentado enfrente de la puerta, y antes de llegar a sentarme, uno de ellos me dijo: - ¿Cuáles son los hijos naturales?
Se hicieron dos o tres preguntas más, por parte de los otros profesores, y en un brevísimo tiempo, que quizá no llegó a los diez minutos, el profesor titular sentenció: Puede irse…
Al salir, todos los compañeros miraban atónitos y se arremolinaron preguntando, como a alguien que ha vuelto de una guerra o un terremoto. A lo que sonriente les dije: - No sé por qué se preocupan tanto… Si es muy fácil…