jueves, 23 de julio de 2009

El pagafantas y Ridículo patrio

Dos artículos publicados estos días que, nos dan una visión de la españa actual... Como para echarse a llorar...

 

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El pagafantas

IGNACIO CAMACHO - ABC.es - Opinión (lunes 20 de julio de 2009)

 

EL pagafantas es un tipo que se pasa la vida tratando de comprar favores para que le quieran. El pagafantas quisiera ser un seductor, pero se queda en un amigo obsequioso en el que las chicas más prácticas confían para que las saque de apuros. El pagafantas siempre está dispuesto a sufragar, como su propio nombre indica, los caprichos de su objeto de deseo, pero el cortejo suele acabar con una cortés sonrisa de agradecimiento. El pagafantas, no obstante, es inasequible al desaliento porque pagar las fantas forma parte de su manera de ser y es el modo que tiene de engañarse a sí mismo y creerse imprescindible.

Zapatero es un típico pagafantas, con la nefasta particularidad de que no paga las fantas con su propio dinero. Va por la política repartiendo mercedes con las que trata de obtener simpatías, prestigio, relaciones, pactos y, en última instancia, votos, y todo el mundo sabe que para obtener cariño siempre tiene dispuesta una chequera que considera inagotable porque ha descubierto que el déficit posee la propiedad aparentemente milagrosa de allanar voluntades. En España ofrece regalos y cheques a los sindicatos, a los cineastas, a los banqueros en apuros, a los escolares, a los papás de bebés recién nacidos y sobre todo a los nacionalistas, que son su pasión incomprendida, su amor inestable, antojadizo y tarambana. En el extranjero abona las cuentas de la Alianza de Civilizaciones, alquila sillas de favor en las cumbres, reparte fondos de cooperación, restaura castillos italianos y dona cúpulas a la ONU. Para su esplendidez no existe la crisis, ni el aprieto, ni la bancarrota; es capaz de cualquier cosa por una sonrisa, por una palmada, por un halago, por un abrazo agradecido o por un sitio preferente en una foto.

Pero donde el pagafantas despliega su pagafantismo más generoso es en la política autonómica. Preso de verdadera ansiedad por el cariño de los nacionalistas, y muy en particular de los catalanes, abre el bolsillo con una largueza dispendiosa. Su permanente disposición para hacerse cargo de cualquier factura se ha convertido en legendaria entre esa clase de políticos manirrotos a los que ningún gasto parece nunca suficiente. Todos han descubierto que el secreto de su prodigalidad consiste en no entregársele del todo, en mantener la expectativa de una seducción inalcanzable; lo exprimen, lo sablean, lo parasitan y finalmente lo chulean. El pagafantas siempre está ahí para recoger la factura, para plegarse a cualquier exigencia, para financiar aunque sea a débito cualquier pretensión a cambio de la vaga promesa de un aserto. Jamás tiene un no, ni siquiera un pero; con tal de hacerse querer es capaz de entrampar hasta las cejas a un Estado al borde la quiebra.

El pagafantas es una ruina, un agujero sin fondo, pero le da igual: vendería -y de hecho vende- hasta lo que no tiene para mantener la remota esperanza de ser amado.

 

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Ridículo patrio

EDURNE URIARTE - ABC.es - Opinión - Firmas - Jueves, 23-07-09

Mencionas la patria en este país y los complejos de la izquierda entran en ebullición. Incluso dejas de mencionar la patria y te refieres simplemente a los intereses de España y nuestra peor enfermedad política se manifiesta con todos sus síntomas. Lo mismo en Gibraltar que en la decisión del juez Pedraz sobre los abucheos al Rey.

Atentos a la respuesta de la izquierda a las críticas a Moratinos: déjense ustedes de orgullos patrios o de ardores nacionales. Una actitud inimaginable en cualquiera de las grandes naciones europeas, empezando por Gran Bretaña, una democracia que hasta hizo una guerra para conservar la soberanía sobre Malvinas. Y que explica el ridículo del Gobierno en Gibraltar, renunciando a las reivindicaciones españolas, y lo más insólito, a cambio de nada, como no sea el reforzamiento de la posición británica.

Y este cambio de política respecto a Gibraltar viene de fines de 2004 y, no es casualidad, tiene el mismo origen que la negociación con ETA. La incomodidad de Zapatero con las posiciones patrióticas que él identifica como franquistas, sea frente a Gibraltar o frente a los nacionalismos. Lo que hace de su generación, de la de Moratinos, pero también de la de sus herederos ideológicos, Pajín, Madina, unos pésimos defensores de los intereses nacionales. Se plegarán al Caruana o al Miliband de turno, o a los nacionalistas, con tal de no situarse en el terreno del patriotismo español. Y fracasarán nuevamente, de la misma forma que han fracasado con treinta años de cesiones a los nacionalismos, sean políticas o sean judiciales como la de Pedraz. Éste es nuestro auténtico hecho diferencial respecto a Europa. No la existencia de nacionalismos fuertes, sino la incapacidad para responderles con firmeza. Los británicos y Peter Caruana se frotan las manos con la misma satisfacción que los independentistas vascos y catalanes.

 

lunes, 20 de julio de 2009

La enfermera de Ryan

La trágica muerte del niño Ryan, por un lamentable error hospitalario, tiene muchas lecturas. Entre ellas, el ridículo de qu el Rey de Marruecos haya enviado un avión especial para recoger el cadáver del niño, olvidándose convenientemente de los muchos que mueren cruzando el estrecho y a los que, no les hace ni puñetero caso, ni para impedirles salir, ni para repatriar sus cadáveres...

Os sugiero prestar especial atención al párrafo que os pongo en azul, de M. Martín Ferrand...

 

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La enfermera de Ryan

M. MARTÍN FERRAND - ABC.es - Opinión (domingo 19 de julio de 2009)

SALTAR de la anécdota a la categoría es uno de los grandes vicios nacionales. Se trata de un síndrome que, enraizado en la pereza mental, sirve para no entrar en detalles, evitar el rigor del análisis, escapar del compromiso ante situaciones incómodas y diluirlo todo en el caldo insustancial de las ideas generales. Ni un solo campo de la actividad nacional se libra de tan negativa afección y, de ese modo, aquí nadie se siente responsable directo de nada. La culpa, como decían los castizos, es del empedrado: del sistema, que diría hoy un joven de botellón y pasotismo más consciente de sus derechos que de sus obligaciones.

Unos sucesos muy concretos y dolorosos, como los que se han llevado por delante a la joven Dalila y a su bebé, Ryan, no sirven para afianzar la solidaridad con Mohamed el Uarachi, esposo y padre de las víctimas; sino para abrir el campo de la contemplación y someter a revisión todos los planteamientos de la sanidad nacional. Parece excesivo y es, en el mejor de los casos, algo estéril por lo artificioso de su planteamiento. Resulta obsceno, y me quedo corto en la calificación, que unos accidentes puntuales se utilicen como punto de apoyo para la palanca de las reivindicaciones sindicales pendientes, para que la oposición -en este caso, socialista- se ensañe con el Gobierno de Esperanza Aguirre e, incluso, para que sin más argumentos que los coyunturales, los altavoces de la propaganda amplifiquen con distorsión la doctrina que le conviene a cada cual según su papel en la función.

Como feliz consecuencia de una semilla que fue plantada durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera y adquirió plenitud en tiempos de Francisco Franco, España ha desarrollado un sistema de Seguridad Social que, especialmente en su dimensión hospitalaria, es -sin rodeos ni complejos- el mejor del mundo. Buena parte de ese nivel, que no por satisfactorio deja de ser perfectible, se debe a la calidad profesional y la abnegación del personal sanitario. Nuestros médicos, enfermeros, auxiliares y celadores merecen respeto y agradecimiento. La enfermera de Ryan no es una excepción. Es, por decirlo con provocadora crudeza, una exigencia estadística. Docenas de millones de actos médicos, como se realizan cada año, tienen su cuota de errores, accidentes y fracasos. Valorar todo un sistema por uno de ellos es, más que injusto, totalmente ridículo.

La enfermera

CURRI VALENZUELA - ABC.es - Opinión (domingo 19 de julio de 2009)

Yo también soy la enfermera de Ryan. Como esa joven de 22 años que hoy permanece ingresada en un centro psiquiátrico por haber cometido un terrorífico error, como cualquier otro ser humano, me equivoco con frecuencia, aunque, por suerte para mí, de mi trabajo no depende la vida de nadie ni tampoco se me echan encima mi jefe, mis compañeros, la prensa y prácticamente el resto de la humanidad cada vez que cometo un patinazo de consideración.

De la enfermera del Gregorio Marañón que inyectó leche en vena al bebé de la primera víctima de la gripe A en España lo sabemos todo: que llevaba pocas horas en la UCI de prematuros, que se ofreció a alimentar a Ryan porque su más experimentada colega tenía que atender una urgencia y que se equivocó conectando una sonda en lugar de la otra, las dos del mismo color azul. Detalles que en cualquier otro país valdrían para que, con el pobre bebé enterrado junto a su madre, la autora del fallo permaneciera en el olvido hasta concluida la investigación judicial.

Aquí, no. Somos los reyes del morbo. Tenemos que producir titulares sobre la supuesta falta de enfermeras, o de control, o de gestión en el hospital donde se produjo el suceso y debemos gastar horas de televisión en entrevistar a lejanos familiares del bebé muerto y mostrar su tumba; ¿qué se apuestan a que a estas horas «La Noria» está buscando a la enfermera para sacarla del anonimato a cambio de un pastón?

El fallo fue tremendo, sí. Pero quienes nos equivocamos alguna vez, es decir, todos, dejemos a la pobre enfermera de Ryan en paz.

 

domingo, 12 de julio de 2009

Ganas de correr

En España, tenemos una serie de "Jueces Estrella", que se dedican a ver qué pueden inventarse para salir en los periódicos, como por ejempolo: Pedir al gobierno chino, que les permita interrogar a tres de sus ministros, como imputados en la muerte de tibetanos, pedir el certificado de defunción de los generales Franco Varela... y un largo etc. de despropósitos parecidos.

Ya el Juez Garzón, está procesado por prevaricación por meterse a desenterrar muertos de la guerra civil, aún en contra de los familiares, pero en este gobierno que padecemos, de ignorantes, sectarios y cultura de primaria, siguen empeñados en saber si los muertos son "de los nuestros", o de los contrarios...

Hermann Tertsch, nos cuenta cómo él tiene ganas de salir corriendo, con este desmadre español, que no les importa los casi cinco millones de desempleados, sino averigúar cómo se incita el odio entre españoles y de los niños de las escuelas contra España...

 

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Ganas de correr

HERMANN TERTSCH - ABC.es - Opinión - (jueves 9 de julio de 2009)

 

NUESTRA máxima preocupación estos días, después de que algunos aviesos investigadores lograran determinar, por orden del juez Baltasar Garzón, que Francisco Franco, Millán Astray y el general Yagüe habían muerto, es que nuestras mermadas fuerzas del aparato judicial han decidido que ellos no se van a dedicar a sacar a siete cadáveres de la guerra civil que están sepultados en el Valle de los Caídos. Estamos aviados. Hay en Cualgamuros, se lo contaba el otro día en mi presencia al magnífico historiador Michael Bulreigh, uno de los conservadores de la basílica, unos 37.000 cadáveres enterrados en diferentes nichos. Unos 20.000 de la parte vencedora o llamada nacional y otros 17.000 de la republicana. A este ritmo de frenética actitud por encontrar e identificar cadáveres de hace setenta años, supongo, así, a ojo de buen cubero, que tardaríamos siete generaciones en determinar las identidades de los muertos que reposan en el Valle de los Caídos. Garzón, aunque quiera cumplir los años de Francisco Ayala, estaría ya compartiendo la suerte de todos aquellos que se fueron entonces, antes y después. Habría quien fuera a ponerle flores al cementerio civil de Madrid o de su pueblo natal de Jaén. Pero serían familiares. Aunque a él se le antojen auténticos cortejos públicos. Mientras, nuestra Policía y nuestra administración de Justicia, peor pagadas que un fontanero albanés un poco espabilado, estarían dedicadas plenamente a identificar los huesecitos de nuestros antepasados muertos. Y tendrían los investigadores que hacerles un análisis de ADN exhaustivo para saber sí eran huesos del bando bueno o del bando malo, porque en el caso de que fueran del segundo, los meterían en unos cubos y los dejarían secarse aun más de lo que ya están en alguna estantería de un almacén municipal. Es la justicia histórica de algunos de los revanchistas de este país. O la conjura de todas las mamarrachadas, que habría dicho algún anglosajón con buen criterio. Mientras, al juez especialista en huesecitos con historia se le escapan unos señores muy vivos que hacen grandes negocios intoxicando a la gente. Y a la Policía de Sevilla se le evaporan unos kilos de cocaína estupendos que quizás hayan comercializado amigos de los evadidos por despiste judicial. Mientras, los huesecitos de una niña muerta en Sevilla hace sólo seis meses siguen sin aparecer y los autores materiales de su muerte podrían estar en la calle, coqueteando con nuestras hijas, dentro de muy poco tiempo. Desde luego todavía jóvenes, chulitos y crecidos. Los padres de la niña sevillana no entienden ya nada pese a haber sido ejemplo de sentido común y templanza. Pero nuestro problema fundamental radica en saber si siete de los 37.000 cadáveres que hay en el Valle de los Caídos o tres osamentas de las decenas de miles de víctimas «paseadas» por uno u otro bando de este país cainita, son buenos o malos. Dan ganas de salir corriendo.

 

viernes, 10 de julio de 2009

Esa gentuza

Un artículo de Arturo Pérez Reverte, publicado en XL Semanal de este domingo, un poco temperamental, apasionado y poco ecuánime, como él mismo dice, pero con el cual estoy totalmente de acuerdo...

 

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ESA GENTUZA

Firmas – PATENTE DE CORSO, por Arturo Pérez-Reverte – XL Semanal – 4 de julio de 2009

Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.

Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.

De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.

 

 

Ministerio de desigualdad

Un par de artículos sobre el llamado "feminismo", que está llevando a España al absurdo más espantoso, salidos de la pluma del doblemente académico Francisco Rodríguez Adrados y de la catedrática política Edurne Uriarte.

Por mi parte, os dejo un par de ideas para la reflexión:

1.- Los modistas, suelen ser maricas que envidian a las mujeres porque no pueden ser como ellas, por lo que las odian y se vengan vistiéndolas de payasos e inventando los vestidos y atuendos más estramboticos para ridiculizarlas... y ellas, ingenuas, se los ponen, sin analizar si les quedan bien o mal, si son la moda.

2.- Las feministas, envidian a los hombres, porque no pueden ser como ellos, y por tanto los odian, por lo que están creando una nueva religión dogmática y absolutista, no para tener los mismos derechos que los hombres, en lo que todos estamos de acuerdo, sino para que los hombres tengan menos derechos que ellas... La Historia está llena de mujeres que compitiendo con los hombres, han sabido igualarlos e incluso superarlos, sin tanta zarandaja.

Algunos pensamos que, debemos, indiscutiblemente tener los mismos derechos, pero somos diferentes y... ¡Viva la diferencia!.

 

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EL MINISTERIO DE DESIGUALDAD

 

FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS de las Reales Academias Española y de la Historia

 

... La imagen de la mujer entre los hombres, y entre ellas mismas, es cambiante, no somos grupos homogéneos, ni mucho menos. Pero dentro del amplio abanico de opiniones, domina el aprecio de las cualidades humanas de la mujer como individuo autónomo que es también compañera del hombre y le supera a veces. La vida humana toda sería sin ellas incomprensible...

 

Degradar a la mujer y al hombre es lo que, sin quererlo, hacen todos los días con sus ocu­rrencias la ministra del ramo y otras más. Hombre y mujer son iguales en cuantos seres huma­nos, desiguales en cuanto son variantes complemen­tarias del mismo ser. Y se pueden rectificar abusos tra­dicionales, pero no es justo imponer legalmente una igualdad mecánica, artificial e injusta y una desigual­dad no menos injusta. Esto llega hasta el lenguaje. To­do lo que atañe a la mujer, según la curiosa teoría de moda, debe ser de género y aun de sexo femenino y terminar en -a. Y no siempre es verdad.

La cosa va muy lejos, doy un primer ejemplo. Una Academia de la que soy miembro, quizá todas, ha recibido un informe del Ministerio de Igualdad pidiéndole que respete la igualdad de género: igual número de hombres y mujeres. Pues bien, hoy día si una mujer aspira a cualquier puesto, no tiene sino que presentar sus méritos, y nadie la va a discrimi­nar por ser mujer.

España, como tantas otras naciones, está llena de mujeres que ocupan puestos importantes. Nadie discrimina, por ejemplo, a una mujer catedrático, han llegado ahí por sus méritos. Conozco a algunas que se quejan amargamente de que ahora parezca que deben sus puestos a ser mujeres: ellas están orgullosas, justamente, de haber triunfado por su aportación intelectual. El reparto puramente por sexos las degrada. La cuota degrada, simplemente, la imagen de la mujer.

Por supuesto, la imagen de la mujer entre los hom­bres, y entre ellas mismas, es cambiante, no somos grupos homogéneos, ni mucho menos. Pero dentro del amplio abanico de opiniones, domina el aprecio de las cualidades humanas de la mujer como indivi­duo autónomo que es también compañera del hom­bre y le supera a veces. La vida humana toda sería sin ellas incomprensible. No necesitan elogios que son más bien agravios interesados, como ese de la cuota.

Porque la cuota es degradante: consiste en reducir la mujer al sexo. Claro que es sexo, también el hombre: el sexo es un integrante de la vida humana. Pero hay otras muchas cosas además, en la mujer y en el hombre. Para esa nueva ideología la mujer es un pu­ro objeto sexual que recibe permiso legal para no con­cebir o para matar lo que ha concebido. Y lograr pues­tos en la sociedad sólo su sexo. ¡Vaya igualdad, com­portarse y triunfar en la vida sólo por el sexo! Negan­do, de paso, su singularidad. Es artificial y degradan­te. Como que el hombre pague más pena por igual delito. Esas progres han comenzado exaltando los valores femeninos y humanos reprimidos por el pre­juicio, para acabar exigiendo como pasaporte único su sexo. Es un mundo solo sexual el que proponen, a ello se sacrifica todo. Junto al machismo, que subor­dinaba todo al ser macho, han creado el hembrismo. Y han olvidado lo central, el ser hombre, con sus dos variantes. Es, después de todo, lo primero, en ello sí que está nuestra igualdad. No voy a discutir lo diferente, pero el ser humano es lo que nos une. Somos iguales en esto, aunque haya diferencia en los sexos, que son complementarios al servicio de una unidad superior. Ahora hablan de igualdad e introducen una desigualdad radical. Penas ma­yores para el hombre, traumatismos unificadores para la mujer. Ministerio de Desigualdad, debería decirse. No, nuestras desigualdades, a veces mal tratadas, están al servicio de la igualdad humana. En ella hay mil factores que se conjugan variamen­te para crear la vida y la sociedad. ¡Cuánta ignoran­cia, cuánta mirada estrecha, cuánto prejuicio que degrada a hombres y mujeres y que oscurece lo que son, y todo en aras de la tal igualdad!

E

l mundo reducido a sexo: ese es el lema de esta moderna herejía. Ahora comprenderán su refle­jo lingüístico. Primero, confunden género y sexo: una silla es femenino, pero no hembra, el sillón es masculino, pero no macho. Sí, coincidían a veces el género y el sexo: el medico, el juez. Pues bien, la socie­dad ha evolucionado, hay mujeres en esos grupos, esas profesiones. Entonces, la lengua tiene dos solu­ciones: una, evolucionar, crear la médica, la jaeza; otra, admitir en las palabras originales indiferencia al género y el sexo, sólo marcados por el artículo (el/la médico, el /la juez). Triunfa una solución o la otra o conviven, al menos por un tiempo.

La lengua es compleja, a través de siglos y aun mi­lenios guarda cosas antiguas o, lentamente, evolucio­na, busca diversas soluciones. Y el género común es útil, evita pérdida de tiempo, sintetiza abarcando am­bos género y ambos sexos: es más económico decir, cuando traducimos el Evangelio, dejad que los niños se acerquen a mí que decir los niños y las niñas. Decir, incluso, con Quintiliano, al niño se le debe máxima re­verencia, evidentemente a niños y niñas.

La lengua es algo complejo, conserva usos arcaicos, innova otras veces. No crea dos mundos, el del macho y el de la hembra, ni siquiera el masculino y el femenino, ni el de la -o y el de la -a, expresa de varios modos tanto la oposición como la comunidad. No es para que opinen sobre ella aficionados ni aficiona­das. Limítense a usarla.

No incordien proponiendo reformas que dividan en dos, según el sexo, el mundo reflejado por la lengua. Es, una vez más, la famosa manía: la oposi­ción en todo del macho y la hembra. Es por donde em­pecé: creer que lo primario son las oposiciones de sexo (¡y a eso llaman igualdad!), lo demás secunda­rio. También piensan así algunos del botellón los vier­nes, junto a mi casa: las llaman tías y putas. Eso es lo que han logrado: la guerra de los sexos.

Esto degrada a la mujer y, por supuesto, al hom­bre. En realidad, en el fondo, transmite estereotipos puramente sexuales, se quedan en la hembra y el ma­cho. Esto es lo que, en último análisis, propone esa ig­norancia de moda. Pero si es grave arruinar la lengua, más lo es arruinar la imagen del mundo de que es por­tadora, sustituyéndola por otra pobre y errónea. Y más graves son, aún, todas esas conductas que quie­ren hacer legales y que van contra la sociedad, la justi­cia y la propia humanidad.

Con ellas, la mujer queda reducida a la hembra, a una hembra no reproductiva; el macho, al individuo agresivo. Hay la píldora que evita la concepción, hay el aborto libre. Todo esto tiene precedentes. El homi­cidio era legal en muchas sociedades en muy distin­tos supuestos. Había las sociedades que mataban a los viejos, a los niños deformes, a las niñas, a los sacrifi­cados a dioses crueles. Ahora se eligen otras víctimas. Todo esto es inhumano, por supuesto, y no se ve dón­de queda, con ello, la igualdad. Como no sea la de la muerte, al feto se le condena sin preguntarle el sexo. Pero ¿y la sociedad?

E

sa sí que sufre toda ella. Hablo del sufrimiento hu­mano de quienes padecen por ese homicidio que una ideología ignorante, mentirosa, miserable trata de justificar. Pero, además, una vez que se generali­cen esas prácticas, ¿qué será de nuestra sociedad? Porque ésta ya no puede sostenerse con un crecimien­to de 1,3 por ciento por cada mujer. Ahora, por la no concepción o el aborto, que causa ya un millón de muertos, más que una guerra, cada año, está cada vez más amenazada. ¿Es que quieren que disminuya más España, que ya disminuye bastante, o quieren de­jar más hueco al emigrante, que también tiene bastan­te? ¿Eso es desarrollo, mejora social, libertad?

Este es un buen ejemplo de cómo un movimiento que busca la igualdad, comunidad, humanidad pue­de acabar en persecución, enfrentamiento y muerte. El último de ellos se llamaba comunismo. No, el últi­mo es este. La igualdad en la desgracia.

FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS de las Reales Academias Española y de la Historia

 

ABC – La Tercera – sábado 4 de julio de 2009

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La esposa

EDURNE URIARTE - ABC.es - Opinión (lunes 6 de julio de 2009)

 

COSAS MÍAS

En primera línea del bochornoso e hipócrita espectáculo de la OEA contra Honduras hay una mujer, Cristina Fernández, presidenta argentina, que constituye uno de los mejores exponentes actuales de cuán falaz es la teoría del liderazgo político diferente de las mujeres. Integrador, dialogante, transparente, comunicativo, pacifista y unas cuantas tonterías más. Ella, mujer, es una de las cabezas visibles del peor y más antiguo populismo latinoamericano, amiga y colaboradora de Chávez, sostenedora de la dictadura cubana, simpatizante del antiamericanismo, y, ahora, dice, defensora de la democracia para Honduras.

Ella, mujer, ha ocultado a los argentinos los datos de la gripe A hasta pasadas las elecciones legislativas. Lo ha confesado el propio ministro de Sanidad. Hay 55 muertos, se calculan en 100.000 los contagiados y hay varias demandas contra el Gobierno por una ocultación que ha retrasado en varios días vitales el combate de la enfermedad.

Ella, mujer, dio la semana pasada su segunda rueda de prensa desde que fue elegida en 2007. Riñó a los periodistas y, con su estilo autoritario habitual, limitó a nueve las preguntas, nueve después de un año de incomunicación.

Pero lo más desolador del perfil del liderazgo alternativo de esta mujer es que su presidencia es una mentira. Ella es sólo la esposa, el guiñol, de quien realmente manda, Néstor Kirchner, el auténtico poder del ejecutivo argentino. Él la designó candidata, él da las órdenes. Ella ni siquiera es la artífice de su fracaso.