domingo, 4 de enero de 2009

Ruidosa España

Ruidosa España

En mi reporte de cómo me escapé del hospital, a pesar de que pueda resultar algo largo, para cubrir sólo una noche y medio día, (Yo comenté que, había que tener en cuenta que eran las aventuras de Sandokán, el Tigre de la Malasia), faltó todavía un par de detalles que son importantes para considerar…

Lo primero que llama la atención a los viajeros forasteros que llegan a España, es el alto tono de las conversaciones normales: Entrar en un bar español, es impactante para cualquiera, porque las personas, que suelen estar a centímetros unos de otros, hablan en un tono que, equivaldría a intentar comunicarse con alguien de acera a acera de una calle, y como este habla alto a aquel, al final, para entenderse con el que está al lado, hay que levantar también la voz, o quedarse callado, por no hablar de los que se están contando chistes más o menos escabrosos con las risotadas correspondientes, o los que jalean jugadas del partido de fútbol que se ve en la televisión, y la verdad es que, yo no puedo presumir de ser una excepción, pues habiendo crecido a la sombra de mi padre y en la empresa en que él trabajaba, entre hombres rudos y en un local enorme, entre camiones, tractores y talleres, el hablar a gritos era la forma normal de entenderse, por lo que siempre se me ha criticado tener un tono de voz, alto y "chillón", o como decía una de mis secretarias en la universidad, tener una voz "meioodiosa"…

No obstante, el haber vivido tantos años fuera de España, hace que ahora me resulte extraña esa forma de comunicarse que, más bien parece que se quisiera establecer una barrera para no oír al interlocutor…

Pero, si esto es "normal" o tolerable, en un bar, resulta absolutamente incongruente en un hospital… En la sala de espera de urgencias del hospital de La Princesa, y supongo que en cualquiera otro de España, hay profusión de carteles con la advertencia de guardar silencio y apagar los teléfonos móviles, pero como somos españoles y nuestro deporte preferido es llevar la contraria hasta al "lucero del alba", porque: "Usted no sabe con quién está hablando", todo el mundo habla alto y algunos muy alto, hasta el extremo de que cuando llaman a alguien por megafonía, es difícil entender la llamada…

En mi caso y día concretos, había cerca de nosotros tres chicas jóvenes, dos de ellas con vestimenta, corte de pelo y maneras hombrunas que, más bien parecían lo que en España suele llamarse "marimachos", y otra un poco más femenina, que supuestamente eran un grupo de lesbianas, pero aparentemente, con el único propósito de llamar la atención de los presentes, haciendo gestos exagerados y movimientos bruscos o bromas, levantándose y sentándose de nuevo en diferentes asientos, mostrándose una a las otras, imágenes o números de su agenda en su móvil, aparentemente interesantísimos y todo ello acompañado de gestos ampulosos y grandes risotadas que, podrían parecer absolutamente normales e intranscendentes en un parque, pero, totalmente fuera de tono en un hospital…

En cuanto a los móviles, no sólo se habla por ellos profusamente, sino que se avisa a todo el mundo que uno está en urgencias, con lo que se corre la voz entre familiares y amigos, y cómo no, se llaman profusamente los unos a los otros y, por supuesto al "paciente", para saber cómo está. Y lo más curioso es, que el que no tiene parientes o amigos a quien llamar o que le llamen, saca su teléfono móvil y se entretiene con los varios juegos que suelen traer, para demostrar ostensiblemente que "yo no lo apago, porque no me da la gana"…

Las conversaciones en voz alta, son algo sui géneris en la sala de espera, pero lo curioso es, que se continúan en los pasillos de las habitaciones, y, algo absolutamente inconcebible, entre enfermeras y entre médicos y enfermeras, saludándose, despidiéndose y deseándose feliz año, (en mi caso y fechas particulares), en tono tan alto, que pueden oírlo los pacientes, a varias habitaciones de distancia, y esto, es hasta cierto punto disculpable entre los visitantes de los enfermos, cuando se encuentran a visitar al amigo común, en el curso del día, pero absolutamente demencial, entre profesionales de la medicina y de noche, que es el caso que me tocó vivir a mi, en la única noche que pasé en el hospital.

El hecho de que en la misma habitación haya dos pacientes, puede ser motivo de molestias, por el trasiego de visitas extrañas a uno y las conversaciones ajenas, sostenidas entre ellos, o la televisión del compañero de cuarto, que no tenga la precaución de oírla con auriculares, que el hospital tiene previsto, pero que nunca he visto usar a nadie, pero el hecho de que la habitación sea compartida, también tiene otras ventajas o virtudes que, trataré en otro momento, puesto que no es el tema de hoy, pero que a mi, me parece positivo. En todo caso, para una persona de sueño ligero o con cierta tendencia al insomnio, aunque este no es mi caso, debe ser muy molesto que le toque un compañero que ronca estrepitosamente, o que se queja permanentemente de sus dolores, e incluso, como me tocó a mi, que alguien se pase la noche gritando su dolor, hasta muchos metros de distancia, pero todo esto es explicable… No así, entre las personas que debieran ser, por su profesión, mucho más cuidadosas con su ruidoso comportamiento.

El otro tema que se me pasó mencionar en mi relato anterior es, que durante la mañana del día en que estaba hospitalizado, en algún momento en que yo estaba plácidamente leyendo tumbado en la cama, llego una joven y bella enfermera que, con toda naturalidad, me dijo que tenía que ponerme una inyección en la tripa, y yo, inmediatamente me cubrí esa parte con el libro que estaba leyendo, a modo del escudo de los caballeros antiguos, con gran extrañeza de la pobre chica que, seguramente no se había encontrado antes con alguien tan "borde", pero pasados unos segundos en que disfruté de mi maldad, la dejé hacer… me desabrochó el pijama y me puso la inyección tan eficientemente, con esas agujas diminutas que se usan ahora, que ni me enteré…

Estoy llegando a la conclusión de que, todo este personal sanitario que estoy conociendo últimamente, sumado a la enfermera que siempre me atiende en el ambulatorio que me corresponde y que me prodiga sus cuidados, y sus regaños, desde hace ya varios años, parece que están consiguiendo que pierda ese miedo, o repulsa a los hospitales, agujas y demás parafernalia que, parece que constituyera o ha constituido una verdadera fobia en mi vida, desde mi casi mortal enfermedad de mi ya lejanísima niñez…

Por cierto que, en esa mi muy lejana niñez, el poner una inyección a alguien, iba acompañado de toda una serie de manipulaciones, entre engorrosas y medio mágicas, donde el "oficiante", sacaba una enorme jeringuilla de un estuche metálico con forma que, en cierto modo recordaba un ataúd, ponía la jeringuilla con agua dentro del estuche y la ponía a hervir con un pequeño mechero de alcohol. Luego, sacaba de alguna cajita una ampolla con gollete y una especie de diminuta sierra metálica con la que le daba unos cortes al gollete y con un pequeño movimiento en los dedos, rompía la ampolla y luego procedía a ponerle una, que hoy me parece enorme aguja, a la jeringuilla y con todo esto absorber el líquido de la ampolla y luego con la jeringuilla hacia arriba empujar el émbolo hasta que saliera todo el aire y algunas gotas de la jeringuilla. A continuación frotaba con un algodón con alcohol la zona en que iba a inyectar y procedía a clavar la aguja en la víctima, con mayor o menor suerte o habilidad, pero sin que, generalmente, pudiera evitar un gesto de dolor o incluso un grito del pobre paciente, por no hablar de las consecuencias del efecto de la inyección en el cuerpo que, muchas veces producía un dolor y una hinchazón que podía durar horas o días.

Por el contrario hoy, las inyecciones suelen venir ya dentro de una jeringuilla diminuta, con unas agujas finísimas y todo ello ya preparado dentro de un envoltorio estéril que, se abre, se pone la inyección, sin que el paciente sienta nada, y se desecha todo a la basura… ¿Es esto mejor o peor para la Humanidad en su conjunto?. O estaremos usando materiales carísimos en los países en que podemos permitírnoslo, haciendo un verdadero derroche, algunos, mientras otros no tienen ni las antiguas ampollas para ponérselas con el sistema anterior…

Es, una de tantas preguntas que debiéramos plantearnos, y cuya respuesta o respuestas, no son tan fáciles de encontrar, como parece a primera vista…

 

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