miércoles, 31 de diciembre de 2008

Aventuras en un hospital español

 

El sábado pasado, me puse a hacer algún trabajito de “bricolaje” en mi casa, para lo que tuve que arrodillarme en el suelo, y al levantarme, parece que hice un movimiento inadecuado, por lo que “algo”, en mi cadera izquierda se afectó, y empezó un dolorcito, al que no le di mayor importancia, pero ese dolor se fue acentuando el domingo, en que salí a caminar, como todos los días, y más fuerte el lunes... en que también salí a caminar...

Como la noche del lunes a martes ya se me hizo muy difícil dormir, el martes por la mañana, y viendo que en la TV. nos estaban advirtiendo que no usáramos la urgencias de los hospitales para cosas tan nimias como una gripe o un resfriado y que acudiéramos a nuestros centros de salud, llamé a mi médica que, obviamente, está de vacaciones, pero me dijeron que fuera que me atenderían de urgencia. Fui, me atendieron muy bien, pero me dijeron que mi problema era de traumatólogo y de radiografía, así que me dieron una orden urgente, para que me hicieran una radiografía en el otro centro de salud de mi barrio. Allí, había un montón de pacientes y me dijeron que como era fin de año, las radiografías ya estaban cerradas y que acudiera al Hospital de La Princesa... o sea que, por ser buen ciudadano y seguir las instrucciones, perdí la mañana, pues si hubiera ido al hospital desde el principio, me habría ahorrado cuatro horas.

Hacia las 12:30, llegué al hospital, con tremendos dolores en la cadera y muslo izquierdo, en una sala de espera colapsada por docenas de personas con diversas dolencias... Los traumatizados en accidentes de tráfico o demás circunstancias “sangrantes”, los pasan directamente al quirófano por otro sitio, con lo que yo me ahorro un espectáculo que sí ocurre en otros hospitales, y que a mi, me produce desmayos, sudores fríos y pérdida del sentido, por mi trauma infantil con la sangre...

Cuando me llamaron por megafonía, la doctora que me atendió, me hizo un examen completo de todo el cuerpo, auscultándome, midiendo mi temperatura, tensión arterial, coordinación de los sentidos, etc. y me dijo que me llamarían para unas radiografías, pero mientras tanto, me llamaron inmediatamente a otra consulta, donde me pusieron una inyección que, al cabo de poco rato, había hecho desaparecer el dolor casi completamente...

En fin, para no alargarme innecesariamente, a lo largo de la tarde y la noche, me hicieron 6 u 8 radiografías, de la cadera y del tórax, un TAC, análisis de sangre y de orina, una exploración rectal, para ver cómo estaba la próstata, y, como en cada caso había que esperar el resultado de cada prueba, las horas pasaban y ya, hacia las 2 de la madrugada, la doctora que dirigía todo el equipo que me estuvo atendiendo, me dijo que habían encontrado un pequeño quiste o fisura en el fémur, que podría representar un peligro de rotura, y que para prevenir este posible percance, habría que hacer más pruebas y radiografías más detalladas y análisis completos, para aplicar un tratamiento preventivo, por lo tanto, que iba a dar orden de ingresarme en el hospital para esas pruebas, pero, como sería inútil que me quedara en el hospital el día 31 de diciembre y 1 de enero, cuando la mayoría de los médicos y enfermeras no imprescindibles para urgencias, estarían celebrando el fin de año con sus familias, lo prudente es que yo hiciera lo mismo, y que volviera para mi ingreso el 1 de enero por la tarde, pero con la condición expresa de que, mientras tanto, mantuviera un reposo absoluto.

Cuando estaba esperando para que me dieran los documentos y me pusieran una inyección que me recetó la doctora, en el estómago, (en la tripa, decimos en España), empecé a pensar en la inyección y a fijarme en las personas que estaban en la sala con esos adminículos de plástico que llevan una aguja quirúrgica y un tubito con llave para conectar suero o medicinas variadas, y en mi imaginación empezó a funcionar toda la gama de escenas de hospital, quirófanos y heridos que vi de niño y que ahora salen en todas las películas, así que, empecé a sudar, a perder la visión y el sentido del equilibrio, por lo que, en segundos me encontré sentado en una silla de ruedas y a toda velocidad por pasillos y puertas del interior del hospital, hasta llegar a una cama, donde entre tres o cuatro enfermeras me desnudaron, me pusieron una batita de esas que se abrochan en la espalda y me tumbaron en la camilla, procediendo a ponerme una serie de sensores para un aparato de esos que vigilan el corazón, y en el brazo una aguja con la conexión de tubito plástico que me había producido el mareo, y una bolsa con suero colgada de un soporte. En el oído, un termómetro de los que miden la temperatura en segundos y toda la parafernalia de alguien que está gravísimo. Yo sudaba, pero sonreía y les decía que no me pasaba nada, que era una tonta reacción mental que me duraba desde la niñez, cuando estuve hospitalizado y al borde la muerte, en la epidemia de viruela que siguió a la Guerra Civil, pero ellas, seguían con sus manejos y secándome el sudor, pinchándome el dedo índice y demás parafernalia del caso.

 Cuando todos nos serenamos un poco, vi una especie de junta de médicos, (más bien médicas), a mi alrededor y una de ellas me dijo que, estaban considerando si dejarme ir a mi casa, como se había previsto, o me ingresaban de una vez. Yo les dije que me quería ir en ese momento, pero me dijeron que en todo caso, iban a mantenerme en observación un par de horas, y luego resolverían.

Estuve dormitando en la camilla un tiempo, y cuando mi temperatura corporal bajó, me pusieron una manta encima, para que estuviera confortable y varias horas después, me comunicaron que habían resuelto dejarme ir, con el compromiso expreso de volver el día 1 por la tarde y mantener mientras tanto un reposo absoluto, sin caminatas ni otras “libertades”... Yo les pregunté por el tiempo que consideraban que durarían las pruebas que querían hacerme y me contestaron que eso dependía del resultado de cada prueba que iría necesitando otra, y así sucesivamente. Que normalmente es alrededor de una semana, pero que podía ser menos, aunque algunas personas han necesitado un mes o mas. En todo caso, que considerara que eran unas vacaciones. Que me trajera libros para leer y lo pasara bien. Afortunadamente, no es mi afición bailar en estas fechas, como supongo estarán haciendo todos mis amigos, en sus casas o en las infinitas fiestas organizadas que se acostumbran...

Hacia las 5:30 de la madrugada, me sentaron en una silla de ruedas y me llevaron a la puerta, después de entregarme una serie de documentos para mi posterior ingreso y el tratamiento que debo seguir en el par de días escasos que me quedan de “libertad”. Me subieron a una ambulancia y me trajeron a mi casa...

Lo único que se me ocurre pensar es, que afortunadamente estoy en España, pues si esto me hubiera ocurrido en otro país, incluyendo USA, la cuenta de las pruebas que me hicieron ayer, o la de las que me harán a partir del día 2, sería como para morirse directamente... En cambio aquí, no tuve que sufrir ninguna inquietud ayer, ni me preocupa la salida futura del hospital, porque sé que no me van a pasar ninguna cuenta, ya que la suma total a mi cargo, sería igual a 0 Euros...

 

 

 

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