miércoles, 11 de marzo de 2009

Un balance de fiesta, El bombero indolente

 

España, está cayendo en una espiral de destrucción económica que, los únicos que no ven, son los "bomberos indolentes" del "gobierno"...

 

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Un balance de fiesta

HERMANN TERTSCH - ABC.es - Opinión - martes 10 de marzo de 2009

 

NO debiera extrañar a nadie que el Gobierno de España, el Partido Socialista y todo el movimiento de la Zeja haya decidido no montar grandes celebraciones con motivo de cumplir el primer año de legislatura, el VI Año Triunfal. Las alharacas desplegadas en los anteriores aniversarios de la llegada de la era Z fueron, lo digo sin ironía, grandes eventos perfectamente organizados y de la mayor repercusión. Ahora cada día hay menos margen para la broma. Gracietas, las mínimas. Lo intuirán probablemente hasta los más entusiastas de la tropa militante, pero lo saben con certeza matemática los profesionales de la difusión del mensaje. Si este pasado fin de semana al Partido Socialista se le hubiera ocurrido montar una gran fiesta de cumpleaños feliz podría haber pasado cualquier cosa. Por supuesto que han aprovechado la ocasión para mover la matraca. Pero poquito. La vicepresidenta y la vicesecretaria general, Vega y Pajín, nos han dicho por todas las teles que consideran que el año ha sido fructífero. «Positifo», como decía aquel entrenador holandés tan pelmazo que veía siempre algo bueno en las derrotas de su equipo, que era el Barcelona. Lo hacen con unas ganas de decir la verdad, sólo comparables a las que tenía aquel entrenador por aprender el español.

Sin embargo, por fin parece haber llegado el momento en que los terribles problemas de los españoles, que ha multiplicado con denuedo desde hace años, comienzan a afectarle al Gran Timonel y a su tripulación. Aquí se dijo hace mucho tiempo -y nadie nos tome por Merlín porque había sinfín de indicios para temerlo- que el paso de Zapatero por la historia de España crearía un precedente sobre la capacidad de destrucción en tiempos de paz. El deterioro en la economía ha alcanzado ya una velocidad de vértigo. De sus consecuencias sobre el bienestar, pero también sobre la seguridad de los españoles, tardaremos muchos años en recuperarnos. Zapatero estará jubilado del baloncesto y de todo. Nosotros habremos olvidado de los rasgos de la sonrisa del talante devenida ya en rictus amenazante. Y seguiremos pagando por el hecho de que una mayoría de los españoles se dejara embaucar dos veces por él, su equipo de mercadotecnia y el cutrerío ideológico que disemina. ¿Cómo ha podido suceder? ¿Por qué cuando los españoles estábamos a punto de encontrar nuestro sitio como sociedad moderna entre las demás, pudo producirse este disparate histórico que nos deja inermes como nadie ante la crisis general? Habrá muy sesudos estudios al respecto en el futuro. En todo caso, nuestro presente es cada día peor y nuestro futuro y el de nuestros hijos cada vez más incierto. Hay que irse lejos de la Europa democrática para encontrar instituciones en fragmentación, postración y confusión semejantes. Las conspiraciones y peleas políticas son anécdota. Categoría es la dura senda por la que caminaremos con pesar muchos años.

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El bombero indolente

IGNACIO CAMACHO - ABC.es - Opinión  - martes 10 de marzo de 2009

 

EN una carrera de ineptos, este Gobierno quedaría segundo porque su ineptitud le impediría ganar. En un año ha quedado hecho trizas, sobrepasado por los acontecimientos, náufrago de una asombrosa incompetencia; el país se le ha ido de las manos, la crisis provoca destrozos descomunales y en medio del desplome social se ve pasar al presidente preso del desconcierto, como un bombero indolente que llega tarde al incendio equivocado.

Esta recesión vertiginosa habría tumbado a cualquier Gobierno que le intentase hacer frente, atrapándolo en la impopularidad de unas medidas de choque, pero al de Zapatero lo ha arrollado por incomparecencia. Bien porque no detectase los síntomas o porque se empeñase en despreciarlos, perdió toda capacidad de reacción al desperdiciar unos meses cruciales. Ahora está hecho cenizas, envuelto en un bloqueo catastrófico, abrasado con sólo nueve meses reales de existencia funcional.

Quizá el presidente llegó a creerse de veras que no era para tanto, y diseñó un equipo liviano para llevar a cabo sus políticas retóricas y gestuales. La crisis ha puesto en evidencia la falta de solidez del gabinete, desleído en la insustancialidad. Faltan puntos de referencia, pesos pesados. De la Vega ha perdido pulso, Solbes ha tirado la toalla y Rubalcaba se ha enrocado. Todos parecen sugerir que no tienen papel en una función supeditada al protagonismo iluminado de Zapatero, que sigue creyendo en la eficacia de una resistencia pasiva. No emprende reformas porque le preocupa el coste político, confiado en que la solución sólo es cuestión de tiempo. Las únicas ideas que se le ocurren son paliativos sociales, a cuenta de un déficit a mansalva que dificultará la recuperación si alguna vez escampa la tormenta. Pero las elecciones parciales del día 1 han marcado un punto de inflexión; se está extendiendo la desconfianza ante un Gobierno cruzado de brazos que ha pasado de la negación de la evidencia al colapso catatónico. Y la oposición ha comenzado a levantarse del desmayo que le provocó la derrota del 2008.

El aniversario electoral no se ha celebrado porque no hay nada que celebrar: sólo un generalizado desánimo nacional, un desempleo rampante y un revolcón en Galicia que puede marcar el punto de inflexión en un electorado en estado de alarma. El presidente está aislado, su equipo es un montón de pavesas y todos los sectores sociales claman por un golpe de timón, aunque no se pongan de acuerdo hacia dónde. Lo próximo serán movilizaciones sociales, más desgaste político y cuatro millones de parados. El argumento de echarle la culpa a los americanos y a la banca ya no funciona, y no quedan más chivos expiatorios. El problema ya no es la falta de crédito, ni de ahorro, ni de recursos; estamos ante una crisis de ideas que está a punto de provocar el síncope de la esperanza.

 

 

 

 

 

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