sábado, 8 de enero de 2011

Españoles pasotas

Españoles pasotas

Como por mis venas corre sangre revolucionaria por ambas ramas paternas, a veces me desespero de ver a los españoles pasotas, es decir que pasan de todo y pareciera que el mundo se les viene encima sin que ellos reaccionen, probablemente por el porcentaje de sangre árabe que todos llevamos y que nos induce al fatalismo absoluto.

En la guerra civil española, el uniforme de los soldados incluía un ancho cinturón de cuero con una enorme hebilla dorada con el emblema del Ejército. Cuando las tropas “nacionales” hacían un ataque hacia las trincheras del Ejército de la República, estos soldados aprovechaban el brillo de esa hebilla para apuntar al enemigo y los soldados nacionales se agachaban para ofrecer menos blanco, pero los moros atacaban de pié corriendo y cuando les aconsejaban que se agacharan contestaban: Si Alá quiere que yo muera hoy, nada puedo hacer para evitarlo, y si no quiere Alá, ninguna bala podrá hacerme nada…

Este fatalismo quizá está basado en una bonita leyenda que me contaron en Marruecos:

En la antigüedad, un señor feudal árabe encargó a su criado que fuera al mercado a comprar provisiones, pero el criado volvió inmediatamente, demacrado y sin ninguna compra.

Cuando el señor le preguntó el motivo explicó: -En el mercado he visto a la muerte y me ha mirado fijamente.

El señor le dijo: -Bien, si eso te hace sentirte mejor, toma el caballo más veloz de las cuadras y vete inmediatamente a Casablanca.

Pero el señor no se quedó conforme y fue él mismo al mercado, donde efectivamente se encontró a la muerte y dirigiéndose a ella le preguntó: -¿Por qué te que quedaste mirando a mi criado?

Y ésta le contestó: -Porque me extrañó mucho verlo aquí, ya que tengo una cita con él esta noche en Casablanca…

Pero algunos españoles, todavía piensan y reaccionan ante la prepotencia de las ministras analfabestias de que se ha rodeado el ex simio presidente.

Ante la férrea prohibición de fumar y la incitación a los ciudadanos para que denuncien a los otros ciudadanos, exactamente como hacían los nazis, un amigo con quien me encontré esta mañana y que es fumador, me comentaba sus proyectos:

-En la casa de mis abuelos en el pueblo, voy a construirme una chocita o especie de iglú con materiales de desecho, que tenga una pequeña puerta y ninguna ventana ni otro orificio por donde pueda salir el humo. Después voy a invitar a todos los fumadores del pueblo a que nos reunamos allí a fumar como locos, hasta que el humo no nos deje vernos los unos a los otros… Y añadía: -No existe mayor placer.

No sé si el placer viene de fumar, del humo o de contradecir al gobierno, que al fin y al cabo es el motivo último de todo revolucionario…

 

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