Como sabréis, en esta España socialista y progre, el insulto y la agresión verbal o incluso física, está a la orden del día, por parte de los “políticos” que, se supone debían dar ejemplo de convivencia y democracia. Ya llevamos tiempo en que, como la teoría de: “No pienses en un elefante”, se lanza una invectiva o un exabrupto, y luego, con pedir excusas, ya está todo arreglado, pero claro, entre la masa, quda el insulto como algo normal…
Hace unos días, un tal Castro, (Qué curiosa coincidencia), presidente de la asociación de municipios y provincias de toda España, y socialista, como no podía ser menos, exclamó: “Y todavía hay tontos de los cojones que votan a la derecha”, y luego, para redondear, el asunto dijo: “pido excusas, POR SI ALGUIEN SE HA OFENDIDO… O sea, que los 10 millones de españoles que han votado a la “derecha”, sería extraño que se ofendieran si les llaman “tontos de los cojones”… Luego, en un mitin, un tal Sardá, de
Es un hecho probado muchas veces que, en esa idílica y democrática República que tanto añora nuestro ex simio presidente, se ha asesinado sin fórmula de juicio y se ha enterrado en cunetas de esas que busca Garzón, a simples maestros de escuela o humildes oficinistas de cualquier despacho, por el horrible delito de llevar corbata, pero eso que parece tan pasado, se actualiza ahora, incluso con los inmigrantes, convencidos por el partido gobernante, de que “les dan cosas”, pero luego, dicen que el partido de la oposición, el denostado Pepé, es el que “crispa”…
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Patente de Corso. XL Sem
LOS FASCISTAS LLEVAN CORBATA
Por: Arturo Pérez-Reverte
Cuando digo que este país es una mierda, algún lector elemental y patriotero se rebota. Hoy tengo intención de decirlo de nuevo, así que vayan preparando sellos. Encima hago doblete, pues voy a implicar otra vez a Javier Marías, que tras haberse comido el marrón de mis feminatas cabreadas, acusado de machista —¿acaso no se mata a los caballos?—, va a comerse también, me temo, la etiqueta de xenófobo y racista. Y es que, con amigos como yo, el rey de Redonda no necesita enemigos.
Madrid, jueves. Noche agradable, que invita al paseo. Encorbatados y razonablemente elegantes, pues venimos de
Imaginen —visualicen, como se dice ahora— la escena. Capital de España. Dos señores académicos con chaqueta y corbata, cargados con libros, hablando de sus cosas. Del pretérito pluscuamperfecto, por ejemplo. En ese momento pasamos junto a dos individuos con cara de indios que esperan el autobús. Inmigrantes hispanoamericanos. Uno de ellos, clavado a Evo Morales, tiene en las manos un vaso de plástico, y yo apostaría el brazo incorrupto de don Ramón Menéndez Pidal a que lo que hay dentro no es agua. En ésas, cuando pasamos a su altura, el apache del vaso, con talante agresivo y muy mala leche, nos grita: «¡Abajo el Pepé!... ¡Abajo el Pepé!». Y cuando, estupefactos, nos volvemos a mirarlo, añade, casi escupiendo: «¡Cabrones!».
Me paro instintivamente. No doy crédito. «¡Pepé , cabrones!», repite el indio guaraní, o de donde sea, con odio indescriptible. Durante tres segundos observo su cara desencajada, considerando la posibilidad de dejar las bolsas en el suelo y tirarle un viaje. Compréndanme: viejos reflejos de otros tiempos. Pero el sentido común y los años terminan por hacerte asquerosamente razonable. Tengo cincuenta y siete tacos de alm
Marías parece compartir tales conclusiones, pues sigue caminando. A envainársela tocan. Lo alcanzo, resignado, y llegamos a
Así que ya saben, señoras y caballeros. Ojito con las corbatas y con todo lo demás cuando salgan de
Tiempos de gloria. •
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