miércoles, 1 de febrero de 2017

El ministro y la prostituta



El ministro y la prostituta
Este es un hecho real, que demuestra la inteligencia y agudeza gallega. Se ha transmitido verbalmente, por lo que no se puede garantizar la exactitud de los datos, pero en su esencia es así:

Viajaba un ministro de la época del franquismo por Galicia y al pasar cerca de un pueblo de aquella comunidad, se averió el coche, (que en aquella época, los ministros y demás gerifaltes, no usaban coches tan nuevos y de alta gama, como los que usan hoy). El chofer se bajó del coche y se acercó al pueblo a pie, para ver si había un mecánico o similar, que le ayudara a resolver el problema.

Cuando el alcalde y demás “fuerzas vivas” del pueblo, se enteraron de que había un ministro en su pueblo, se vinieron todos en manada a saludarlo y hacerle reverencias y ofertas de comidas y bebidas de la región, a lo que el ministro accedió, quizá por aburrimiento, mientras el chofer y el “mecánico” o herrero o lo que fuera que habían encontrado para ayudar a resolver la avería, trabajaban en el coche.

Después de muchas ceremonias e insistencia para que el ministro visitara la escuela, la iglesia y demás joyas artísticas del pueblo, llegó el chofer, ya conduciendo el coche, a decir que por el momento, podían seguir el viaje, por lo menos hasta encontrar una ciudad grande, en que en un taller especializado, revisaran el problema mecánico, para poder seguir viaje a Madrid, con seguridad.

El ministro, vio el cielo abierto, con el coche ya en el lugar en que estaba e hizo ademán de subirse, despidiéndose cortésmente de todos, y diciendo: Muchas gracias por todas sus atenciones y ya saben, que si en algo puedo serles útil en Madrid, me tienen a su disposición, (Como una de esas fórmulas corteses que todos decimos, sin pensar en ello).

El alcalde, se adelantó al resto del grupo y le dijo: Señor ministro: Ya ha visto la escuela y que sólo tenemos una maestra para impartir todas las asignaturas, de manera que cuando se enferma o tiene cualquier percance, todos los niños del pueblo, se quedan sin clase, por lo tanto, sería muy importante para el pueblo que, si en Madrid pudieran ayudarnos a resolver ese problema, nos enviaran una prostituta.

El cura y demás personajes importantes del pueblo, se acercaron inmediatamente, dándole codazos y discretas pataditas al alcalde, interponiéndose entre este y el ministro, y hablando todos al mismo tiempo, como para “tapar” la metedura de pata de este.

El ministro, con una sonrisa, abrevió todas esas despedidas y se introdujo rápidamente en su coche cerrando la puerta, e indicándole al chofer que arrancara.

Apenas se alejó un poco, todos empezaron a recriminar al alcalde, por su gazapo, pero este, riéndose a carcajadas, se enfrentó al grupo y les dijo: Parece mentira que sean tan ingenuos. Si yo le digo al ministro que necesitamos que nos envíen una sustituta, en la primera curva que dé el coche en su viaje, el ministro se habría olvidado de la petición, del pueblo y de todos nosotros. Ahora, va muerto de la risa y esperando llegar a Madrid, para contárselo a Franco, a los otros ministros y a todo el que se encuentre. Yo no sé si nos harán caso y nos mandarán a la sustituta, pero sí les puedo asegurar que, el ministro no se va a olvidar de nuestra petición.
Enrique Gutiérrez y Simón
Madrid, 31 ene. 2017


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