lunes, 11 de mayo de 2009

Piratas sanos, salvos y libres

 

Tres artículos aparecidos ayer en la prensa de Madrid, sobre el último ridículo de nuestro "gobierno" que, una vez más, ha puesto a esta pobre España en el ridículo internacional...

Hay catorce procesos de jueces españoles, queriendo juzgar a cuanto bicho viviente hay por el mundo, como a tres ministros chinos, a USA por Guantánamo y una ristra de ridiculeces por el estilo, pero cuando captura a catorce piratas armados, después de un sinfin de contradicciones, se decreta su puesta en libertad... Y Pérez Reverte, como si fuera adivino, o más bien conocedor de nuestros políticos y jueces, lo predijo con dos semanas de antelación...

 

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Apatrullando el índico

 

Por: Arturo Pérez-Reverte

 

 

Mucho ojo, piratas malvados, que con España no se juega.

Ahora os vais a enterar

 

Imperativos de las artes gráficas obligan a escribir esta página un par de semanas antes de la fecha en que se publica. Lo aclaro porque es posible —poco probable, pero posible— que, cuando lean estas líneas, la fragata española destacada en el índico haya destruido a cañonazos a toda una flotilla de piratas somalíes, o que nuestros comandos de la Armada, tras recibir vigorosa luz verde del implacable Ministerio de Defensa español, hayan liberado heroicamente a varios rehenes españoles o extranjeros, liándose a tiros, bang, bang, bang, y dándoles a los malan­drines las suyas y las del pulpo sin pagar rescate ni pagar nada. Que no creo, la verdad. Aquí eso del bang bang se mira mucho, no vayamos a darle a alguien, que encima es negro y desnutrido, aunque lleve Kalashnikov, y a ver qué dicen luego la prensa, las oenegés y las estrellas del cine español. Pero nunca se sabe.

Hoy quiero hablar de una foto. En ella aparece la titular de Defensa, señora Chacón, con varios portavoces par­lamentarios —el señor Anasagasti, la señora Rosa Diez y algún otro padre y madre de la patria— a los que invitó al océano índico para retratarse a bordo de la fragata Numancia; que como saben forma parte del dispositivo internacional que allí protege, o lo intenta, el tráfi­co mercante. En la foto, los portavoces varones y hembras sonríen felices, cual si acabaran de cantarle a la marinería lo de «Soldados sin bandera/soldados del amor», satisfechos por llevar al cuerno de África un mensaje de compromiso y firmeza. Mucho ojito, piratas malvados, que con España no se juega. Aquí esta­mos todos, unidos como una pina cola­da, para dar aliento a nuestros tiradores de élite. Cuidadín. Etcétera. Estoy seguro de que, después de verlo en el telediario, las familias de los tripulantes de atuneros, petroleros, portacontenedores y otros barcos españoles duermen tran­quilas. Relajadísimas. Nuestra Armada está ojo avizor, y nuestros políticos la apoyan. El protocolo operativo contem­pla el uso de la fuerza, siempre y cuando no peligre la vida de secuestrados ni de secuestradores. O algo así. A ver qué pirata le echa huevos y se atreve ahora.

Debo confesar algo inconfesable. Y, por tanto, lo confieso. Habría dado mi colección completa de primeras ediciones en gabacho de Corto Maltes —blanco y negro, editorial Casterman— porque, en el momento mismo de la foto, una docena de piratas somalíes hubiesen decidido sumarse por su cuenta al homenaje. Me tiembla el dedo de placer, dándole a la tecla, al imaginar a una docena de Isas y Mojamés abordando la Numancia con su cayuco mientras todo el mundo estaba pendiente del fotógrafo. Hola, buenas. Aquí mi cuñado, aquí mi primo. El del lanzagranadas es mi suegro. De momen­to nos van a pagar ustedes veinte kilos en billetes nuevos. Si no es molestia. Y díganle a la rubia de las gafas y los piños que deje de hablar por el móvil pidiendo auxilio y se siente, coño.

Y luego el operativo. Gabinete de crisis en Moncloa. Café y expertos. Ese pre­sidente Zapatero telefoneando a Obama para preguntarle qué haría él en un caso similar, y el otro respondiendo que ya lo hizo: no pagar un duro y cargarse a los malos. Eso es totalitario, responde Zapa­tero. Indigno de un presidente afroamericano de color. Entre Sarkozy y tú me vais a desmontar el chiringuito con vuestros putos pistoleros. Nosotros tenemos Alianza de Civilizaciones, chaval. Somos líderes en eso. Además, te informo de que la violencia sólo engendra violencia. La piratería está tocando fondo, dentro de un par de meses empezará a disminuir, y mi gobierno ya toma medidas para que cuan­do desaparezca del todo, que será pronto, África y sus habitantes encuentren a España preparada para convertir aquello en Hollywood. Que no te enteras, tío.

Y después, tatatachán, el desenlace. Al alba y con viento de levante, tras arduas y enérgicas negociaciones a través de la embajada de Cataluña en Mogadiscio, el ministro Moratinos anuncia otro éxito diplomático y humanitario sin preceden­tes: «Hemos pagado enérgicamente —dice sin despeinarse- el rescate en un tiempo récord, cosa nada fácil con las transfe­rencias, los horarios de bancos y demás. En cuanto a lo que de verdad preocupa a los españoles, la salud de los piratas, diré que todos se encuentran bien; excepto uno que, al abalanzarse a robarle el reloj al señor Anasagasti, resbaló y se hizo pupita en un dedo. La ministra de Defensa ha fletado un avión para trasladarlo a un hospital de Madrid —ella misma le sostie­ne el gota a gota de plasma—, y confiamos en su recuperación. Son daños colaterales inevitables en estas operaciones de preci­sión y alto riesgo. Por otra parte, el cabo primero de infantería de marina Manolo Gómez Cascajo, que en un momento dado sugirió coger los Cetmes y achicharrar por el morro a los piratas, ha sido seriamente amonestado por Defensa, y su próximo destino será censar focas en Chafarinas. Por querer matar negros y por fascista».

 

www.xlsemanal.com/perezreverte XLSEMANAL   10 DE MAYO DE 2009

 


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Piratas sanos, salvos y libres

ABC.es - Opinión (domingo 10 de mayo de 2009)

 

ES incomprensible que la captura de siete piratas somalíes por un buque de la Armada Española, en vez de desarrollarse como un ejemplo de buen hacer de nuestras tropas y de las administraciones públicas de nuestro país, se haya convertido en un conflicto entre poderes del Estado y no en un problema para esta banda de delincuentes. La sucesión de hechos parece un sainete. Primero, el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, a instancias de la Fiscalía, ordena el ingreso en prisión provisional de los piratas y su traslado a España para ser juzgados por un delito de piratería, que está comprendido entre los que pueden juzgar los tribunales españoles aunque se cometan fuera de su jurisdicción. Poco después, el fiscal rectifica su criterio y, apelando a un reciente canje de notas entre la Unión Europea -responsable del despliegue militar en la zona- y Kenia, pide al juez Andreu que ordene la entrega de los piratas a este país africano. El tercer episodio ha sido un auto del juez Andreu que pone a los piratas en libertad y hace caso omiso a la petición del fiscal, porque alega que un canje de notas no es una norma jurídica aplicable a sospechosos detenidos bajo jurisdicción española.

Este despliegue militar en el Índico está comprometiendo a decenas de países. Estados Unidos resolvió expeditivamente el secuestro de un buque americano. Francia no negocia y asalta los buques de su bandera en manos de piratas y persigue a éstos incluso en tierra. Es fácil imaginar qué pensarán estos y otros países acerca la actuación española por la liberación de siete piratas. En cualquier caso, lo que este bochornoso espectáculo acredita es la improvisación y la descoordinación con que se planificó la iniciativa contra la piratería. Parece que nadie en el Gobierno -ministerios de Presidencia, Defensa, Justicia y Asuntos Exteriores- se preguntó qué habría que hacer con los piratas que fueran detenidos y nadie se preocupó de estudiar y avisar de la relevancia jurídica de un canje de notas que está publicado por el Diario Oficial de la Unión Europea desde 23 de marzo de este año.

La torpeza política se ha traducido en chapuza judicial. Un canje de notas entre la UE y Kenia no es una norma vinculante para los tribunales españoles, y menos aún sustituye un procedimiento reglado y garantista de extradición a un tercer país. Los piratas estaban sometidos a una autoridad militar española por un delito perseguible por la Audiencia Nacional. La decisión política de la UE de entregar los piratas a Kenia no es suficiente para crear una inmunidad frente a la Justicia española. Por otro lado, es inevitable reflexionar sobre el contrasentido de que la Audiencia Nacional esté abriendo sumarios de justicia universal contra responsables que nunca se sentarán en el banquillo, y para una vez que los posible autores del delito no sólo están localizados sino detenidos por un buque de la Armada, al final quedan en libertad. Pocas dudas caben de que la opción más realista para combatir la piratería sea la disuasión, el uso de la fuerza y, cuando sea posible, la detención de los piratas y su entrega al país que, por su nacionalidad, corresponda juzgarlos. Mientras el Gobierno pone orden legal y diplomático en esta chapuza, parece razonable que el Congreso de los Diputados reciba una explicación política por este despropósito.

 

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Un escándalo de derroche

IGNACIO CAMACHO - ABC.es - Opinión (domingo 10 de mayo de 2009)

 

UN serio escándalo de despilfarro de fondos públicos para usos particulares amenaza la carrera política del primer ministro y la mitad de su equipo de colaboradores y parlamentarios de confianza. En un país azotado por la crisis, las prebendas disfrutadas por la clase dirigente han indignado a la opinión pública y colocado al Gobierno contra las cuerdas. Pese a tratarse de gastos legales, la publicación en la prensa de las dietas y asignaciones para fines domésticos de buena parte de la nomenclatura ha achicharrado la ya muy abrasada popularidad del gabinete, cuyos miembros se han visto obligados a pedir disculpas y reconocer en medio del bochorno general que el sistema ha dado lugar a abusos inadmisibles.

Por el detalle de las disculpas habrán adivinado los lectores que no se trata de un asunto español, sino de Gran Bretaña, una nación donde aún existe un cierto respeto por las reglas no escritas de ética democrática. Sucede, sin embargo, que las cantidades reprochadas a Gordon Brown y sus adláteres apenas son de unos miles de euros, invertidos mediante ciertos trucos de cobertura legal en la decoración y mantenimiento de sus residencias. Es posible que la totalidad de esos gastos no alcance siquiera a los que algunos de nuestros dirigentes autonómicos derrochan en tunear sus automóviles y sus despachos. En España los ministros remodelan a su antojo viviendas oficiales y sedes administrativas, mientras el presidente del Gobierno contrata asesores sin tasa y manda instalar sanitarios de alta tecnología en los lavabos. Las cifras que han causado alboroto nacional en el Reino Unido las consume aquí en protocolo cualquier concejal de una ciudad mediana. Y no es que a nadie se le ocurra ni por asomo excusarse; es que tampoco, en la mayoría de los casos, siente atisbo alguno de presión ciudadana que reclame una explicación y un cambio de conducta. Ni el Gobierno de la nación ni los de la mayoría de las comunidades autónomas han sentido siquiera el impulso retórico de reducir su organigrama como gesto simbólico de austeridad para con unos administrados asfixiados por las dificultades laborales y financieras.

Si después de este sonrojante episodio el premier británico tuviese la ocurrencia de proponer una subida de impuestos para hacer frente al incremento del gasto público forzado por la recesión, se armaría tal revuelo que sus escasas expectativas quedarían pulverizadas en el acto. Es posible que esta semana próxima, en España, el presidente Zapatero anuncie en las Cortes un grupo de medidas de mayor presión fiscal. Saque el lector las conclusiones que estime pertinentes, pero la concesión de la nacionalidad británica está sometida a estrictas reglas y controles inaccesibles para la mayoría de nosotros.

 

 

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