Hace algunas sem
Si hubiera ocurrido en la desmadrada España actual, supongo que, después de un largo y prolijo juicio de varios años, habría acabado con alguna condena a una institución correccional, por haber causado unas lesiones "desproporcionadas" con la agresión.
Ya que mis agresores, lo único que hicieron los pobrecitos, fue arrojarme piedrecitas durante varios días, supongo que un juez español moderno, habría pedido que la policía determinara cuantas piedras me arrojaron, y del total de las arrojadas, cuantas dieron en el blanco, por lo que me habría reconvenido muy seriamente que, yo tenía derecho a haberles arrojado a ellos, la misma cantidad exacta de piedras y del mismo tamaño exacto, pesadas en la correspondiente balanza y, ¡OJO!, haber acerttado exactamente la misma cantidad de veces, sin sobrepasarse ¿Eh?, que lo contrario es abuso de fuerza y desproporción en la repelión del ataque. Además, habría dicho que, como entre la primera agresión y mi respuesta, habían pasado varios días, había en ello premeditación y por tanto alevosía, contra los pobres e inocentes niños, (calificados así, cuidadosamente por su edad), mientras que la mía, a pesar de ser aproximadamente igual o menor, podría calificarse como de un mozalbete peligroso y abusón, ya que no hay derecho a meterse, un tipejo como yo, contra tres inofensivas criaturitas...
Defenderse de algo, es comprensible, pero PROPORCIONADAMENTE. ¡ojo!.
Adjunto el magnífico artículo de Arturo Pérez-Reverte, publicado en XL Sem
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Piénselo dos (o tres) veces
MAGAZINE Firmas Por Arturo Pérez-Reverte
Defender a una mujer en la calle es asumir la posibilidad de una pelea y una condena judicial. Si no, lo mejor es no meterse
Permítame un consejo, caballero. Si se tropieza con un fulano que le está dando una felpa a su legítima, o sucedáneo, piénselo dos veces, incluso tres, antes de meterse en jardines. Estoy de acuerdo en que esas cosas no deben tolerarse. Admito, además, que no permiten reflexión previa, pues actúa el piloto automático. Todo depende de la casta y virtud de cada cual En principio, ante tales situaciones se es un mierdecilla o un tío decente. Ésa es la teoría ética. Pero estamos en España. Si defiende a señoras maltratadas, sepa a qué se expone. Una juez de Vigo nos lo recordó hace unas sem
Lo instructivo no es que el juicio se haya celebrado tres años después, ni que la defendida —como es frecuente— defendiera al que le zumbaba, en plan soy de mi Paco y puede darme hasta con la hebilla, si quiere. La lección cívica del asunto reside en que la juez, aun admitiendo que la defensa fue oportuna y que el primer leñazo lo sacudió el maltratador, empitonó al defensor de doncellas pese a que la sentencia reconocía que su reacción inicial «fue legítima», que el otro le dio el cabezazo «con ánimo de menoscabar su integridad física» y que el joven largó la patada «para repeler la agresión y evitar que continuase». Pese a lo cual, la juez estimó que la patada en el careto fue, sin embargo, «un exceso defensivo que no puede estar ya justificado por una notoria desproporción en el mismo». Dicho en cristiano, que el joven tenía que haberse defendido, pero menos. Con la puntita nada más. Dando unas pocas bofetadas con la mano abierta, o con unos calculados puñetacitos en el hombro. Una pelea civilizada, vamos. Políticamente correcta. De esa manera, el otro, acojo-nado, habría dejado de darle cabezazos. Seguro.
Me va a perdonar la juez de Vigo. De tribunales sabrá mucho, pero de peleas no tiene ni puta idea. Tampoco es que yo sea un experto. Me apresuro a matizarlo, por si acaso. Siempre fui —lo juro por el cetro de Ottokar— un cruce de osito Mimosín, Bambi y conejillo Tambor. Más o menos. Pero cualquiera que haya visto atizarse de verdad a dos tíos —la calle no es el cine— sabe que cada cual se las arregla como puede, y una vez metido en faena no anda calculando con qué da y dónde lo hace. La defensa con manos desnudas sólo es excesiva o desproporcionada si te ensañas cuando ya tienes al otro en el suelo. Mientras, se pelea para tumbarlo, con la sangre caliente y con la pericia y el coraje disponibles, procurando dejar fuera de combate a un adversario que, mientras colee, se revolverá contra ti. Y ese es lo que hay que evitar: que colee. Hasta ahí es razonable. Cuando se esparrama de tú a tú, con dos jambos dándose estiba, la desproporción viene si uno de ellos echa mano de herramientas que desequilibran la cosa, como un objeto contundente o una navaja empalmada. E incluso en tales casos lo desproporcionado es relativo. No es igual vérselas con uno de tu misma edad y calibre, que ser un tirilla de sesenta kilos delante de un animal de dos metros de largo por uno de ancho, o tener que zafarse de cuatro o cinco que te están breando o te van a brear. Ahí, a veces hay que echar mano a algo: una silla, una botella. En cualquier caso, y con permiso de la juez de Vigo, del Código Civil y del Código Da Vinci, lo aconsejable siempre es madrugar. Ser rápido, brutal y eficaz en la medida de las posibilidades que ofrezca tu forma física y tu propio cuerpo. Tu edad y tu destreza. Quien pelea lo hace para g
www.xlsemanal.com/perezreverte - XLSEMANAL 24 DE MAYO DE 2009
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