Literatura y sabores
El escritor cuyas ideas carecen
de profundidad y originalidad puede tratar de escribir en estilo
sencillo y terminar por ser insípido. Sólo el pescado fresco puede ser
cocido en su propio jugo; el pescado pasado debe tener la sazón de salsa de
anchoas y mostaza y pimienta: cuanto más, mejor.
Un buen escritor es como la
hermana de Yang Kuefei, que podía ir a ver al mismo Emperador sin
polvo ni colorete. Todas las demás bellezas del palacio los requerían. Ésta es
la razón por la cual tan pocos escritores se atreven e escribir en
lenguaje sencillo. Lin Yutang
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Interesantísimo el tema. Había oído de la relación de la
poesía o la literatura con la música, pero no se me había ocurrido
relacionarlas con los sabores. Y ahora que lo leo, me parece que es muy
acertado y lógico, pero también que se podría comparar con la cantidad y
oportunidad de las comidas.
Hay veces que nos comeríamos un becerro, y otras en que nos
apetece un té. Y supongo que haciendo un símil, el atracón sería: Cien años de
soledad, Los Hermanos Karamazov, Ana Karenina, o los Episodios Nacionales, por
ejemplo, que podríamos comparar con cualquier comida tradicional española, como
la Fabada asturiana, el Pote gallego o el Cocido madrileño. Llenos de
deliciosos sabores pero un tanto pesados, como para saborearlos con tiempo y
luego hacer una buena siesta.
El té podría ser: El Principito, Juan Salvador Gaviota y todos
los sonetos y demás poesía corta de tantos y tantos autores. Además de los
cuentos, cuyos autores son capaces de hilvanar una historia en una sola página.
Algunos aprendices, como el suscrito, escribimos y vemos con
asombro que las páginas se van llenando de letras, sin ser capaces de
sintetizar más. Como si estuviéramos guisando y poniendo ingredientes sin fin,
con lo que a algunos les queda una comida de gran banquete y a otros… Nos sale
un inmenso puchero de cosas indefinibles e insípidas.
Pero hay quien tiene la habilidad de, ponerte en una copa un
solo langostino, que parece tener unas gotas de salsa. Y al degustarlo, te trae
a la mente otros sabores y remembranzas de otras ocasiones y mariscos, o el
recuerdo de algunas salsas que degustaste en ocasiones diversas…
Recuerdo el libro que leí hace mucho, mucho tiempo,
titulado: Mi madre y yo a través de la revolución china, de Cheng Sheng. Y
cuando las circunstancias del libro le llevan a tener que incorporarse a la
guerra, su madre va a despedirlo a la estación. A cualquiera se nos ocurriría
extendernos en páginas y páginas, describiendo el ambiente. Las otras familias
y soldados, la inmensa locomotora negra echando humo y vapor, etc. Pero este
autor, en un poder de síntesis impresionante, se permite hasta añadir un poco
de poesía oriental a la escena, pero dejando al lector que se imagine todo lo
demás, y describe la situación en una forma que me quedó grabada para siempre y
repito de memoria:
“La luna se refleja en el río. Mi madre llora. Parto.
Es como para exclamar: ¡Ahí queda eso!...
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