De Torberg a Ridruejo
HERMANN TERSTCH - ABC.es - Opinión (martes 24 de febrero de 2009)
EL ministro de los correajes cerebrales, el gran depredador o, si prefieren, el hombre que quiso matar al padre de la camisa azul abriendo cabezas ajenas a diestro, a diestro y a diestro, se dejó ovacionar por su grupo parlamentario la pasada sem
Pero ya no se trata del ex ministro y sus actitudes de zafio nuevo rico en épocas del Zar. Tolstoi y Dostoievski los describen peores. Lo malo no es que se dejara aplaudir el señor Bermejo por toda la bancada socialista. Lo grave es que todo el grupo parlamentario socialista aplaudiera al «torero, torero» en el Congreso de los Diputados después de su enésima y penúltima zafiedad pública. Lo terrible es que socialistas honrados y cabales, todos hoy postrados bajo la bota del Gran Timonel, se consideraran obligados la pasada sem
Y no pienso sólo en la pobre Magdalena Álvarez, que una vez más demuestra su sofisticación y cultura al irse nada menos que a Siberia a buscar efectividad, saber hacer y raciocinio en materia de seguridad de vuelo. No se ha ido a Helsinki, a Estocolmo o a Viena, a Varsovia o a Praga para inspeccionar técnicas de seguridad. Se ha ido a aeropuertos rusos, en los que algunos accidentes ni siquiera llegan a conocimiento público. Ha ido a pedir asistencia e información a los funcionarios más corruptos del mundo -si se excluye a alguno chino o africano-, a los técnicos más desarmados, precisamente por la corrupción y el miedo, a la administración más ducha en el oscurantismo y la mentira. Algunos nos tememos que ha ido realmente a aprender algo de una vez. Pero será, en todo caso, lo equivocado. Pienso también en la vicepresidenta, que parece salir triunfadora de esta cuita que se cree liquidada con la desaparición de escena del montaraz y lenguaraz Bermejo. También ella se sorprendería de los aplausos que, en sus propias filas, tan sumisas y obsequiosas, cosecharía o cosechará su propia decapitación. Dicen que el ministro nuevo es un chico de los suyos. Dicen que es amable y conciliador. De ser cierto esto, hay un perfil equivocado, el propio o el del antecesor. Pero da igual. Una vez que todos se han perdido el respeto a sí mismos, los perfiles se difuminan.
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