martes, 11 de marzo de 2014

Literatura y sabores



Literatura y sabores

El escritor cuyas ideas carecen de profundidad y originalidad puede tratar de escribir en estilo sencillo y terminar por ser insípido. Sólo el pescado fresco puede ser cocido en su propio jugo; el pescado pasado debe tener la sazón de salsa de anchoas y mostaza y pimienta: cuanto más, mejor.
Un buen escritor  es como la hermana de Yang Kuefei, que podía ir a ver  al mismo Emperador  sin polvo ni colorete. Todas las demás bellezas del palacio los requerían. Ésta es la razón por la cual tan pocos escritores se atreven e escribir en lenguaje sencillo. Lin Yutang
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Interesantísimo el tema. Había oído de la relación de la poesía o la literatura con la música, pero no se me había ocurrido relacionarlas con los sabores. Y ahora que lo leo, me parece que es muy acertado y lógico, pero también que se podría comparar con la cantidad y oportunidad de las comidas.
Hay veces que nos comeríamos un becerro, y otras en que nos apetece un té. Y supongo que haciendo un símil, el atracón sería: Cien años de soledad, Los Hermanos Karamazov, Ana Karenina, o los Episodios Nacionales, por ejemplo, que podríamos comparar con cualquier comida tradicional española, como la Fabada asturiana, el Pote gallego o el Cocido madrileño. Llenos de deliciosos sabores pero un tanto pesados, como para saborearlos con tiempo y luego hacer una buena siesta.
El té podría ser: El Principito, Juan Salvador Gaviota y todos los sonetos y demás poesía corta de tantos y tantos autores. Además de los cuentos, cuyos autores son capaces de hilvanar una historia en una sola página.
Algunos aprendices, como el suscrito, escribimos y vemos con asombro que las páginas se van llenando de letras, sin ser capaces de sintetizar más. Como si estuviéramos guisando y poniendo ingredientes sin fin, con lo que a algunos les queda una comida de gran banquete y a otros… Nos sale un inmenso puchero de cosas indefinibles e insípidas.
Pero hay quien tiene la habilidad de, ponerte en una copa un solo langostino, que parece tener unas gotas de salsa. Y al degustarlo, te trae a la mente otros sabores y remembranzas de otras ocasiones y mariscos, o el recuerdo de algunas salsas que degustaste en ocasiones diversas…
Recuerdo el libro que leí hace mucho, mucho tiempo, titulado: Mi madre y yo a través de la revolución china, de Cheng Sheng. Y cuando las circunstancias del libro le llevan a tener que incorporarse a la guerra, su madre va a despedirlo a la estación. A cualquiera se nos ocurriría extendernos en páginas y páginas, describiendo el ambiente. Las otras familias y soldados, la inmensa locomotora negra echando humo y vapor, etc. Pero este autor, en un poder de síntesis impresionante, se permite hasta añadir un poco de poesía oriental a la escena, pero dejando al lector que se imagine todo lo demás, y describe la situación en una forma que me quedó grabada para siempre y repito de memoria:
“La luna se refleja en el río. Mi madre llora. Parto.
Es como para exclamar: ¡Ahí queda eso!...

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