viernes, 8 de mayo de 2009

Mi primera detención policial

MI PRIMERA DETENCIÓN POLICIAL

Esta historieta, totalmente verídica y autobiográfica, me volvió a la memoria a raíz de los ataques del ejército israelí a Gaza, después de que los habitantes palestinos de esa región eligieran por votación a una organización terrorista para que dirigiera sus destinos y ésta, se dedicara a enviar cohetes explosivos a Israel un día si y otro también, y que la prensa internacional organizara un gran alboroto diciendo que la reacción de Israel era "desproporcionada"…

Se me ocurrió un símil, que puede ocurrirle a cualquiera que esté tomando el sol tranquilamente en una playa y un grupo de gamberros se dediquen a jugar al balón en la misma playa, sin preocuparse ni poco ni mucho de los otros ocupantes de la misma. Supongamos que a ese bañista que se está tostando al sol, le da el balón en la cabeza y se levanta sorprendido y reconviene a los jugadores para que tengan más cuidado, pero estos, lo toman a cachondeo y hacen que el balón vaya una y otra vez en la misma dirección, para que "coincidencialmente" caiga en la cara del sesteante. Si cuando éste, después de haberles rogado varias veces que le dejen en paz, se levanta y le pega una patada en los cojones a uno de los jugadores, ¿Ha sido "desproporcionada" su reacción?.

Esa sería más o menos mi historia, cuando fui detenido por la policía por primera vez, por homicidio frustrado, a la edad de siete años… Pero quizá, otra habría sido la historia, si hubieran sido otros mis ancestros, por lo que puede que esto merezca que antes se expliquen algunos

 

ANTECEDENTES

MI ABUELO MATERNO era panadero, anarquista, sindicalista y revolucionario, como era lo normal en cualquier obrero de finales del siglo XIX y principios del XX. Siempre estaba en cualquier huelga o asonada contra el gobierno monárquico e incapaz de aquella época de España y detenido muchas veces, junto con otros revoltosos, que generalmente, eran concentrados en un estadio de fútbol o plaza de toros, hasta que pasaba la revuelta.

Había construido una casa, con sus propias manos, con la ayuda de un maestro de obras y algunos amigos, como era costumbre en aquellos tiempos, en la Ventilla, a extramuros del norte de Madrid, y esta casa, tendría luego mucho que ver con mi infancia y adolescencia.

En alguna de las ocasiones en que estaba detenido, en un ambiente de gran desorden de España, había puesto el ejército unas barricadas o trincheras en la glorieta de Cuatro Caminos, con soldados atrincherados e incluso con ametralladoras emplazadas, para contener a los revoltosos del norte, hacia el centro de Madrid y dos hermanas de mi abuelo, quisieron ir a ver a su hermano que, junto con muchos otros revoltosos estaba en algún lugar de concentración, así que bajaron por la calle de Bravo Murillo hacia el centro y se encontraron con la barrera militar, hacia la que caminaron resueltamente. Los pobres soldados apostados allí, les gritaban que se detuvieran, sin atreverse a dispararles ni mucho menos, ante dos mujeres solas que parecían sordas y tercas como mulas. A pesar de los gritos de advertencia, las dos hermanas, llegaron hasta los sacos terreros de la barricada y los soldados se levantaron de su posición de tiro para intentar contenerlas a mano, pero las dos mujeres se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo con los soldados, usando sus uñas y puños como fieras, con lo que los pobres y sorprendidos soldados quedaron arañados, sangrantes y con los uniformes desgarrados y sin botones, hasta que pudieron reducirlas y, como es natural, detenerlas y llevarlas al lugar de concentración… Donde pudieron ver a su hermano, tal como ellas querían desde el principio…

MI MADRE, MARÍA, hija de este abuelo, se crió en la Ventilla, que en aquellos tiempos era un barrio anárquico, sin calles trazadas ni ningún tipo de urbanización, ni pavimento, ni trazado urbano ni ningún otro servicio, como agua corriente que, había que ir a recoger en cubos a una fuente pública.

María, se crió como la mayoría de los chicos de barrios marginales, jugando entre ellos a policías y ladrones, subiéndose a los árboles, saltando a la comba, etc., y peleando todos contra todos. En el colegio de monjas del barrio al que asistía, antes de entrar, hacía un montoncito de piedras frente a la puerta, para tenerlas listas y dirimir las controversias que se hubieran producido en clase o en el recreo, con las compañeras, a pedrada limpia.

Algún día, estando en clase, una monja le llamó la atención por algo, en forma que María consideró inadecuada, con lo que sin pensarlo dos veces, sacó el tintero de porcelana que todos los pupitres tenían inserto en la madera y se lo lanzó a la monja a la cara, poniéndola perdida de tinta, la cara, el hábito y la toca que llevaban en aquellos tiempos, que parecía el ala de un avión… Supongo que la expulsaron del colegio definitivamente.

En otra ocasión, llegó un vecino llevando de la mano a un niño con un  ojo morado y la nariz ensangrentada y le reclamó al abuelo Jesús, por lo que su hija le había hecho al hijo del reclamante, a lo que el padre de la agresora le espetó; - Si yo tengo un hijo, y viene a decirme que una chica le ha pegado… ¡Lo mato!, con lo que se acabó la discusión, y el padre de la víctima no tuvo más remedio que dar media vuelta e irse a consolar a su hijo agredido.

FAMILIA PATERNA

Toda mi familia paterna es oriunda de Mieres en la Cuenca Minera asturiana, pero mis referencias de los abuelos son prácticamente nulas, ya que mi abuelo paterno murió cuando su hijo Florentino (mi padre), tenía catorce años, por lo que él tuvo que ponerse a trabajar en la mina, donde le admitieron falseando la edad, para que pudiera ayudar a subsistir a la familia, compuesta de la madre, otro hermano menor que él (que luego moriría en la guerra, defendiendo Asturias de los moros de Franco), y dos hermanas.

Mi padre Florentino, (Tino para los amigos), se aficionó al fútbol y llegó a jugar en la selección nacional, en ligas menores. Se crió fuerte como exigía el duro trabajo de la mina y la agreste orografía asturiana, donde, un poco como en Esparta, los débiles no tenían mucha esperanza de vida.

Los asturianos, por tradición y por convicción, son revolucionarios, rebeldes y un tanto brutos, ya que suelen tener la dinamita casi como un artículo de juego para niños y, se vio trágicamente en el juicio del 11 de marzo, sobre los atentados de los trenes de Madrid, que hasta hoy en día, se puede encontrar dinamita tirada por ciertos parajes cercanos a las canteras o las minas.

En cierto momento, Tino resolvió que en la mina no había mucho futuro y se puso de acuerdo con un amigo para huir a Francia, como un inmigrante ilegal, que se dice ahora, ya que les habían dicho que en Irún había un puente internacional donde la gente pasaba todo el día de un lado para otro sin más trámite, así que cogieron un tren y aparecieron en Irún, acercándose al puente internacional, para estudiar el terreno, pero algún policía que les vio y con su experiencia adivinó sus intenciones, les llamó y les dijo amigablemente que ya los había visto y que desistieran de su propósito, porque iba a estar atento a cualquier otro momento en que les viera por allí. Así que, con sus planes frustrados y no queriendo volver derrotados a su pueblo, resolvieron viajar a Madrid, en busca de mejores oportunidades.

Tino, como minero, encontró trabajo en la construcción de un edificio que estaban haciendo en la Gran vía y que necesitaban hacer barrenos con una barra de hierro en la roca, para volarla y hacer los cimientos. Posteriormente, se pudo emplear como cargador en una empresa de mudanzas, "Federico del Rieu y González", a la que dedicó el resto de su vida en España y donde fue ascendiendo hasta llegar a ser su Encargado General y manejar toda la empresa.

Era viudo y con dos hijos: Sabina y Cándido, cuando conoció a María, que luego contaba que se enamoró de él, porque con sus largas patillas y sombrero de ala ancha, se parecía a Carlos Gardel… (Yo, dediqué tiempo a comparar fotos de ambos en aquella época y creo que no se parecían ni en el blanco de los ojos… pero las mujeres son así).

Con todas estas idas y venidas, estamos en el 18 de julio de 1933, día en que nací yo. Por cierto que, esa fecha debía tener algún detalle importante, porque fue el día de la Fiesta Nacional de España, durante 40 años… Aunque, me parece que no era precisamente por conmemorar mi nacimiento…

Cuando en otro 18 de julio, tres años después, un grupo de generales españoles, entre los que Franco era uno más, y no el más importante, como dicen algunos papanatas, quisieron dar un golpe de Estado que, suponían iba a durar 24 horas, pero fue la chispa que prendió la tenebrosa Guerra Civil Española, Tino, que por supuesto, era comunista militante, como correspondía a un minero que cumplía 17 años cuando se produjo la Revolución Soviética, sin previo aviso ni a su empresa ni a su familia, se fue a la sierra de Madrid, porque en la calle, encontró un camión lleno de hombres que querían ir a defender Madrid de las tropas "nacionales", pero ninguno sabía conducir el camión, así que se subió a la cabina y arrancó con todos ellos hacia la Sierra, sin más. Allí y dada su experiencia en dirección de empresas de transporte, le asignaron como jefe de un parque de transporte militar, y estuvo con diversos avatares y aventuras, durante toda la guerra, con esporádicas visitas a Madrid, donde no traía dinero ni alimentos a la casa, porque decía que él estaba luchando por la República y no por dinero. Pero todo esto, es otra historia y da para otro relato que quizá hagamos otro día…

Cuando al fin terminó la guerra y ya se vio que no había futuro en un frente lleno de traiciones, pasándose al enemigo batallones enteros y hasta luchas a tiros entre supuestos componentes del mismo ejército, Tino regresó a Madrid y se incorporó a su trabajo, donde lo recibieron con los brazos abiertos, ya que, los camiones de mudanzas habían sido requisados y convertidos en ambulancias y la empresa estaba prácticamente en ruina y había que reconstruirla. Algunos camiones se recuperaron, y yo los conocí con su cruz roja pintada debajo de la pintura que les pusieron después con los colores de la empresa.

Una vez reincorporado a su trabajo, estaba un día dirigiendo una mudanza en una calle de Madrid, cuando se paró un coche, bajaron unos individuos preguntando por él y cuando se identificó, lo subieron al coche y… otra vez desapareció para la familia, hasta que se le pudo localizar en una cárcel, donde lo llevaron de un lado para otro, de una cárcel a otra, durante año y medio.

Yo, tengo claros en mi memoria los recuerdos de haber visto a mi padre, junto con otros muchos hombres, agarrados a una malla metálica, como las de los gallineros, y estar nosotros agarrados a otra malla igual, pero separada como un metro y medio de la de él, mientras por ese pasillo intermedio caminaban hombres que se suponía funcionarios de prisiones, pero que en realidad eran asesinos que, pistola al cinto, presumían de ser del bando ganador de la guerra. Todos los presos gritando, intentando hacer oír su voz de sus familiares y éstos haciendo lo mismo en un pandemonium inenarrable.

En estas supuestas cárceles, que en realidad en su origen eran colegios o conventos, transformados en unos centros que, ante ellos, Guantánamo parece un hotel de cinco estrellas, los presos tenían que dormir en el suelo, colocados como sardinas en lata, cubriendo absolutamente todo centímetro disponible, sin ningún tipo de servicios higiénicos y si era el caso, orinando en el plato de aluminio en que al otro día comerían.

Todas las noches a determinada hora, llegaba "la saca". Un grupo de matones chulescos que, con burlas y zafias bromas, iban recitando nombres y haciendo salir a los nombrados que, al principio no sabían de qué se trataba y alguno preguntó si debía sacar su chaqueta, a lo que le respondieron: - No, a donde vas, no necesitas chaqueta… Efectivamente, estos hombres eran llevados en camiones a cualquier sitio a las afueras, generalmente los cementerios o cualquier otro lugar alejado y asesinados vilmente, después de jugar con ellos, aplicándoles a la cabeza pistolas que luego se disparaban sin bala, para que sintieran el percutor golpear, con las risotadas de los asistentes, hasta que se cansaban del juego y los iban matando de cualquier manera.

Según me contaba mi padre, los militares profesionales españoles, se reunieron y resolvieron que ellos no habían hecho una guerra de tres años, para que España se volviera una especie de banda de piratas, así que, organizaron una operación militar en regla y una noche se tomaron todas las cárceles, expulsando a los asesinos facinerosos que campaban en ellas a sus anchas. Una vez posesionados de las cárceles, empezaron a organizarlas en plan militar, y lo primero era ver quienes estaban allí y cuales eran sus expedientes y acusaciones.

Cuando revisaron los presos que quedaban con mi padre, se encontraron con que él les sobraba, ya que, efectivamente estaba allí, pero no había ningún proceso, acusación o documento que explicara su presencia, así que le llamaron y le preguntaron: - Ud. ¿Por qué está aquí?, a lo que, naturalmente él les contestó: - Yo no sé… y les contó como había sido su detención, con lo que le dijeron que se fuera a su casa, pero tenía que presentarse semanalmente en la Comisaría de Policía más cercana a su domicilio.

Antes de la guerra, mi padre había conseguido alquilar una casa amplia y luminosa en la calle Bravo Murillo 202, en un quinto piso, donde había suficientes habitaciones como para que sobrara una dedicada a biblioteca, de donde quizá conservo los momentos más felices de mi infancia, y donde cayó una bomba en todo el centro de la casa, que bajó rauda por el hueco de la escalera hasta empotrarse en el bajo, exactamente encima de donde estábamos refugiados todos, en el sótano de la carnecería de carne de caballo y yo, plácidamente dormido sobre la mesa de mármol en que descuartizaban a los equinos para su venta. La bomba quedó sin explotar… pero esto, también es otra historia…

Terminada la guerra, apareció un día un gerifalte de la Falange, diciendo que teníamos que desalojar la casa, por que la necesitaban para ellos, así que tuvimos que irnos provisionalmente a la casa que mi abuelo había construido en La Ventilla. Mi abuela materna, se había casado al enviudar, con un hombre que se dedicaba a la busca, (la recogida de basuras en Madrid), así que tenía otra casa con mucho terreno alrededor y animales; cerdos, ovejas, conejos, y un huerto.

Mientras mi padre estaba en la cárcel, mi madre tuvo que ponerse a trabajar para conseguir alimento para la familia, por lo que tenía que dejarnos solos a mi hermana pequeña y a mi, y en su simpleza mental, sólo se le ocurrió decirnos que, si armábamos algún tipo de problemas, con los otros chicos o con los vecinos, matarían a mi padre, cosa que, hasta los niños sabíamos que estaba ocurriendo todos los días. Que a la hora de comer, fuéramos a casa de la abuela, que distaba unas tres o cuatro manzanas de la nuestra.

Algún día, en el trayecto entre las dos casas, pasamos cerca de un grupo de chicos que, por causas desconocidas para mí, empezaron a decirnos cosas ofensivas e incluso a tirarnos piedrecitas. Nuestra reacción, como es natural, fue agachar la cabeza y pasar rápidamente sin hacer ningún caso a sus provocaciones. Pero esta actitud se fue repitiendo e incrementando día a día, sin que por nuestra parte hubiera ninguna reacción, lo que a los chicos les debió parecer la mar de divertido…

En estas circunstancias, una noche a las tres de la mañana, mi padre apareció en nuestra casa, con gran alboroto y animación de toda la familia y vecinos, ya que, desde que los militares le dijeron que saliera de la cárcel, hasta que llegó a la Ventilla, sin un céntimo en el bolsillo y con los transportes de aquella época, sólo le quedó la solución de echar camino a pie, durante los varios kilómetros que separaban la cárcel, de la Ventilla, en las afueras de Madrid.

Al día siguiente, mi padre se dirigió a su empresa, donde volvieron a recibirlo inmediatamente y mi madre acudió a su trabajo, para dar un tiempo a que la reemplazaran, por lo que nosotros, volvimos a nuestra rutina de ir a comer a casa de la abuela, encontrándonos con el panorama de siempre…

Pero ese día, en la mente de ese niño de siete años se formó un pequeño razonamiento: Si mi padre estaba en la cárcel y yo formaba problemas, podían matarlo… ¡Pero, ya no está en la cárcel!... ¡A por ellos!.

Los pobres chicos que tanto se divertían con ver pasar todos los días a los tontos, nunca habían llegado a pensar que pudiera cambiar su actitud de forma tan brusca y tan violenta, así que probablemente se quedaron pasmados, inmóviles, viendo venir esa tromba en que se había convertido, sin explicación aparente, el muchachito sumiso y silencioso que pasaba siempre con la cabeza gacha. Por lo que, los primeros golpes les llegaron sin saber cómo ni de dónde, pero los más ágiles o que antes reaccionaron, pusieron tierra de por medio, quizá con un solo ojo morado o una nariz rota, y el más lento de pensamiento o de piernas, quedó a merced de una verdadera fiera salvaje que, cuando empezaron a aparecer personas y consiguieron soltarlo del agresor, lo llevaron al Ayuntamiento del barrio, donde estaba la Casa de Socorro, que es como en aquella época se llamaba a las urgencias, y de una vez, al agresor a la Comisaría de Policía, donde quedó detenido, hasta producir el atestado correspondiente y que apareciera la familia, a quien se les entregó en custodia, con serias advertencias de que lo vigilaran estrechamente, hasta que se celebrara el juicio correspondiente que, en esas fechas, era una comparecencia ante el mismo Comisario de Policía, que hacía las veces de lo que en otros lugares se llama el Juez de Paz.

Mientras, los médicos que atendían a la víctima, tumbada en una camilla, sangrando por todo el cuerpo, con cortaduras superficiales producidas por las uñas, moratones por todo el cuerpo, la ropa desgarrada y hecha jirones, los ojos hinchados y la nariz sangrando, preguntaron a los testigos que cual era la causa de ese estropicio y les dijeron que era una pelea entre chicos, a lo que exclamaron: - No puede ser. Esto no puede haberlo hecho un chico pequeño. Si nos dicen que a este niño le atropelló un camión, nos parece más lógico…

 

CONCLUSIÓN

Y ahora, volvemos al principio: ¿Fue "desproporcionada" esa reacción del niño de siete años, humillado, insultado y agredido un día, y al siguiente, y al siguiente?

Dejamos a cada lector que saque las conclusiones que mejor le acomoden. Esto son simplemente hechos, y por tanto, irreversibles…

 

EPÍLOGO

Ese niño creció, estudió en magníficas escuelas como, La Escuela de Orientación Profesional Santa Cristina, o la Escuela Nacional de Artes Gráficas, que había en esos tiempos, no por Franco, sino a pesar de Franco, donde a los profesores aún no les habían matado su vocación, con "reformas educativas progresistas", pero cuando quiso ingresar en la Escuela Oficial de Periodismo, férreamente controlada por el Régimen, ya que de ahí salían los formadores de opinión, fue rechazada su solicitud, "Por ser hijo de rojo", así que, gracias a sus amistades de diversos países, alguno de sus amigos le propuso viajar a Colombia para trabajar en el periódico liberal El Correo de Medellín, por lo que inmediatamente lió sus bártulos y viajó en el magnífico trasatlántico inglés Reina del Mar hasta Cartagena de Indias… pero esto, también es otra historia…

Haremos sólo un pequeño apunte: En aquellas fechas, Colombia era un país maravilloso, luminoso, alegre y pacífico, sin terroristas que se hicieran llamar guerrilleros ni narcotráfico, con unas elecciones festivas, como para deslumbrar a cualquiera, así que, después de casarse con Maria Inés, antioqueña, administrativa de la Universidad de Antioquia, se organizó todo lo necesario para llevar a los padres del protagonista de esta historia a Colombia, donde Tino pudo darse el placer de presenciar elecciones y ver coches llevando banderas rojas de un lado para otro, sin tener que presentarse en la comisaría ni en ningún otro sitio, y poniendo la bandera de la República en el balcón, junto a la colombiana, en los días de fiesta, y donde después de unos años, falleció y fue enterrado con su bandera de la República, cubriéndole la cara.

En el gobierno "socialista" de Felipe González, se mandaron cartas, firmadas por el Presidente, a todos los españoles de la diáspora, diciendo que el Gobierno quería que todos volvieran a casa, así que, el que suscribe, que no había vuelto nunca a España y que estaba tan a gusto, pensando en que quizá volviera algún día como turista, se planteó volver definitivamente, ya que en España se había acabado el franquismo y había un gobierno "de los nuestros"…

Al llegar, se encontró un panorama que, fue descubriendo poco a poco, con una corrupción generalizada y hasta ensalzada por el Gobierno, con chanchullos millonarios con los Fondos Reservados, con el edificio de la Cruz Roja, con el papel que se compraba para el Boletín Oficial del Estado, con que el director de la Guardia Civil se había robado los fondos de los huérfanos del Cuerpo, con que el Estado secuestraba personas supuestamente de ETA y las mataba y las enterraba en cal, para luego descubrir que se habían equivocado y un largo etc. Por lo que no tuvo más remedio que pensar que semejantes individuos no eran socialistas, sino que se habían puesto esa etiqueta para engañar a incautos, así que desde ese momento se propuso no votarles y… Ahora, resulta que, con los antecedentes que hemos relatado, algunos amigos, tildan al suscrito de ser "de derechas", por el simple detalle de que no traga entero, ni comulga con ruedas de molino, se pongan las etiquetas que se pongan quienes quieran, y que sigue aplicando el principio de Ortega y Gasset: No hay que tener ideales. Hay que tener ideas…O el otro principio cristiano: "Por sus obras los conoceréis".

Como último apunte, habrá que decir que, su carrera como delincuente se frustró desde esa primera vez, ya que, por diversas circunstancias ha visitado muchas cárceles en Colombia y en España, (Con una puntuación muy superior del trato a los internos, de las cárceles colombianas sobre las españolas), pero siempre como periodista, visitante de algún amigo, o como abogado. Título que consiguió en Colombia, en una de las universidades más exclusivas y caras del país, pagándose los estudios de su bolsillo, y ya casado y con dos hijos…

Es interesante que al entrar en una cárcel como visitante, le pongan a uno un sello en el antebrazo, como veía de niño que llevaban las piezas de carne de vacuno, que descargaban para la carnecería… A uno le entra una cierta sensación de res… pero esto, también es otra historia…

continuará…

Enrique Gutiérrez y Simón

Madrid, primavera de 2009

 

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