jueves, 15 de marzo de 2018

¡QUÉ VERGÜENZA!



¡QUÉ VERGÜENZA!

Ayer por la tarde, asistí en el Ateneo de Madrid, a un homenaje a un gran hombre, fallecido el pasado mes de enero. Se trata de mi entrañable amigo, Juan Pablo Ortega Mateos. Un personaje que dedicó su vida a estudiar, cultivar y enseñar el magnífico idioma de Cervantes, como profesor en Madrid, en Francia, Inglaterra y USA.
Juan Pablo, es el autor de más de veinte libros publicados, algunos traducidos a otros idiomas y uno de ellos: “Las dos muertes de un tirano”, premiado con el Premio Planeta de Interés Cinematográfico.
Juan Pablo Ortega, firmando libros en el Ateneo de Madrid
Pero… en su homenaje de ayer, en el que intervinieron varias personas de ambos sexos, contando sus excelencias como persona, profesor, escritor y humorista, TODOS, sin ninguna excepción, usaron en diversos momentos, la muletilla que están imponiendo por la fuerza, de meter como con calzador, las palabras del género femenino, además del normal género neutro, que ha sido el masculino de toda la vida.
La mayoría de los oradores, son catedráticos, ya curtidos con una respetable edad, y todos mencionaron las cualidades de verdadero filólogo de Juan Pablo, pero no obstante, insistieron en insultarlo a él y a todos los presentes, con la muletilla de: Todos y “todas”, amigos y “amigas”, etc. Hasta el extremo de que, alguno dijo: Nosotros y “nosotras”, lo que dicho por un hombre, suena, por lo menos sospechoso.
Y todo ello, absolutamente inútil, porque hace a nuestro idioma, torpe, farragoso y malsonante. Pero que, estas personas, cultas, por otra parte, usan probablemente por miedo, a ese fascismo de los grupos “feminazis”, que imponen sus caprichos de cantina de cuartel, con la amenaza de señalar a los infractores, que se atrevan a hablar normalmente, de políticamente incorrectos.
Hay que decir en su descargo que, ninguno usó los nuevos términos de: jóvenas ni miembras…
Me hizo recordar que, Juan Pablo, invitaba frecuentemente a comer a un amigo suyo, súbdito de la Gran… Bretaña, por el simple placer de mantener vivo, su vocabulario de inglés. Con la curiosa circunstancia de que el “nativo” de inglés, le corregía algunas cosas, que luego Juan Pablo consultaba en el diccionario y veía que, él había hablado correctamente, pero que el inglés, “nativo”, pero más ignorante de su gramática, decía lo que él consideraba normal, pero que no se había molestado en estudiar.
Y así nos pasa, a millones de hispanohablantes que, hablamos como oímos, pero el diccionario, no lo conocemos ni por el lomo.
Me aterra pensar, qué idioma hablarán nuestros descendientes, discípulos de todos los “nativos” que oí anoche. Y al final, me alegro de que yo, no estaré aquí para oírlos…
Adjunto una foto de Juan Pablo, firmando libros hace unos años, en el mismo Ateneo que, suponíamos una referencia de la cultura española…