domingo, 20 de abril de 2014

Gabo, lector



Gabo lector

Todo el mundo sabe que Gabriel García Márquez era un gran escritor, pero quizá no todo el mundo se ha dado cuenta de que era un gran lector. En realidad no puede ser de otra forma, porque no se puede llegar a ser escritor, del nivel a que se llegue, sin ser un buen lector. O como se dice: No hay ascensor para el éxito. Tienes que tomar las escaleras.
Gabo leyó sin parar durante toda su vida, desde los clásicos griegos a los grandes maestros europeos, (Kafka, Virginia Wolf) norteamericanos (Faulkner Hemingway) e iberoamericanos. (Borges, Rulfo, Vargas Llosa y el montón de compatriotas, escritores ilustres que tenía ahí a la mano) Pero además tuvo el privilegio de vivir sus primeros años en casa de sus abuelos, que eran grandes narradores de cuentos, fábulas o historietas diversas, con lo que también fue un gran “lector oral”, si es que se puede decir así. Todos pudimos ver en vivo y en directo, cómo ensalzaba a “su maestro Faulkner” en el mismo momento de recibir el Nobel de Literatura.
Dijo alguna vez: “Describe bien tu aldea y serás universal”. Y tomando la palabra por obra, no sólo describió bien su aldea, Aracataca, sino que la creó dándole un nombre nuevo: “Macondo”, que hoy indiscutiblemente es universal.
Además tuvo la suerte de vivir unos años en París, siendo aún joven, con lo que sus horizontes literarios se ampliaron aún más, en lo que en esos años era la Capital de la Cultura. Aunque no tuviera en ese tiempo ni la fama ni el dinero que alcanzó después. Pero eso a los artistas nunca les ha representado un obstáculo insalvable. Se cuenta incluso que, su obra “El coronel no tiene quién le escriba”, refleja en realidad sus paseos a la oficina de correos, a ver si ya le había llegado la carta con la remesa del pago de su trabajo como corresponsal de El Espectador en Europa.
Algunos dicen: Para escribir bien, no es necesario leer antes El Quijote, porque Cervantes no lo había leído cuando lo escribió… Pero la realidad es, que Cervantes no sólo había leído todo lo que se podía leer en su época, (Cita libros sin parar en el mismo Quijote), sino que vivió en Madrid en lo que hoy llamamos “El Barrio de las Letras”, a pocos pasos de donde vivían contemporáneos como Quevedo, Góngora, Lope de Vega y una larga lista de españoles que, se leían unos a otros diariamente y se zaherían en versos y artículos entre ellos, como es costumbre inveterada entre nosotros, hasta el extremo de que, Quevedo, para decir que Góngora era judío, (que en esa época era un gran pecado), le amenazó con untar sus propias obras con tocino, para que no pudiera tocarlas. Y tampoco un hombre de la talla de Lope, que además era clérigo, se recató de tomarle el pelo a Cervantes, al considerarlo un poeta de baja calidad…
Todos estos personajes, que representan el “Siglo de Oro” español, compartieron además la Universidad Complutense, en la actual Alcalá de Henares, que junto con la de Salamanca eran dos de los faros del saber europeo, que en esos años, era como decir mundial…
También Gabo tuvo sus diferencias con sus colegas iberoamericanos y no se libró de alguna puya de Borges y algunos otros, lo que no es más que la grandeza y miseria de la estirpe española. Pero en general, tuvo la fortuna de gozar de la amistad de personajes de talla universal, como Obregón, Botero, Álvaro Mutis o Fidel Castro, que aparte su vida política, no es precisamente un iletrado. Y todo esto es otra forma de leer oral… De leer la vida.
Ahora, según algunos agoreros, los jóvenes no leen y cuando lo hacen es en los modernos teléfonos multiuso, donde se comunican en un idioma críptico sin vocales y como jeroglíficos egipcios. Pero otros como el suscrito, no estamos de acuerdo. Basta salir a la calle o viajar en transportes públicos, para ver muchos jóvenes enfrascados en libros impresos o digitales. Lo que nos alimenta la esperanza de que, de esos lectores, podrán sin duda salir más y mejores escritores.  
Enrique Gutiérrez y Simón
orbepress2000@gmail.com
Madrid, abril 2014

domingo, 6 de abril de 2014

La injusta justicia



La injusta justicia
Como sabréis los que vivís fuera de España, aquí tenemos una llamada “justicia” que parece tomada de las películas ce Cantinflas. Los jueces se clasifican ellos mismos de “conservadores” y “progresistas”, con curiosos efectos: Son conservadores los que son partidarios de cambios y evolución y progresistas los que no quieren que progrese nada y dejar todo como ha sido siempre…

En general, se puede decir que han hecho una carrera con el fin de dormir la siesta en sus despachos, porque esto es una costumbre muy española, como es de público conocimiento. Así se explica que, cuando los controladores aéreos paralizaron el País y dejaron volando miles de aviones y en tierra a cientos de miles de pasajeros, se haya determinado que se inicie un proceso con la investigación correspondiente, porque aquello fue una sedición que atentaba contra la Nación misma, pero… ¡Al cabo de cuatro años! Ahora, esperaremos el desarrollo de todo este proceso y, si algún día se termina, esperemos que alguno de esos controladores esté todavía vivo, para pedirles responsabilidades…

Por otra parte, nuestros ex simios jueces, encabezados principalmente por un tal Garzón, que ahora se ha ido a “Hacer las Américas”, han tomado la costumbre de activar algunos casos, si eso les da publicidad en los medios, o guardarlos en el cajón indefinidamente si ahora no toca salir en los titulares. Este individuo consideraba que los crímenes de estado llamados GAL, no eran importantes si el partido que gobernaba y los había cometido le nombraba ministro, pero que eran importantísimos, cuando ese nombramiento se le negó.

Y en esa línea de pensamiento siguen sus discípulos: Si una multitud enfurecida se pone a gritar a las puertas de una casa particular, cortando el tráfico de la calle y amedrentando a sus habitantes, niños pequeños incluidos, el juez correspondiente pregunta primero: ¿De qué partido son sus habitantes?. Porque si son de su mismo partido, eso es una asonada y unas amenazas intolerables, pero si son del partido contrario, eso, no es más que la libertad de expresión de la turba.

Algún otro, determina que a una mujer no la violaron, porque llevaba unos pantalones vaqueros muy ajustados, que tuvo que quitárselos ella misma necesariamente, luego, el sexo fue consentido… El que el violador le tuviera puesto un cuchillo en la garganta, parece que era un tema sin importancia, que no elimina el hecho de que ella se quitó los pantalones… Todavía no hemos llegado a decir que el pago de un rescate para un secuestrado, es una donación voluntaria, pero no os preocupéis, que todo se andará…

A continuación la carta que una mujer le envía a uno de estos ex simios jueces…
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Carta de una zorra

Semántica interpretada

   Como algunos de vosotros sabréis a estas alturas, el que fue juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo ha dictado una sentencia en la que afirma: Que llamar "zorra" a una mujer no es delito, ni falta, ni nada, porque quien usa ese adjetivo en realidad lo que quiere decir es que dicha mujer es astuta y sagaz. En base a ello, he aquí el escrito que le ha remitido una ciudadana…

"Estimado juez Del Olmo: Espero que al recibo de la presente esté usted bien de salud y con las neuronas en perfecto estado de alerta como es habitual en Su Señoría.

El motivo de esta misiva no es otro que el de solicitarle amparo judicial ante una injusticia cometida en la persona de mi tía abuela Felicitas y que me tiene un tanto preocupada. Paso a exponerle los hechos: Esta mañana mi tía abuela Felicitas y servidora nos hemos cruzado en el garaje con un sujeto bastante cafre que goza de una merecida impopularidad entre la comunidad de vecinos. Animada por la última sentencia de su cosecha, que le ha hecho comprender la utilidad de la palabra como vehículo para limar asperezas, y echando mano a la riqueza semántica de nuestra querida lengua española, mi querida tía abuela, mujer locuaz donde las haya, le ha saludado con un jovial "que te den, cabrito".

Se ha puesto como un energúmeno, oiga. De poco me ha servido explicarle que la buena de mi tía abuela lo decía en el sentido de alabar sus grandes dotes como trepador de riscos, y que en estas épocas de recortes a espuertas, desear a alguien que le den algo es la expresión de un deseo de buena voluntad.

El sujeto, entre espumarajos, nos ha soltado unos cuantos vocablos, que no sé si eran insultos o piropos porque no ha especificado a cuál de sus múltiples acepciones se refería, y ha enfilado hacia la comisaría más cercana haciendo oídos sordos a mis razonamientos, que no son otros que los suyos de usted, y a los de mi tía abuela, que le despedía señalando hacia arriba con el dedo corazón de su mano derecha con la evidente intención de saber hacia dónde soplaba el viento.

Como tengo la esperanza de que la denuncia que sin duda está intentando colocar esa hiena -en el sentido de que es un hombre de sonrisa fácil- llegue en algún momento a sus manos, le ruego, por favor, que intente mediar en este asunto explicándole al asno -expresado con la intención de destacar que es hombre tozudo, a la par que trabajador- de mi vecino lo de que las palabras no siempre significan lo que significan, y le muestre de primera mano esa magnífica sentencia suya en la que determina que llamar zorra a una mujer es asumible siempre y cuando se diga en su acepción de mujer astuta.
Sé que es usted un porcino -dicho con el ánimo de remarcar que todo en su señoría son recursos aprovechables- y que como tal, pondrá todo lo que esté de su mano para que mi vecino y otros carroñeros como él -dicho en el sentido de que son personas que se comen los filetes una vez muerta la vaca - entren por el aro y comprendan que basta un poco de buena voluntad, como la de mi tía abuela Felicitas, para transformar las agrias discusiones a gritos en educados intercambios de descripciones, tal y como determina usted en su sentencia, convirtiendo así el mundo en un lugar mucho más agradable. Sin más, y agradeciéndole de antemano su atención, se despide atentamente, una víbora (evidentemente, en el sentido de ponerme a sus pies), enviándole mis más respetuosos saludos a las zorras de su esposa y madre


viernes, 4 de abril de 2014

Maestros



Maestros

Creo que la palabra “maestro”, es una de las más importantes de nuestra lengua. Tanto en el sentido que se le daba antes a “maestro de escuela”, aquel que enseñaba todas las materias, con un solo libro que se llamaba “enciclopedia” y que tenía un sentido completo de lo que debiera ser “educación”. No sólo para enseñar cosas, sino para “formar” personas. Como también en el sentido de, alto conocedor de una materia: Maestro albañil, maestro carpintero, músico, pintor o cualquiera de las artes o artesanías.
En cuanto a la literatura, veo dos aspectos importantes para adjudicar ese título a un autor: Aquel que nos deleita con la “forma” de escribir, ágil y ligera que nos “engancha” y nos hace desear no parar de leer hasta terminar el libro, en el que caen de lleno los poetas en verso y prosa, porque manejan la “música” de la escritura y, los que transmiten una serie de conceptos y valores que, nos quedan grabados en nuestra memoria para siempre.
En mi caso, recuerdo perfectamente párrafos enteros de libros que leí hace ya muchas décadas y conceptos que me quedaron grabados y forman parte importante de mi vida y personalidad, como supongo que le ocurre a cualquiera que haya leído algunos libros… escritos por maestros.