lunes, 2 de febrero de 2009

Rafa Nadal y la crisis

Alguien ha dicho que, Rafa Nadal es un orgullo para todos los españoles, pero no parece español.

En España, se usa ahora lo "políticamente correcto", que significa no destacar, porque los inferiores pueden sentirse molestos, no hacer esfuerzos, porque lo correcto es tener amigos poderosos que le ayuden a uno a conseguir lo que quiere, aunque sea a cambio de dinero, en fin, ser tosco, grosero y cruel con el vencido, y toda una serie de características que, para Rafa Nadal, es como si fuéramos marcianos, porque él, no se parece nada a eso...

Os adjunto el artículo de hoy de José Maria Carrascal, sobre ese tema...

 

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Rafa Nadal y la crisis

JOSÉ MARÍA CARRASCAL - ABC.es - Opinión - Firmas - Lunes, 02-02-09

AHORA que los asesores de imagen de Ibarretxe han tenido la desvergüenza de darle el perfil de Obama -no habiendo en el mundo personas más opuestas: aldeanismo frente a universalismo, cerrazón frente a apertura-, no me extrañaría que los asesores de Zapatero le pusieran una raqueta en la mano para que se parezca a Nadal. Habiendo también entre ellos distancias siderales. Nadal representa el esfuerzo, el trabajo, el tesón, el sacrificio, el apego a la realidad y el trabajo bien hecho. O sea, lo contrario de lo que el presidente del Gobierno proclama y practica. Pido perdón al mejor de nuestros deportistas por usarle en la arena política, él, que tan exquisita distancia mantiene con todo tipo de banderías. Pero en el crítico momento que atraviesa España, me permito tomarle como ejemplo de lo que deberíamos hacer y no hacemos.

Rafael Nadal no es un deportista superdotado. Diría incluso, menos dotado que muchos de sus rivales. Más bajo, menos rápido, sin ese saque estremecedor que regala a algunos de ellos un tercio de sus puntos, él tiene que superar esas desventajas a base de sangre, sudor y alguna lágrima que no se ve. Habiendo llegado así a la cima del deporte que practica, como hubiera llegado a lo que se propusiera. Nada le ha sido regalado, todo se lo ha tenido que ganar. Y eso es lo grande en él, lo que hay que admirar y maravilla: su entrega, su ahínco, su ardor, su ánimo. Es decir, su carácter, el rasgo distintivo de cada hombre, y mujer, naturalmente.

En medio de una España donde el carácter individual se ha convertido en señas de identidad provincianas y una sociedad que premia las apariencias, el trapicheo, las mentiras institucionalizadas y la satisfacción inmediata, este chico de Manacor nos recuerda que nada hay realmente gratis en la vida, que la ganancia auténtica requiere sacrificio y que el que la sigue, la consigue. Viejas verdades, pero no por eso menos verdades. Lo que ocurre es que nos las ha hecho olvidar el buenismo prevaleciente, que debería de llamarse malismo por sus efectos, más dañinos que los de cualquier droga.

Quienes le conocen dicen que «parece mayor de la edad que tiene. Mucho más adulto». Me atrevo a decir que no es así, que Rafa es un chaval muy normal de 22 años. Lo que ocurre es que la mayoría de los adultos parecen niñatos a su lado, Y la mayoría de sus contemporáneos, colegiales.

Todos, sin embargo, celebramos su triunfo en Australia como si fuera nuestro. Ahora sólo falta que le imitemos. Pues el remedio de la crisis que padecemos, ese remedio que buscan gobierno y oposición sin lograr encontrarlo, es el que él practica a diario por esos mundos y en casa: trabajo, disciplina, responsabilidad, sacrificio, fuertes lazos familiares, no dar ninguna batalla por perdida y no esperar a que otros nos saquen las castañas del fuego. Justo lo contrario de lo que venimos haciendo. Y así nos va. En cualquier caso, gracias, Rafa.

 

 

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