miércoles, 14 de marzo de 2012

Nuestra amiga la muerte


Nuestra amiga la Muerte
Me encontraba estos días tomando el aperitivo con mis dos amigos Kiko y Juan, cuando me tocó asistir a una discusión interesante.
Juan estaba asombrado de que Kiko le dijera que, le habían llamado a comunicarle la muerte de su hermana y lo estaba celebrando.
- ¿Cómo se puede celebrar la muerte de un ser querido, -decía Juan asombrado- a menos que se sea un desalmado sin sentimientos ni entrañas?
- Es que los simples mortales, creéis que la muerte es algo terrible, como en las películas de miedo. Pero la realidad es, que es una parte de la vida, un proceso, como aprender a andar, a hablar, el crecimiento, la pubertad, la madurez, la vejez y luego la muerte, como una secuencia natural y absolutamente incontrolable. Lo que pasa es, que a algunos les llega la muerte en un momento inoportuno, o demasiado pronto en sus vidas, cuando todavía tenían mucho que hacer y mucho que dar a los otros y por tanto, la familia y los amigos lo llevan muy mal, porque sienten un vacío, una ausencia dolorosa. Pero en algunos casos, y es este precisamente el que estamos comentando, la muerte llega demasiado tarde, lo que produce un largo sufrimiento inútil, en la persona que va a morir y en todo su entorno. Por lo tanto, lo lógico y natural es, que cuando al fin llega, los que estamos más cercanos, nos alegremos. El protagonista, nunca sabremos si al fin se alegra o no.
- Pero eso es, -decía Juan- como promover la eutanasia. Si una persona está sufriendo y sabemos que de todas maneras se va a morir, aceleremos el final ¿No?
- Un momento. Eso es más complicado de lo que parece. En primer lugar, nadie sabe exactamente y con toda certeza, sin ninguna duda, que va a morir pronto, o cuándo. Casos se han dado de personas en coma durante meses o años y luego han despertado. En segundo lugar, hay que tener un temple especial para decidir eso, como hacía aquél médico de urgencias, donde se morían todos los pacientes mayores, aunque hubieran llegado con una dislocación de tobillo. Eso es igual o muy cercano al asesinato y no todos somos capaces de eso. Pero lo más importante es, preguntarle al interesado, porque la mayoría de las personas nos aferramos a la vida hasta el último minuto. En el caso de mi hermana, su cuerpo se fue degenerando atacado por múltiples enfermedades internas, en el riñón y otras varias que no es cuestión de enumerar, tenía temblor esencial y en el último mes, no podía caminar. No oía apenas y hablaba en forma ininteligible. Su masa muscular fue desapareciendo hasta quedar reducida a un esqueleto que pesaba menos de 30 kilos, y en la última semana no podía ni incorporarse en la cama. No obstante, nadie habló nunca de eutanasia ni se dejaron de hacer todas las cosas posibles por mantenerla con vida y lo menos incómoda posible, con dos enfermeras atendiéndola día y noche y médicos pendientes de ella hasta el final. Lo que no quita que, cuando al fin llegó la noticia de que había muerto, lo consideremos un descanso para ella y para todos nosotros.
- Esa es otra cuestión, terció Juan. ¿Se sabe con alguna certeza que es un descanso?, porque creo que hay versiones para todos los gustos. Hay una especie de leyenda urbana, de personas que dicen que han estado cercanas a la muerte pero han vuelto y cuentan aquello de una luz muy brillante, un ser espiritual y una gran paz… Pero por otra parte, hay muchas creencias de que las malas personas van a un infierno o algo parecido y lo pasan muy mal. Y en el caso más optimista, les quedaría pendiente una especie de juicio final, donde les pedirían cuentas de todo lo que han hecho durante su vida, bueno y malo.
- La realidad es, que nadie ha vuelto para contarnos lo que pasa después de la muerte, aunque hay mucha literatura al respecto, incluyendo la Divina Comedia de Dante que te explica todo muy detalladamente, pero eso son las creencias de la Iglesia Católica. Los que nos quedamos aquí, siempre decimos que nuestro pariente estará en el Cielo, como una cuestión de tranquilidad propia. Qué más quisiera yo, y muchos otros, que nos permitieran hacer un viaje turístico como el que describe Dante, para ver esos siete círculos que él describe con todo detalle. Los diversos castigos y hasta las recompensas de quienes se portaron bien. Por cierto, ¿Recordáis que Dante dice que hay un infierno de hielo, no solo de calderas y fuego perpetuo?
- Pero tienes también la teoría de la reencarnación que ya explicaban los griegos, terció Juan. Yo me divierto mucho con las amigas que hablan de amor platónico, sin saber lo que dicen y me gusta ver la cara que ponen cuando les explico que: Platón decía que cuando uno muere y ha sido un buen hombre, teniendo relaciones sexuales sólo con hombres, por ejemplo, reencarna en un ser superior, más sabio y más completo, pero si se ha portado mal, teniendo relaciones sexuales con mujeres, al morir reencarnará en un ser inferior, como un perro, una cabra… o una mujer.
- Vale, dijo Kiko un poco enfadado. Que estamos hablando de cosas serias. Esas frases de Platón, como todas las de épocas pasadas, hay que entenderlas en su contexto, y no tomarlas al pié de la letra con nuestra mentalidad actual. La verdad es, que podemos sintetizar que hay una teoría de la reencarnación, que habla de volver a nacer en un ser diferente, como los budistas y otros pueblos antiguos, y la teoría católica, que habla de reencarnar para la vida eterna…
Juan interrumpió diciendo: - Esa es otra cuestión. Porque hay un montón de teorías de si al morir podemos ver y oír lo que pasa en el lugar en que se abandona el cuerpo. Hay quien dice que puede verse toda la escena como desde arriba y ver el propio cuerpo y las personas que lo rodean, pero hay otros, que sólo hablan de oscuridad y el famoso final del túnel, con la luz muy brillante y todo lo demás que se repite una y otra vez. Pero como los que nos cuentan esto, volvieron inmediatamente, nos quedamos sin saber en realidad que hay al otro lado del túnel. Necesitamos que alguien haya pasado allí un mes más o menos y nos cuente todos los detalles, para saber si nos apuntamos a la excursión. Sería maravilloso, que nos encontráramos con la novia, u otro ser muy querido, como dice Dante, que nos condujera por los diversos ambientes, o encontrarnos con una reunión de sabios, para hablar con ellos directamente… Claro que también podríamos encontrarnos con la suegra, o esos amigos que eran insufribles en vida y supongo que seguirán siendo lo mismo...
- Menos cachondeo, decía Kiko. A esa excursión no puedes apuntarte o no. Cuando te llaman a filas, tienes que presentarte sin excusa ni pretexto alguno, como rezaba la citación para cumplir el servicio militar antiguamente. Alguien decía que, la muerte camina toda nuestra vida a nuestro lado y cuando le parece bien, te da un empujón con el hombro y… hasta ahí llegaste. Y parece que tampoco te dan opción de quedarte, volver o ir a otro “campamento” que te guste más, ni llamar por el móvil a los amigos a contarles cómo está el panorama. Recuerdo que Houdini estaba muy interesado en este tema y pagaba a cuanta pitonisa, vidente, adivinadora o como se llamen esas personas que dicen comunicarse con el más allá, pero siempre les descubrió los trucos, algunos muy ingeniosos, para que se movieran las mesas, se oyeran voces y toda la parafernalia acostumbrada. Al final, desencantado con los médiums, hizo un pacto con su hija, diciendo que si había forma de comunicarse, lo haría con ella. Creo que hasta el día de hoy, no hay noticias de que se haya comunicado por ningún medio…
- A mí, no me asusta la muerte –continuó Kiko- y de hecho, he firmado ya el compromiso de una Muerte Digna, para que no me alarguen la vida artificialmente y que dejen a la Naturaleza actuar, si me encuentro en un estado en que los médicos dictaminen que no hay recuperación posible. No quiero que me tengan meses o años enchufado a un montón de aparatos, con respiración artificial, oxígeno y todas esas cosas que dicen para mantener la vida. Eso ni es vida ni es nada. En cambio sí me repugna, o me atemoriza el dolor. Me parece hasta cruel, que a una persona le hagan una y otra operación que se sabe que no va a conducir a ningún lado… Dicen que Franco, en los últimos momentos, les dijo, con voz casi inaudible a los muchos médicos que le rodeaban: ¡Déjenme morir!...
- A ver si te va a pasar, -Continuó Juan con sus bromas- Como a ese individuo que le dijo a su madre que no le dejara estar dependiendo de un montón de aparatos enchufados a la corriente y de otro montón de líquidos. Así que su madre, inmediatamente le desenchufó el televisor, el ordenador, el celular, el Ipad y todos los chismes que tenía a su alrededor y le tiró por el fregadero todas las cervezas, el güisqui, la ginebra y demás…
- Es imposible mantener una conversación seria contigo. Siempre estás tomando el rábano por las hojas. La mayoría de los humanos tenemos miedo a la muerte y hasta a hablar de ella. Luego, cuando alguien cercano o simplemente conocido muere, ponernos cara de circunstancias y murmuramos frases idiotas como: No somos nada; Ya estará en el cielo; Lo siento mucho; te acompaño en el sentimiento. Y organizamos funerales, misas y un montón de ritos, además de hablar maravillas del muerto, aunque haya sido un desalmado delincuente.
Y seguía Juan en su línea: - Pero no olvides la parte lúdica de los funerales. Recuerda que la Plaza de Roma o Manuel Becerra, se llamó en un tiempo Plaza de la Alegría, porque dicen los viejos que estaba llena de tascas, y como toda la gente que venía a enterrar a alguien en el Cementerio del Este, llegaba hasta allí para despedirse, antes de tomar caminos distintos a sus respectivas casas, se reunían a tomar la última copa, que supongo sería a la salud del muerto, aunque a este la salud se le hubiera acabado ya definitivamente. Y al final, yo invito a esta ronda y yo a la otra, todo el mundo acababa cantando a coro y la suma de coros, más o menos destemplados, hacía que la tal plaza pareciera una fiesta todo el año.
- Bueno, fuera de bromas, yo creo que lo de los funerales es algo absolutamente irracional. Una costumbre que se va conservando a lo largo de los tiempos, pero llena de hipocresía y fuera de todo sentido común. Se dice que se organiza una misa o funeral, a veces con discursitos y todo, para pedirle a Dios por el alma del muerto, o de los muchos muertos, porque también se hacen funerales colectivos, pero esa gente que dice interceder ante Dios, no piensa ni lo que está diciendo ni en la incongruencia de todo ese paripé. Si partimos de la creencia generalizada de que Dios es absolutamente sabio y absolutamente justo, tendremos que llegar a la conclusión de que todas las acciones buenas y malas del o de los difuntos, las sabe perfectamente y si es absolutamente justo, les aplicará a cada uno el castigo o recompensa que se hayan ganado, sin que nosotros, por mucho que hablemos, gritemos, lloremos o recemos, podremos torcer ni un ápice la voluntad divina.
- Pero ten en cuenta que, también cuando hay una sentencia de los jueces terrícolas, hay gentes que se manifiestan ante el tribunal y piden a gritos que se cambie la sentencia, o se acuerdan de las madres de todos los jueces que en el mundo han sido, porque la sentencia no les gusta, sea porque han declarado inocente al imputado o porque le han condenado a poco…
- Exactamente eso es lo que digo, -interrumpió Kiko-, pretender que unos jueces cambien una sentencia organizando un tumulto, es una falta de respeto a los jueces y a todo el sistema judicial. Podríamos hasta admitir, en gracia de discusión, que los jueces humanos sean corruptos, estúpidos, malvados o ignorantes, pero hacer lo mismo con Dios, es por lo menos una blasfemia.
- No te olvides de la parte económica de todo el tinglado, -remachó Juan- Detrás de un funeral hay un montaje de una iglesia que cobra por los servicios, unos comercios que venden flores, unas imprentas que hacen recordatorios y una larga lista de gente que vive de los muertos. Empezando por las funerarias que te venden ataúdes como si fueran joyas de Nefertiti, además de otros servicios como sepulturas, perpetuas o temporales, incineración, si es que lo has elegido, etc. ¿Tú crees que cuando llevas a una persona a incinerar y unos empleados se llevan el ataúd con el muerto y cierran una cortina, ¿Van a quemar ese ataúd que vale un dineral?. Y luego, cuando te entregan una urna que vale otro dineral con unas cenizas dentro. ¿Crees que esas cenizas son de verdad de tu deudo?
- Pues la verdad es que no lo sé ni me importa mucho, decía Kiko. Lo que habíamos empezado a hablar es, que la muerte no es nada tan terrible como acostumbramos a pensar y que si hay vida después de la vida, como piensan muchos, sería muy interesante saber qué pasa. Hay quien dice que te encuentras con tus seres queridos, y otros dicen que las almas no reconocen ni a su madre. Que todas las otras son absolutamente desconocidas, ya que al no tener todavía el cuerpo que se supone que se reencarnará en el momento del juicio final, no hay forma de reconocerlas. He leído estos días un concepto interesante: Dice que al igual que una mariposa que ha sido una oruga más o menos fea, sale con cierto trabajo del capullo, despliega sus alas y se convierte en una preciosa mariposa. Así, la muerte sería un trance un tanto doloroso, pero necesario para convertirse en otra cosa mucho mejor de lo que somos ahora…
- De todas maneras –intervino Juan- Parece que hay estadísticas de gente que ha querido suicidarse y por uno u otro motivo no ha muerto y nadie o casi nadie ha repetido el intento. Es otra de las cosas que sería interesante averiguar: ¿Qué piensa una persona que, por ejemplo, se tira desde un edificio u otra gran altura, mientras está cayendo? Algunos se salvan porque caen en algo blando… o casi, como el que se tiró del viaducto y cayó en la cesta de pan de un panadero que la llevaba en la cabeza. El suicida no se mató, pero al panadero sí. Lo que creo que nunca se ha sabido es, lo que pensaba el suicida mientras caía.
En ese momento intervine en la conversación de los dos diciendo: Yo tuve una experiencia curiosa en mi adolescencia, que me ha hecho pensar mucho en si a veces no nos aferramos a algo de forma instintiva, como podría ser nuestro cuerpo carnal, para luego darnos cuenta de que no valía la pena: Estuve de vacaciones con mi hermana pequeña en Asturias, en una casa agrícola de unos amigos de mi familia paterna. Para nosotros, dos adolescentes citadinos, todo era maravilloso. Yo colaboraba llevando “les vaques” que dicen allí a pastar a un prado especial, donde tenía que cuidar de que no fueran a querer comerse una manzana, porque las vacas no pueden partirla y se ahogan. Colaboraba recolectando maíz, cortando las cañas con una foceta, o recogiendo castañas con una especie de pinzas hechas artesanalmente de madera, ya que el fruto de la castaña tiene unas púas muy puntiagudas. Mi tía amasaba pan de trigo y borona de maíz y lo cocía en un horno de leña que había fuera de la casa. En fin, un mundo absolutamente nuevo y deslumbrante. Tanto que cuando era la hora de volver a Madrid, le pusimos un telegrama a nuestro padre, pidiéndole permiso para quedarnos otros quince días… Pero, como no hay fecha que no se cumpla, llegó indefectiblemente el nuevo día del regreso, con gran tristeza para nosotros, (Que podría equivaler a la muerte, guardadas las proporciones).
Una vez en Madrid, reincorporados a la vida normal de nuestra edad y volviendo a encontrarse con los amigos y la actividad acostumbrada de la ciudad, recuerdo perfectamente haberme quedado pensando en algún momento y con gran extrañeza preguntarme a mí mismo: ¿Qué hacía yo allí? Es decir, me parecía inaudito el estar engolfado en aquella vida campesina, cuando mi sitio y el lugar en que yo me encontraba verdaderamente a gusto era en la ciudad.
A lo mejor, cuando uno muere se hace esa misma pregunta, extrañado del apego que tenemos a la vida terrenal, cuando nuestro sitio es ese al que se va después. Y quizá por eso es que nadie se acuerda de contarnos lo que hay allí a los que nos quedamos…
Bueno, pensemos que eso es así, para consolarnos, porque al fin y al cabo nos va a dar igual que nos guste o no. ¡A nadie le han dado a elegir, nunca! Remachó Juan.
Enrique Gutiérrez y Simón
Marzo 2012

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