martes, 9 de septiembre de 2008

¿Adónde vas, socialismo?


Os envío un artículo de José María Carrascal, publicado ayer en ABC.

Es interesante que, todavía haya ilusos en España y en muchos países de Iberoamérica, que siguen aferrados a las ideologías de hace 100 años, a pesar de haber demostrado su inoperancia en muchos países, como la URSS, China, y en América, el caso más sangrante: Cuba…

Muy esclarecedora la frase de Carrascal: "la izquierda no crea riqueza. En el mejor de los casos, la reparte. En el peor, la derrocha"…

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¿Adónde vas, socialismo?

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC, Opinión, lunes 8 de septiembre de 2008

LA renovación de la cúpula del socialismo madrileño, en busca de una victoria que viene escapándosele desde hace mucho tiempo, es una buena oportunidad para inquirir sobre el estado de la izquierda española y europea.

Que no anda bien lo demuestran las derrotas que viene sufriendo en todos los países menos el nuestro -seguimos siendo diferentes- y la confusión ideológica en que ha caído tras el desplome del «socialismo real» o comunismo, que la ha dejado sin retaguardia. Por si ello fuera poco, los enormes cambios sociales ocurridos -primero, la conversión de la clase trabajadora en media; luego, la globalización y la inmigración que amenazan a los recién ascendidos- está dejando a la izquierda europea sin su granero tradicional de votos, los trabajadores, cada vez más conservadores.

Pero su principal problema es genético: la izquierda no crea riqueza. En el mejor de los casos, la reparte. En el peor, la derrocha. Esto sirve en tiempos de bonanza, con las arcas llenas gracias a la gestión de un partido conservador -la CDU en Alemania, el Tory en el Reino Unido, el PP en España-, pero no en los de crisis, con las arcas vacías. ¿Qué hace entonces la izquierda? Pues buscarse aliados donde los haya, los verdes, los ex comunistas, los nacionalistas, para poder gobernar. Es como el PSOE gobierna en distintas comunidades, pero no en Madrid, donde no hay nacionalistas.

Lo malo, sin embargo, es que para lograr ese poder necesita vender su alma. Pues sus aliados no buscan el bien general, buscan el suyo particular en detrimento del colectivo. Es como el socialismo español está perdiendo sus rasgos más preciosos: la igualdad, la solidaridad. «Ya no somos ni socialdemócratas», decía hace poco Rubert de Ventós.

¿Qué son entonces? Pues una simple máquina para alcanzar el poder y conservarlo a cualquier precio. Así se ha venido manteniendo el socialismo de Zapatero. Pero hoy, sin dinero para repartir, sin capacidad para crearlo y sin nuevos partidos políticos como socios de gobierno, no le queda otro remedio que buscarse aliados hasta debajo de las piedras. Los encuentra en los grupos más desesperados de la sociedad: los familiares de las víctimas del franquismo, las mujeres que desean abortar, los enfermos terminales que quieren morir. Gentes en situaciones límite, conflictivas, dramáticas muchas veces, pero también muy específicas, que no representan la demanda de la generalidad de la ciudadanía. Y, menos aún, que nada tienen que ver con la crisis económica. Mientras en los países serios ésta se afronta con medidas probadas -recorte del gasto, reparto de cargas, unificación de esfuerzos-, el socialismo de Zapatero atiende las más excepcionales demandas particulares, en una ingeniería social que crea confrontación e ignora por completo la economía. En otras palabras: en vez de puestos de trabajo y desarrollo, nos da huesos, fetos y suicidas asistidos. Muerte en vez de vida. Triste destino de un partido que presumía representar el futuro y el progreso.

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