Hermano Alberto
Dicen los ingleses que: Hablar de enfermedades es de mala
educación. Y parece que el Hno. Alberto ha aprendido eso desde niño, porque no
hay manera de que, cuando le saludamos y le preguntamos ¿Cómo está?, conteste
otra cosa que: - ¡Muy bien!…
Pero todos en ACOA sabemos que no está bien. Entre otras
cosas, porque ninguno estamos: ¡Muy bien!, ya que el que más y el que menos,
tenemos ya unos cuantos calendarios. Normalmente, cuando hay que hacer algo de
esfuerzo físico, como mover mesas, traer bebidas y demás, cada uno de nosotros
aducimos una u otra dolencia, para escurrir el bulto, pero el Hno. Alberto,
siempre está ahí. Colaborando en todo lo que se le pide y hasta lo que no se le
pide. Basta que él vea a alguien llevando cualquier cosa de un lado para otro,
para que inmediatamente se acerque a ayudar, sin decir nada. Como si estuviera
ahí, esperando a ver quién lo necesita.
Algunos socios de ACOA, cuando se les habla de él, no lo
conocen por el nombre, así que la forma de identificarlo es muy fácil: ¿Viste
ayer a ese hermano que arreglaba un cable eléctrico subido en una escalera? ¿O,
el que estaba atornillando una bisagra suelta en una puerta? ¿O, el que estaba
podando y arreglando el jardín? ¿O, el que llevaba sillas de a dos, de un aula
para otro? Pues ese es el Hno. Alberto.
En general, los HH. De La Salle, parece que hubieran
aprendido muy bien aquella frase de: “El que no vive para servir, no sirve para
vivir” Y aunque todos son colaboradores y desprendidos, el Hno. Alberto es un
caso excepcional, entre los excepcionales. Esperemos que Dios lo conserve entre
nosotros por muchos, muchos años…
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