viernes, 28 de agosto de 2009

Chávez y su palabrería

Dos artículos publicados ayer en ABC. El primero, es una editorial del periódico sobre las bravatas del payaso mayor de Venezuela, y el segundo, un artículo de Hermann Tertsch, que retrata la inconsistencia del tal Chávez, y de refilón, a los políticos de toda laya, como "nuestro" Zapatero, que se mantienen revolviendo en el pasado, para ocultar su incompetencia.

El prepotente gorila de Venezuela, estoy seguro de que no ha leído nada sobre Bolívar, pues de lo contrario, se mostraría más escéptico y equilibrado de lo que nunca podrá ser.

 

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Chávez desafía a Obama

ABC.esOpinión- Editorial (jueves 27 de agosto de 2009)

EL caudillo venezolano Hugo Chávez ha enarbolado abiertamente la amenaza de una guerra con su vecina Colombia y ha convocado una cumbre extraordinaria de los presidentes de UNASUR para analizar, mañana mismo, los acuerdos de cooperación militar entre Colombia y Estados Unidos. Se trata de una situación extremadamente grave y de la que no existen precedentes, ni siquiera en la época ya lejana de la Guerra Fría. Colombia y Estados Unidos han acordado un marco de cooperación militar muy modesto en términos cualitativos, tanto que no se puede considerar ofensivo ni amenazante para ninguno de los países del entorno, pero Hugo Chávez ha denunciado que se trata de una amenaza para todo el subcontinente y una provocación que puede llevar a la guerra directa. Otros presidentes han seguido esta misma teoría con mayor o menor intensidad y algún dirigente satélite de Chávez, como el boliviano Evo Morales, ha llegado a invocar la necesidad de celebrar un referéndum multinacional para impedir que Colombia firme ese acuerdo bilateral con Estados Unidos.

Por más peligroso que sea para la estabilidad regional, y teniendo en cuenta sus habituales excentricidades, lo que haga o diga Hugo Chávez no puede sorprender a nadie a estas alturas. Sin embargo, que países importantes de la región como Brasil o Argentina llegasen a cometer la torpeza de inmiscuirse de esta manera en los asuntos internos de Colombia -un país amenazado por una narcoguerrilla a la que, según pruebas fehacientes, apoyan países como Venezuela o Ecuador- representaría el inicio de una deriva diplomática irresponsable y de consecuencias incalculables.

Por otro lado, el desafío de los sectores movilizados por Hugo Chávez se dirige también hacia el presidente norteamericano Barack Obama, puesto que Washington es el otro firmante de este acuerdo de cooperación militar. Hasta ahora, la Casa Blanca ha intentado un equilibrio imposible, tratando de preservar esa especie de luna de miel con los sectores populistas que siguió a la elección del candidato demócrata. Este conflicto diplomático debería servir para demostrar claramente que no es posible mantener esta equidistancia artificial. Venezuela ha hablado claramente de guerra y es muy posible que en una de sus ensoñaciones megalomanas Chávez llegue a dar la orden de atacar a Colombia. Obama debe estar preparado para saber cuál será su respuesta.

 

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Inquietante palabrería

HERMANN TERTSCH - ABC.es - Opinión (jueves 27 de agosto de 2009)

 

DESDE ayer sabemos que Hugo Chávez, caudillo de Venezuela, pretendida y poco pulida reencarnación de Simón Bolívar, le ha declarado una especie de guerra a Colombia. Y ha roto, como supuesto paso previo, todas las relaciones con el país vecino. En realidad, Chávez y algunos de sus amigos bien pagados llevan años en guerra con la democracia colombiana. De forma delegada, por medio de su constante y masivo apoyo y suministro a la organización terrorista de las FARC. Pero ahora don Hugo se ha enfadado mucho porque el presidente Uribe ha tenido la valentía -cualidad que nunca le ha faltado- para firmar un acuerdo de cooperación militar con EE.UU. para combatir mejor a la guerrilla y al narcotráfico, es decir, a los socios del caudillo bolivariano. La presencia norteamericana en bases colombianas y el mayor apoyo militar y tecnológico que implica el acuerdo de Uribe con el presidente Barack Obama complicará los planes expansionistas del totalitarismo autodenominado «Socialismo siglo XXI», orquestado por Caracas y La Habana. Sus éxitos en la abolición del Estado de Derecho han sido rotundos en Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Acaba de sufrir su primer serio revés en Honduras. Pero don Hugo no se arredra. Los años de liquidez ilimitada gracias al precio del petróleo los ha utilizado para expandir influencia y comprar lealtades de personas e instituciones estatales extranjeras, pero también para llenar la cesta de la compra de armamento. Y está claro que ni los aviones de combate comprados a Rusia ni todas las armas ligeras y pesadas adquiridas por todo el mundo, también en España, son para reprimir a los estudiantes, asustar a la clase media aún existente ni aplastar revueltas de otrora seguidores que puedan hartarse de la miseria rampante, la corrupción y el aventurerismo. Es una amenaza directa a Colombia y a todo el que ose hacerle frente. Sin embargo, y pese a la retórica truculenta, no parece previsible que Chávez se atreva a utilizar el próximo 70 aniversario del asalto coordinado por Hitler y Stalin a Polonia para ampliar los territorios de su Reich bolivariano. Consuela, pero nos deja con una incógnita. Sabemos de qué parte estarían en esta guerra Barack Obama y la UE. ¿Sabemos en cuál estarían Zapatero y el PSOE?

Lejos de Caracas surge otro conflicto. Tampoco llevará a la guerra. Pero revela que si en Latinoamérica resurgen los fantasmas del totalitarismo, Europa está lejos de haberse inmunizado de su trágico pasado. Eslovaquia ha prohibido la entrada en su territorio al jefe del Estado de la vecina Hungría. Ambos son miembros de la UE. Bratislava acusa al presidente húngaro de «afanes expansionistas» por querer inaugurar una estatua de San Esteban, Rey de Hungría, en Komarno, en el sur de Eslovaquia, territorio húngaro hasta 1919. Palabrería, sin duda. Pero que revela inquietantes fragilidades también en Europa, donde no son pocos los políticos que quieren utilizar el pasado, por trágico que sea, para desviar la atención de su impotencia ante los retos del presente.

 

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